Los otros “héroes de la fe”

La obra de Dios no siempre (solo excepcionalmente) es espectacular y lo más normal es que aparezca en vidas transformadas y obras que benefician al prójimo.

17 DE FEBRERO DE 2023 · 17:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/fotos/PNVMQpDbxLk#:~:text=Foto%20de-,Javier%20Garc%C3%ADa,-en%20Unsplash">Javier García</a>, Unsplash.,
Imagen de Javier García, Unsplash.

“Otros experimentaron  vituperios y azotes y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra” (Hb.11.36-38)

Después de las palabras mencionadas en el capítulo anterior, “mas el justo vivirá por la fe” (Hb.10.38) nos encontramos  con el capítulo 11, donde aparece lo que se conoce como “los héroes de la fe”. En ella encontramos una lista de hombres y mujeres de fe, en la cual se resaltan las grandes obras que Dios hizo a través de ellos. Obras de las cuales algunas se ponen de manifiesto como poderosas, muy llamativas y que proporcionaron a sus protagonistas fama que incluso ha llegado hasta nuestros días, por medio de las Escrituras del Antiguo Testamento. Sin embargo, otras, solo se pueden conocer si se conoce la historia y el itinerario de cada uno de sus protagonistas. Porque la obra de Dios no siempre –solo excepcionalmente-  es espectacular y lo más normal es que aparezca en vidas transformadas y obras que benefician al prójimo.

Pero normalmente solemos poner nuestra mirada en la primera y larga lista de “los héroes de la fe”. Esos son los que más nos llaman la atención. Y casi sin darnos cuenta, leemos de soslayo la segunda lista, la cual hace referencia a los tres versículos citados más arriba. ¿La razón? Solemos identificar a los hombres y mujeres “de fe” desenvolviéndose con cierta soltura en su medio, en el contexto de un mundo opuesto a la fe; pero siempre saliendo victoriosos, triunfantes y “bendecidos”. Esa apreciación nos gusta más a todos. Y es con esa concepción de “la fe” que a veces se elaboran frases que parecen teológicamente correctas, pero no lo son. Al respecto hemos visto spot con dichas frases. Una de ellas decía: 

“Dios sacó al profeta Elías, de la cueva, a Jonás del vientre del pez, y  a  Daniel del foso de los leones. Por tanto, Dios también te sacará a ti de la situación en el cual estás viviendo”. 

A continuación multitud de participantes se desvive por ser los primeros en afirmar la “verdad” espresada en el spot, con un rotundo “¡Amén!” o “¡Aleluya, así es!” y un largo etc., llenado una gran lista de tales afirmaciones. Pero lo que parece ser una exclamación de victoria solo es una verdad a medias, y por tanto, una gran falacia.

Pero volviendo a “los otros héroes de la fe”, la lista de gente anónima, desconocida a la cual hace referencia nuestro autor, nos muestra que la vida de fe no siempre se vive como nosotros la habíamos imaginado o cómo muchos la imaginan. Seguramente, porque en el pasado hemos leído muchas biografías de “grandes hombres y mujeres de Dios” los cuales sus biógrafos magnificaron, dejando de lado las partes menos “brillantes” y “gloriosas” de sus ministerios. Pero aquí el texto bíblico, más bien se refiere a eso que menos nos gusta de la-también verdadera vida de fe. Esa fe es tan auténtica como “la otra”, pero vivida en medio de las dificultades, las persecuciones, las torturas, las penurias por las cuales tuvieron que pasar; la familia de la cual fueron arrancados, la esclavitud que tuvieron que experimentar, etc. Nada que ver con la vida de fe que nosotros pensábamos e incluso la que por la gracia de Dios vivimos en este tiempo. Y mucho menos, nada que ver con la llamada “teología de la prosperidad”, ni tampoco con la filosofía del “pensamiento positivo”; ni la idea, equivocada, de que “como Dios me ama, las cosas no me van a ir nunca mal”.

Esto pasa porque a veces no interpretamos correctamente ciertos textos bíblicos. Por ejemplo, a veces caemos en el literalismo bíblico, sin contemplar la posibilidad de que en su aplicación un texto bíblico tenga sus excepciones. A veces más excepciones de las que pensábamos. Por ejemplo, dice el salmo 37.25: 

“Joven fui y he envejecido y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. 

Este texto bíblico casi siempre se toma como una promesa, cuando no lo es. Es la experiencia del que escribió ese texto y que, en su contexto de vida, más o menos normal, sabía que el “justo” según la Biblia, era difícil que viniera a  pobreza. Basta leer el libro de Proverbios y comparar la figura del “justo” con la del que no lo era y que aparece como “necio”, “perezoso”, “negligente” e incluso “impío”. ¡Ni color! Ni en el carácter ni en las consecuencias  que cada uno de ellos acarreaba para su vida y para su casa, a causa de sus comportamientos. Lo que dice Proverbios acerca de que “la maldición del Señor  habita en la casa del impío, pero bendecirá la casa de los justos” (Prov.3.32-35) tiene sus razones; y estas se encuentra en el mismo libro mencionado, cuyo estudio resulta muy provechoso para todo ser humano. Pero dicho todo eso, la experiencia de muchos “justos” es que no solo pasaron hambre, ¡sino que incluso les fue arrebatada su descendencia! (Hb.11-35) ¿Entonces, dónde queda “la promesa” del texto mencionado?

Pero dicha realidad no niega la fidelidad de Dios. Solo que tampoco hemos de olvidar que si bien Dios quiere y ha provisto, que por medio de la fe vivamos y tengamos todo lo que necesitamos, los enemigos de Dios tratarán por todos los medios de que las promesas de Dios no se cumplan. ¡Y Dios no lo va a impedir, salvo excepciones! Eso por no mencionar otro tipo de dificultades que tienen lugar por otras y distintas causas. Sin embargo, ya sabemos lo que dice el texto bíblico: 

“Si vivimos, (por la fe) para el Señor vivimos; y si morimos (¡también por la fe!) para el Señor morimos. Así que sea que vivamos o que muramos, del Señor somos” (Ro.14.7-9) 

Dios siempre tiene la última palabra. El Señor de los cielos “se burlará” de todos aquellos que creen que puede burlarse de Él. (Sal.2.1-4)

Hoy podemos vivir nuestra fe de forma tranquila, sin muchas complicaciones, tratando de hacer las cosas lo mejor que sabemos y podemos; y tenemos que dar gracias a Dios por ello. Nos gozamos ver a nuestros hijos y nietos crecer en todos los sentidos. Dios quiere que tengamos paz “y que vivamos… con toda piedad y honestidad” dado  que Dios  “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de  la verdad” (2ªTi.2.2-5) Sin embargo las cosas podrían cambiar y las condiciones para vivir nuestra fe también podrían volverse diferentes y complicarse mucho. Pero uno no deja de vivir la vida de fe porque se compliquen las cosas; sean complicaciones del tipo que sean, y por las causas que sean. Al contrario, desde la perspectiva divina es precisamente de esa lista de héroes de la fe que sufren, que se entristecen, se desaniman y que a veces no ven la salida por ninguna parte a sus sufrimientos, que el autor de la carta a los Hebreos, dice: 

“Hombres -y mujeres- de los cuales este mundo no era digno” (Hb.11.38)

Tal era la categoría de esos “héroes” anónimos, muchos de ellos, nada conocidos; pero bien conocidos por el Dios al cual ellos sirvieron y sirven en tantos lugares hoy día, donde son perseguidos, encarcelados, torturados o incluso sin serlo en otros lugares, pasan por dificultades mil. Incluso en nuestro tiempo y sociedad, pero que a pesar de todo, se mantienen fieles al que los llamó. ¡Incluso en medio del desánimo que produce lo largo y lo intenso de las pruebas que tienen que enfrentar cada día, cada semana, cada mes, ¡y a veces, por años!

“Los otros héroes de la fe” podemos verlos y reconocerlos en la Historia Sagrada y a lo largo de la historia de la Iglesia; pero también podemos verlos, en nuestro tiempo, entre nosotros. Ellos deben saber que aunque no tengan un reconocimiento por parte del mundo, sí lo tienen ¡Y de forma muy especial por parte del Dios que los llamó! Y sería bueno  que supieran que nosotros también estamos a su lado. Porque, sin duda, ellos también están entre nosotros. ¿Pero les reconocemos? Eso va a depender, en mucho de la clase de fe que estemos profesando.

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