Miguel Servet: el triunfo de la Reforma radical (2)

Concuerdan la mayoría de los investigadores en describir a Servet como un protestante de la reforma radical con un pensamiento coherente a favor de la restauración del primitivo cristianismo y de la vuelta al Evangelio.

12 DE FEBRERO DE 2018 · 09:32

,

“Servet participa de varias inspiraciones características de la Reforma, pero con geniales muestras de originalidad. Opera en la base su convicción, a la vez experimental y teórica, de la corrupción del cristianismo oficial, debida no sólo a la general aquiescencia en los vicios personales y colectivos, sino a la “caída de la Iglesia” desde tiempos de Constantino por la unión del genuino espíritu cristiano con la fuerza del poderío material de los Estados y del dinero; por la contaminación de la “simple religiosidad” y la “simple vía de la verdad” con elementos filosóficos paganos a ella ajenos; por la proclamación como dogmas de doctrinas antievangélicas —sobresalientemente, la Trinidad, y secundaria pero sintomáticamente, el bautismo de niños incapaces de tener fe personal—; por la preeminencia de la actitud autoritaria, sobre la guía y el mero consejo, en la conducta secular y persistente de la jerarquía burocratizada; por el ejercicio de un culto paganizante, ostentoso y sin margen para la interioridad.”

(Gran Enciclopedia Aragonesa, 2000)

LA POLÉMICA DE LA TRINIDAD Y LA RESTAURACIÓN DEL CRISTIANISMO.

Miguel Servet: el triunfo de la Reforma radical (2)

La inquietud de Servet por entender y encajar este misterio de la Trinidad en las Sagradas Escrituras, le llevó con apenas veinte años a escudriñar los textos sagrados y los textos patrísticos en busca de una evidencia, acerca del misterio de la Trinidad. Servet advierte que la Biblia no contiene ninguna referencia a la Trinidad, lo cual le inquieta más de lo normal por lo que se siente obligado a esa “restauración del cristianismo” desde ese principio de “ecclesia semper reformanda”. Pero para una mente tan inquieta, dicho dogma trinitario resulta incomprensible e incompatible con el monoteísmo cristiano y para profundizar en el tema, Servet le dedica básicamente tres de sus obras. La primera, bajo el título “Sobre los errores de la Trinidad” (De Trinitatis Erroribus) fue impresa en Estrasburgo en 1531. Un año después aparece un nuevo tratado sobre el mismo tema “Dos Diálogos sobre la Trinidad” (Diálogorum de Trinitate, libri duo). Finalmente, en la obra que constituye el compendio de su sistema teológico, “La Restitución del Cristianismo” (Christianismi Restitutio- 1553), Servet dedicará al tema de la Trinidad siete libros, además de las cartas con los Reformadores. La madurez intelectual de Servet coincidía con la publicación de su obra cumbre, Christianismi restitutio (1552-53), compendio de su saber teológico, filosófico y también científico.

Pero está claro que lo hacía partiendo de la Biblia, única autoridad, única regla de creencia, pero también conteniendo la sabiduría y toda filosofía necesaria para que la vida no sea una ficción, vanidad, ni mentira. La tarea que Servet se había echado sobre sus hombros era triple: primero, desarrollar sus tesis acerca de la Trinidad, la Iglesia y el hombre; segundo, sistematizar la teología cristiana con ciertas fuentes filosóficas paganas; y en tercer lugar, agrupar dentro de este sistema sus investigaciones en el estudio del cuerpo humano. Servet sabe el valor de la palabra para representar una idea y por eso usara un verdadero florilegio de términos y verbos con sus formas. Fundamentalmente deduce que “todo es uno, porque en Dios, que es inmutable, se reduce a unidad lo mudable, se hacen las formas accidentales una sola forma con la forma primera, que es la luz, madre de las formas; el espíritu y la luz se identifican con Dios, las cosas con sus ideas, y las ideas con la hipóstasis primera; por donde todo viene a ser modos y subordinaciones de la divinidad”. Este modalismo servetiano es el que se opone fuertemente al trinitarismo.

Termina Josefina Bas el análisis de la Trinidad en la obra de Servet con este comentario: “Hay que decir que la doctrina relativa a la Trinidad no podrá jamás presumir del derecho de ser una comprensión adquirida sobre Dios. Será más bien una afirmación límite, un gesto indicador que señala a lo Inefable, pero nunca una definición encasillada en los ficheros del conocimiento humano, ni siquiera de un concepto que sitúa a la cosa en el radio de captación del espíritu humano” (Diccionario Teológico). Así pues, como dice San Agustín, “busquemos con el ánimo del que está a punto de encontrar y encontremos con el ánimo del que está buscando todavía. Cuando se comprende esto, al final la última palabra de nuestras palabras se hace silencio y la primera palabra de nuestro silencio se hace adoración”. Añadimos, de nuestra parte, esa especial devoción al Servet que quiere asimilar toda sabiduría divina emanada de la Biblia y aunque entendemos que para Servet, Jesucristo es hecho hombre por Dios Padre y su naturaleza humana le impide ser Dios y participar de la eternidad del Padre, no minusvalora la importancia de Cristo. “Yo no separo a Cristo y a Dios más que una voz del hablante o un rayo de sol. Cristo es el Padre como la voz en el hablante. El y el Padre son una misma cosa, como el rayo y el sol son la misma luz. Un tremendo misterio hay, por lo tanto, en que Dios pueda unirse con el hombre y el hombre con Dios. Una sorprendente maravilla, en que Dios haya tomado para sí el cuerpo de Cristo con el fin de hacer de él su morada especial. (59b). Y porque su Espíritu era totalmente Dios, es llamado hombre, lo mismo que por su carne es llamado hombre. No os maravilléis de que lo que vosotros llamáis humanidad yo lo adore como Dios, pues habláis de la humanidad como si estuviera vacía de espíritu y pensáis en la carne según la carne. No sois capaces de reconocer la calidad del Espíritu de Cristo, que confiere el ser a la materia: Él es el que da vida cuando la carne nada aprovecha.

Con estos simples ejemplos de su crítica teológica y textual, queremos que nos sirvan para ilustrar la profundidad del pensamiento de Servet y la importancia del pensamiento protestante y reformado, pues no solo sobrepasa el dato histórico, sino que tampoco sabríamos definir bien todo un pensamiento tan revolucionario e ingente.

 

EL SERVET BÍBLICO, LA REFORMA RADICAL Y LA LARGA ACUSACIÓN LUTERANO-CALVINISTA

Las aportaciones a la figura de Servet provienen de campos diferentes como la medicina, la filología, la teología o la exégesis, pero muy poca aportación del protestantismo español. Una de las contribuciones pertenece a la Gran Enciclopedia Aragonesa que nos aproxima al pensamiento servetiano. Dice:

“Servet, quien trasluce una formación inicialmente aristotélica, quizá por el ambiente clerical de Montearagón o sus contactos a través de Quintana, reaccionó compartiendo desde Toulouse el total rechazo de toda filosofía, determinado por su conversión al biblismo. Es la etapa que se manifiesta en Errores y en Diálogos. Su amistad discipular con Champier y el mundillo neoplatónico de Lyon le hace descubrir el neoplatonismo entendido no sólo como Platón y continuado en Plotino, sino con toda la tradición alejandrina, además de los textos esotéricos tenidos, por todo el Renacimiento, desde Psellos hasta Casaubon a fines del XVI, como auténticos y aun semi-revelados: las Sibilas, los Himnos pitagóricos, el Corpus hermeticum, los Oráculos caldeos, los Himnos órficos. Servet creyó hallar en esta poética vena metafísica resonancias bíblicas análogas a las de la Escritura, con las que podría ilustrar para mentes ávidas, ya que no demostrar, sus propias intuiciones sistemáticas. Aunque toda reducción es ofensiva para un genio como el suyo, su pensamiento filosófico puede, pues, al menos tendencialmente, calificarse como neoplatónico, pero no olvidando que conserva de aquél su juvenil aristotelismo la urgencia de lo empírico, afianzada por su formación profesional.”

(Gran Enciclopedia Aragonesa, 2000)


Miguel Servet: el triunfo de la Reforma radical (2)

Han sido, sin duda, los médicos los que han mantenido viva la figura de Servet como descubridor de la circulación pulmonar, y también los farmacéuticos y los geógrafos. Miguel Servet sería el responsable de no sólo traducir y corregir el texto sino también de crear secciones nuevas que actualizaran la obra de Tolomeo. Servet utilizará la edición de Pirkheimer como base pero la comparó con las antiguas ediciones griegas y latinas, a lo que algunos autores lo consideran el padre de la geografía comparativa. Tituló su nueva edición como Los ocho libros de la geografía de Claudio Ptolemeo de Alejandría, ahora editados por primera vez según la traducción de Bilabald Pirkhheimer y las primeras versiones antiguas por Michael Villanovanus. Cuando han aparecido investigadores como Francisco Javier González Echeverría o Ángel Alcalá citados, se ha superado la larga línea de interpretación luterano-calvinista que insistía solo en el Servet teólogo pero hereje antitrinitario y anabaptista radical. Se han puesto a la luz los grandes legados de Servet que se pueden resumir en la radicalidad del método, en el quehacer intelectual y la defensa del derecho a la libertad de conciencia. El texto más conmovedor en este sentido de autoridad de la conciencia es:

“Si algo he dicho a ese respecto es que me parece grave matar a un hombre sólo porque en alguna cuestión de interpretar la Escritura esté en error, sabiendo que también los más doctos caen en él”; “Suplica humildemente Miguel Servet, acusado, señalando el hecho de que es una nueva invención, ignorada de los Apóstoles y discípulos de la primera Iglesia, el acusar de delito por doctrinas de la Escritura o por cuestiones procedentes de ella (...) Por lo cual, señores, según la doctrina de los Apóstoles y los discípulos, que no permitieron tales acusaciones y según la doctrina de la primera Iglesia, en la cual no se admitían tales acusaciones, pide el suplicante que se retire la acusación criminal”.  Dirá Daniel Moreno: “No hay en Servet un hombre que expurga filológica y metódicamente la Biblia, sino un hombre que la lee de forma literal y realista, desde su carne, con el corazón en tanto que sede de la fe, sintiendo el efecto material de cada palabra divina…No es cuestión de palabras. Es un mensaje. Es una iluminación. Es la regeneración del hombre interior a través del Espíritu-Palabra de Dios hecho letra de la Biblia recién restituida en su sentido original que se prueba o se ejemplifica en la regeneración de la sangre por el espíritu en los pulmones. Es un hecho físico interpretado místicamente, desde la profunda mística de la literalidad de la palabra que caracteriza a Servet.”

(Moreno D. , 2004, pág. 121)

En lo que concuerdan la mayoría de los investigadores es que además de ser un pensador original, es un protestante de la reforma radical con un pensamiento coherente a favor de la restauración del primitivo cristianismo y de la vuelta al Evangelio. La vuelta al Evangelio implicaba acabar radicalmente con ciertas formas religiosas, que no se ajustaban al contexto bíblico. Entre ellas, Servet consideraba “invención demoníaca de Roma” el bautismo de infantes, el establecimiento del papado o el sacerdocio consagrado por los obispos y estos consagrados por el Papa para predicar y conducir el culto. Roma aparece ante la Reforma magisterial y en especial la radical, como la nueva Babilonia, madre de todas las corrupciones y de todos los desvíos del cristianismo. Entre sus propósitos estaba purificar la iglesia, romper las cadenas con las que estaban inmovilizadas las Sagradas Escrituras y separar la Iglesia del Estado. El siglo XVI, con la Reforma, despierta los ideales de una espiritualidad comprometida y aparece un intenso ardor apocalíptico en el que el reino de los mártires sufre violencia, pero solo los valientes lo arrebatan. Lutero y Servet defenderán el Psicopaniquismo, palabreja que refleja el sueño del alma tras la muerte, quedando en estado de somnolencia hasta el día de la resurrección final.

Aunque toda esta aspiración de restituir el cristianismo no fuera algo exclusivo de la época de Servet pues ya había triunfado la reforma luterana y calvinista, la radicalidad de esta nueva ola de reformas aparecerá como “herejía” por su carácter utópico y revolucionario. La larga acusación luterano-calvinista es precisamente ese desmontar todo culto externo, toda norma eclesial que siempre aparece en Servet y la reforma radical con resabios de paganismo y tradición. Hasta los domingos, días del Señor, no tienen sentido porque todos los días son del Señor. Los sacramentos se reducen a dos: el bautismo de adultos y la cena y los mismos templos deberían destruirse porque son una cueva de hechiceros, donde se usa el agua bendita, la misa, los votos monásticos y la jerarquía como consumación de la apostasía. El sacerdocio es de todos los creyentes en Cristo por el bautismo, la penitencia debe basarse en “Confesad vuestros pecados unos a los otros”. La Cena del Señor debe hacerse como en los antiguos ágapes. Cada uno lleva el pan y el vino, sin que el pan tenga que ser ázimo y si no hay vino, puede usarse cerveza o sidra. Lo importante es la manducación esto es, comer la cena del Señor, símbolo místico, porque el pan es el cuerpo de Cristo y lo que hace el pan en la manducación externa es lo que se opera en la interna. Los luteranos serán para Servet imperatores, los calvinistas tropistas y los católicos transsubtantiatores. La unión real de Cristo con los miembros de la iglesia es algo interno que se produce con un símbolo externo, por eso no hay tropo, ni cambio de sustancia.

Para R.H. Bainton, el gran investigador sobre Servet, es clara la relación de Servet con el anabaptismo: “Sí, Erasmo y los humanistas cristianos aspiraban a restaurar la Iglesia primitiva; pero sus esfuerzos quedaban confinados en buena parte al recobro de viejos documentos. Los anabaptistas iban más lejos e intentaban formar renovadoras congregaciones religiosas de acuerdo con lo que ellos creían que fue la reforma original de vida cristiana. Si la Iglesia de Lutero y Calvino recibe el nombre de Reforma, la de los anabaptistas merece el de Restitución, expresión que sirvió de título a un buen número de tratados anabaptistas. La influencia anabaptista afectó a la doctrina de Servet especialmente en cuanto a los temas del hombre, la Iglesia y el más allá. “Es dentro de esta marea de “heterodoxos” y reformadores del cristianismo donde habría que incluir a Miguel Servet y su pensamiento. Y, precisamente, por su radicalidad en la formulación de la restitución del cristianismo, y no por otra causa, fue Miguel Servet perseguido tanto por la Iglesia católica como por la protestante, para finalmente, ser juzgado y quemado en Ginebra.” (Rego Robleda, 2004, pag. 133)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Orbayu - Miguel Servet: el triunfo de la Reforma radical (2)