Ser sabios en todo, no es cosa fácil
Si el origen de la toda sabiduría es Dios y el principio que rige para poder adquirirla es “el temor del Señor” no tenemos más remedio que aplicarnos a esas realidades.
03 DE ENERO DE 2025 · 11:24
Como cada año que pasa, casi siempre me acuerdo del texto que aparece en el salmo 90, atribuido a Moisés, en el cual dice: “enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal.90.12). La razón es porque una de las cosas que aprendemos de las Sagradas Escrituras es la importancia de la sabiduría en la vida de los hombres y mujeres de Dios. Desde Génesis hasta Apocalipsis, la sabiduría es el elemento esencial que hemos de tener, tanto para relacionarnos con Dios como para relacionarnos los unos con los otros, y el mundo que nos rodea. Lo cual no es fácil. (¡En absoluto es fácil!) Por eso, no en vano en el canon bíblico hay libros que son conocidos como “Libros de Sabiduría” como son: Job, Eclesiastés, Proverbios, etc., y en los cuales nos encontramos con un serio contraste entre el hombre y la mujer sabios y el hombre y la mujer necios. Sobre los primeros descansa la bendición del Señor y sobre los segundos, debido a su necedad, todo en sus vidas parece carecer de sentido. De ahí las exhortaciones a buscar la sabiduría, sobre todas las cosas y apreciarla más que el oro y la plata y las piedras preciosas “y todo cuanto se pueda desear, no se puede comparar con ella” (Prov.8.1-11 y sigtes.) Al respecto, decía el famoso predicador Billy Graham que por la noche leía Salmos, para hablar con Dios y por la mañana leía un capítulo de Proverbios para saber cómo relacionarse con los hombres.
Pero hay una declaración que preside todas las demás declaraciones sobre la sabiduría que aparece desde el principio del libro mencionado, y que dice: “El principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Prov.1.7). No se refiere al hecho de que nos acerquemos a Dios con miedo, sino con el respeto y la reverencia que merece, por ser no solo nuestro Creador sino también nuestro Salvador por medio de Cristo Jesús. Él es el origen de toda sabiduría. Por tanto, es del todo lógico que vayamos a Él para solicitarla. Es en línea con esto que el apóstol Santiago exhorta a sus lectores a pedir la sabiduría de aquel que puede darla: “Y si alguno tiene falta de sabiduría pídala a Dios; el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (St.1.5-6).
Así que, si el origen de la toda sabiduría es Dios y el principio que rige para poder adquirirla es “el temor del Señor” no tenemos más remedio que aplicarnos a esas realidades. Realidades por medio de las cuales vamos adquiriendo sabiduría a lo largo de los años. Y aquí juega un papel fundamental las Sagradas Escrituras sin las cuales no sería posible ser “sabios según Dios”.
La sabiduría frente a los nuevos desafíos y formas de pensar
Luego, cuando hablamos de la sabiduría que dan los años, nos referimos a esa sabiduría que es el resultado de aplicar los principios mencionados antes, en el medio que nos ha tocado vivir en cada época de nuestras vidas. A veces incluso equivocándonos a la hora de optar por una u otra posición y/o decisión. Y es aquí donde hemos de fijar nuestra atención. ¿Por qué? Porque cada época presenta ideas y desafíos diferentes a la anterior, de tal manera que no es fácil determinar qué pensar y qué hacer con respecto a algunos de esos nuevos desafíos y formas de pensar. No es tan fácil en-todos-los-casos. Y eso por mucho que muchos digan que sí, porque “la palabra de Dios dice…”. Eso está bien, pero en la práctica no es tan fácil. Si para algunos lo es, para otros muchos no lo es tanto. Además, entre los que dicen que “la cosa no es tan complicada, porque la palabra de Dios dice…” resulta que tampoco se ponen de acuerdo entre ellos en algunas de las cuestiones y existen opiniones muy diferentes las unas de las otras. ¿Y quién puede afirmar que tiene toda la verdad/sabiduría de su parte?
Algunos ejemplos sobre las “agendas”
Podríamos poner algunos ejemplos de esto que decimos. Cuando pensamos en cómo eran las cosas hace unos treinta años, no pensábamos que el panorama iba a cambiar tanto y tan rápidamente. Entonces no recuerdo que se hablara (¡no como hoy se habla!) de una “agenda LGTBIQ” ni de una “Agenda 20-30”. Así que el mundo evangélico no estaba preparado para lo que se venía. ¡Pero el mundo católico tampoco! Primero fue el matrimonio de personas del mismo sexo, que, poco a poco se fue abriendo camino y se ha instalado en algunas de las grandes e históricas denominaciones del pueblo protestante-evangélico. Eso sí, previa aprobación de leyes sobre ese tema. Así el tema mencionado ha dividido a las grandes denominaciones y al pueblo de Dios entre los que lo aceptaron y los que se mantienen dentro de lo que “siempre se ha creído y se ha practicado, a lo largo de la Historia y con base en las Escrituras”.
Luego vino el tema de la llamada “transexualidad” que ha dado lugar a leyes en distintos países de occidente -incluido el nuestro- que la propician incluso en niños y niñas menores de edad, sin que los padres puedan oponerse. Además, toda esta ideología lleva un par de décadas –largas- que es propiciada por los medios de comunicación de todo tipo: el arte, la música, el cine, la televisión y, hasta a través de los anuncios. Y no podía faltar la enseñanza en los colegios, donde cada vez más se va imponiendo, sin que la situación vaya a cambiar porque se haga un uso legítimo de algún tipo de protesta por parte de los padres ¿Y qué decir del aborto, sobre el cual cada vez más se demanda y exige que la mujer pueda abortar, sin importar el mes de gestación en el cual se encuentre? ¡Lo mismo da dos meses que 6! ¿Y qué decir de la eutanasia: “la muerte digna”? Entonces, ¿qué significa “ser sabio” y “actuar con sabiduría” en todos estos casos mencionados? ¿Se puede ser sabio actuando de una manera e unos casos, mientras que otros actúan de forma totalmente diferente en los mismos casos?
En el terreno político: ¿De izquierdas o de derechas; independentista o nacionalista?
Pero luego tenemos el caso concreto de que en nuestro país vivimos en un contexto donde parece que nuestra fe depende de la opción política que adoptemos. Y esto lo decimos con conocimiento de causa. No se nos oculta que también los tiempos han cambiado en los últimos 20/25 años desde el punto de vista político y social; porque lo primero afecta, sí o sí a lo segundo. Lo cierto es que hace unos treinta años “ser protestante” o “cristiano evangélico” parecía que estaba bien claro. Pero eso era debido a que vivíamos en un contexto muy diferente al de ahora. Ahora parece que, para algunos, un “cristiano evangélico” tiene que ser “de izquierdas” por aquello de que “las izquierdas siempre miran por el bienestar de los pobres. Como Jesús”.
Pero sin defender ninguna ideología política, aquí como en todo lo demás, nos es necesaria la sabiduría para discernir la realidad de lo que es pura demagogia y la utilización de slogans destinados a manipular a la gente. Por otra parte, se ha puesto de moda (una moda insultante y miserable) el llamar “facha” y “fascista” a todo aquel que tenga inclinaciones, no de izquierdas precisamente. El fantasma de la “guerra civil” española y los casi 40 años que tuvimos en España de dictadura, es el comodín facilón de aquellos que no tienen mejores argumentos que presentar. Y sobre todo de aquellos políticos (¡miserables!) que siempre lo sacan a relucir para enfrentar a los españoles unos con otros y sacar algún rédito político de todo ello. Pero los creyentes, sean del signo que sean, deberíamos ser lo suficientemente sabios para no dejarnos manipular ni entrar en el juego sucio de tales personajes políticos. Por otra parte, uno no puede alegar que un aspecto (o dos) de una ideología política es suficiente para que el cristiano la adopte como suya. Ni de izquierdas, ni de derechas.
También necesitamos sabiduría para saber cómo actuar ante aquellos creyentes evangélicos que, viviendo en zonas diferentes a la nuestra, son independentistas y quisieran separar su comunidad de la nación española. Decimos esto porque a algunos de estos últimos les parece “injusto” que otros creyentes de otras partes del país tengan una visión diferente a la de aquellos y los rechazan. Pero de esta visión de unidad de la nación española, contraria a la división, participan tanto cristianos evangélicos que son de izquierdas como de derechas. ¿No es cierto que aquí también necesitamos la sabiduría divina, para saber cómo hemos de actuar? ¿O quizás la sabiduría esté más bien en cómo tratar a los demás que piensan diferente a nosotros, y no tanto en que estemos de acuerdo en todo, en nuestra forma de pensar?
Lo que aprendemos con los años
Para concluir –aunque hay otros temas que se quedan sin tratar- diremos que con el paso de los años, lo que antes nos parecía fácil, bien por inmadurez y falta de conocimiento, se ha ido volviendo cada vez más complejo. No que no sea posible conocer la voluntad de Dios en cada tiempo y oportunidad. La Palabra de Dios nos garantiza la guía por la Palabra y por el Espíritu Santo (J.14.15-17, 21-23; Ro.8.14). Pero aunque habrá cuestiones que sabremos como enfrentarlas y resolverlas con la sabiduría de Dios, habrá otras que no podamos llegar a tener tanta claridad.
Tampoco es para desesperarse; mejor es esperar en Dios, porque en su momento tendremos la respuesta que esperábamos. Y si no llegara la respuesta, siempre tendremos la posibilidad de adoptar una actitud humilde y el comportamiento cristiano que corresponda en cada situación. Pero eso sí, los nuevos tiempos podrán traernos situaciones no vividas antes y con ellas, problemas que antes no se habían planteado; pero las nuevas dificultades, más que obstáculos en el camino, debemos verlas como nuevas oportunidades para crecer en todo, especialmente en sabiduría, resultado a su vez de lo que ya se ha vivido, con todo cuanto también el cristiano ha tenido que enfrentar, batallar, luchar y ganar. Y eso, aunque esas victorias hayan dejado algunas cicatrices, huellas evidentes de las heridas recibidas, en el tiempo ya pasado.
Y así continuamos nuestro camino, hasta el final, con la misma oración en nuestros labios, que Moisés nos dejó en el salmo citado: “Señor, enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría” (Sal.90.12). Pero teniendo en cuenta también, que la sabiduría tendrá que ver, no solo con cuestiones de orden teológico, sino con la actitud y el comportamiento que hemos de tener con nuestros hermanos que, por unas razones o por otras han llegado a unas conclusiones diferentes en algunos temas en discusión. Porque como decíamos al principio, “ser sabios en todo, no es cosa fácil”.
Entonces, que el Señor nos ayude en este Nuevo Año, 2025.
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