Cirujano luterano de Alustrante

El concepto mítico de Lutero, o luteranismo, apareció como una sombra no solo en la periferia del Imperio y los puertos de la península, sino en el centro de la España castellana. El fantasma de la herejía se agigantaba y teñía de miedos todas las clases sociales, aunque las mas implicadas en las ideas reformadoras eran las clases altas y cultas. Un ejemplo de ello es Franicsco Fernández, el cirujano de Alustante (Guadalajara) condenado por luteranismo en 1596.

05 DE MARZO DE 2007 · 23:00

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Sin embargo siempre hubo gente que no se acobardó, que aunque las piras de la Inquisición se levantaran por todas partes (Aragón y Valencia 1521; Navarra, 1523; Valencia y Toledo, 1530; Salamanca 1531; etc) ellos declaraban la seguridad de salvación, no en Lutero sino en Cristo. Las raíces reformadoras de los alumbrados, las de Alcalá con Cisneros y las de Erasmo, crearon un caldo de cultivo donde el luteranismo autóctono fue mas importante de lo que se ha venido repitiendo y creó una espiritualidad de alto contenido bíblico, que liberaba conciencias y rompía cadenas de superstición y autoritarismo clerical.. El primer luterano nacional se cree que fue el agustino valenciano Martín Sanchís, pero todos los días están apareciendo investigaciones y tesis con nuevos descubrimientos de luteranismo. Un ejemplo es el que hemos encontrado estos días, que se publicó en la revista Hontanar de la Asociación cultural de Alustrante (Guadalajara) y que se refiere a Francisco Fernández, cirujano de este pueblo aunque natural de Longares (Aragón) condenado por luterano. Aunque no podemos matizar en demasía por la brevedad de estos artículos, solo diremos que aunque parece una acusación por envidias y celos, hay un fondo luterano que se mantuvo y la Inquisición por estas fechas sabía distinguir bien esta teología. No creemos que la Inquisición creó un monstruo de herejía luterana en España ( como parece ser en el caso del arzobispo Carranza) sino que los inquisidores sabían diferenciar muy bien erasmistas, místicos o renovadores de distinto signo. El caso que proponemos es significativo. Aparentemente puede ser mas sospechoso de hereje el cura de Alustante, llamado Felipe Tercero de León, por astrólogo y astrónomo, polifacético en aplicaciones de estas ciencias y buen administrador de sus dineros que quería sirvieran para que estudiantes pobres estudiaran teología en Alcalá. Lo significativo de esta biografía es que aparecen unos papeles de la Inquisición donde una larga carta-delación de 27 de mayo de 1596 contra el cirujano del lugar Francisco Fernández, “tocado de la secta herejía luterana”, el cual “ya olía a ello” pero ahora se ha “declarado mas”. ¿En que distinguían su luteranismo? ¿Acaso no podía ser erasmismo crítico con el estado eclesiástico? Es cierto que criticaba y aborrecía frailes y clérigos, murmurando contra ellos, pero la carta añade que contradecía como Martín Lutero el libre albedrío del hombre. Decía la larga carta delatora “que había oído predicar en tierra de Albarracín a un buen letrado que "puede saber un hombre en esta vida (todo) cuando está en gracia", lo que sonaba a herejía, pues no puede saberlo todo el hombre, sino por conjeturas. Que había oído a un fraile predicador que las obras que hagas en pecado mortal son muertas y que “no se merece por ellas”. “"En presencia de Pedro de Lara, Nicolás López, Lázaro Navio y Pascual Herranz, sastre residente en Alustante y que es de Tordellego, dijo que en la confesión no se ha de decir al sacerdote "tibi pater, ni pater", que basta decir "confiésome a Dios" "De su genealogía -concluye su escrito- he oído no ser bien nacido, busca en su daño confesores a su propósito”. Resulta curiosa esta frase porque denota que entre los mismos sacerdotes y confesores había de los de “su propósito” y por tanto no creyentes en la confesión de los pecados al sacerdote. Cosa extraña, sin duda, cuando sabemos que por la confesión se inquiría en las conciencias los detalles más íntimos del alma y servía al propósito inquisitorial. En la carta se urgía fuese prendido ya que podía huir al reino limítrofe de Aragón, porque ya estaba precavido si lo llamaba el obispo y había buscado explicación. Los inquisidores de Cuenca no lo encerraron en las cárceles inquisitoriales, porque por ciertas acusaciones parecía ser una venganza tribal. Había acusaciones como que cobraba mucho por una sangría, que tenía en el reino de Aragón un hermano y un sobrino facinerosos, y sobre todo, tacha y rehúsa a los testigos "porque son mis enemigos y se han juntado y confesado contra mí, y por ser como soy buen cristiano y temeroso de Dios y de mi conciencia, acostumbrado a hacer y decir lo contrario de lo que se me imputa por los testigos, pido me absuelvan”. También la defensa propuso que testificasen dos testigos apellidados Catalán y Sánchez y otros vecinos de Alustante, que debían ser preguntados: 1º Si tienen noticia del linaje y familia de los López de Alustante; 2º Si Felipe Tercero le tiene odio y le procura todo mal y han tenido entre ambos muchas riñas hasta llegar a las manos, estando jugando una vez a los naipes y otra a la pelota; 3º Si saben que Nicolás López es hijo de Juan López del Cerro y Francisco López del Cerro, su primo, y por su enemistad que los dichos tienen con Francisco Fernández se la tienen a palos; 4º Si saben si Domingo López Laguna, clérigo, y otros parientes le tienen odio al cirujano porque teniendo una tierra tasada a censo, siendo pasado el término en que se había de quitar el dicho, Francisco Fernández dio noticia al Corregidor de Molina y los tuvo presos mucho tiempo y le amenazara”. Pese a parecer un caso claro de rencillas y desencuentros, las principales razones giraban en torno a la confesión y que el sacerdote no absolvía y el acusado se confesaba a Dios Todopoderoso. El abogado defensor no tocará el tema teológico, señalando el odio de los otros hacia Francisco Fernández. Sería la sentencia de todos modos condenatoria, siendo metido en prisión unos meses, penitenciado y desterrado. Luterano o no, el ambiente y la sombra de Lutero recorría todos los rincones del Imperio, en el que nacían santos y mártires del mismo modo que inquisidores.

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