Un estudio revela que la iniciación en el consumo de pornografía es cada vez más precoz
Hasta los ocho años rebaja un estudio la edad a la que algunos niños comienzan a buscar contenidos sexuales en la red. El fácil acceso a través de los nuevos dispositivos tecnológicos es una de las principales causas, según los autores del trabajo.
BARCELONA · 27 DE JUNIO DE 2019 · 08:00
La directora de cine para adultos y politóloga Erika Lust aseguraba no gustarle “cómo los jóvenes crecen y usan la pornografía”. “No es solo una herramienta de placer, sino educativa. Y política”. De lo segundo no hay duda. Solo hace falta observar los últimos meses de debate político para comprobar que el de la sexualidad es un tema que exige ser repensado, sobre todo a través del debate en torno al estatus legal de la prostitución pero también con el planteamiento sobre el reto en educación sexual que propone un caso como el de ‘La manada’, en el que cinco hombres fueron condenados a nueve años por violar en grupo a una mujer. Una pena que recientemente se ha aumentado a 15 años.
En cuanto a la primera parte de la afirmación de Lust, sobre la naturaleza placentera y didáctica de la pornografía, comienza a plantearse como una idea discordante y a contracorriente. “Cuando comencé a estudiar Educación en la universidad las voces sobre el uso de la pornografía eran totalmente favorables. Se hablaba de ella como un campo más de exploración de la sexualidad humana, como una liberación que había que normalizar y aceptar como parte del desarrollo humano”, explica el teólogo y pastor de la Iglesia Protestante de Salou, Josué García, que remarca que la de los cristianos era una de las pocas voces que “condenaba” la pornografía “como algo que desvirtuaba el correcto y maravilloso uso que Dios nos dio del sexo y promocionaba conductas impropias, sobre todo hacia la mujer”.
“Así que me he visto sorprendido en los últimos cuatro o cinco años”, dice, porque “ahora psicólogos y educadores están denunciando el uso de la pornografía en jóvenes porque distorsiona la sexualidad humana”, remarca.
No solo profesionales del ámbito científico y sanitario comienzan a ver que hay falta de empirismo en las palabras de Lust. Desde la Administración pública también comienzan a levantarse voces contra el discurso de una posible apariencia beneficiosa de la pornografía. “Debe estar regulada, sobre todo de cara a los menores de edad, y es sintomático que el contenido de este tipo que se consume mayoritariamente a través de internet esté basado en la violencia y las agresiones hacia las mujeres”, afirmaba la diputada del grupo del PSOE en el Congreso, Andrea Fernández, en una entrevista con El Español.
CONSUMIDORES CADA VEZ MÁS PRECOCES
Según indica el estudio Nueva pornografía y cambios en las relaciones interpersonales de adolescentes y jóvenes, publicado por Lluís Ballester, Carmen Orte y Rosario Pozo, de la Universidad de la Islas Baleares, “más del 50% de los adolescentes españoles entre 14 y 17 años suele ver regularmente pornografía en Internet” y “cada vez consumen pornografía a edades más tempranas” puesto que “tienen un mayor acceso, más rápido y libre de filtros”. “Aunque una web solicite confirmar la mayoría de edad, ese filtro no sirve prácticamente para nada”, añaden.
En concreto, el documento habla de una edad de iniciación en el consumo de la pornografía de 13 años para los chicos y 14 para las chicas, aunque alerta de que “otros estudios están reduciendo las edades de las primeras experiencias con la nueva pornografía”. Edades que, en algunos casos, se sitúan en los ocho años, según explica el texto.
Las consecuencias de la reducción de la edad de inicio para consumir pornografía son varias. A nivel individual, la sexóloga Silvia Pérez remarca que “afecta en la construcción de la sexualidad”. “Afecta a su cerebro porque está consumiendo violencia y crece con la idea de que la violencia es erótica, sensual y sexual”, añade.
Desde el punto de vista psicológico, la psicóloga experta en tratamiento de casos de abuso Silvia Villares apunta que a esas edades la personalidad se está formando y “cuando se introducen contenidos que van a dañar la sensibilidad y van a interferir en el crecimiento y el desarrollo de una mente sana, lógicamente va a haber un perjuicio a nivel de salud y en el menor”. “Debemos entender que el hecho de que un menor acceda a unas imágenes cuando su personalidad aún no está preparada para tener toda esta visión de contenidos, lo único que va a hacer es dañarse él mismo y dañar a los demás”, remarca.
UN FENÓMENO DE CONSECUENCIAS COLECTIVAS
A nivel teológico, García afirma que el texto bíblico presupone un cuidado y una guía familiares para evitar esta tendencia. “Asume que no se les va a permitir a los hijos y a los nietos ese tipo de comportamientos”, dice, y cita como ejemplo de ello el ejercicio de la Pascua. “No solo tenían que transmitir lo que significaba, sino favorecer que cada año, cada miembro de la familia hiciera ese acto de liberación y redención como algo suyo. La Biblia insiste no solo en transmitir conocimiento y normas, sino en favorecer que las siguientes generaciones hagan suyas su historia, su identidad y la forma en conducirse en amor total a Dios”, remarca el pastor.
Y esa historia tiene también una dimensión colectiva, no solo individual. “Las sociedades más fuertes son las que tienen familias más estables”, subraya García. Más contundente se muestra Pérez con las consecuencias colectivas del consumo de pornografía y expande la responsabilidad al conjunto de la sociedad. “Que un menor vea pornografía es abuso sexual infantil”, manifiesta.
De la afirmación de Lust, citada al principio del artículo, se puede desprender también un mayor grado de responsabilidad por parte del conjunto de una sociedad que ha presentado la pornografía como algo educativo, ignorando en su afirmación que las consecuencias de este tipo de contenidos no pueden quedar limitadas al ámbito privado ya que, como remarca el estudio de la Universidad de las Islas Baleares, “la nueva pornografía se relaciona con dos fenómenos vinculados; la miseria sexual y el capitalismo, que penetra en las vidas privadas”.
Un marco desde el que los autores del estudio plantean la cuestión de que “si se acepta que los impactos de la nueva pornografía pueden ser diversos y la mayoría no especialmente positivos, habrá que plantearse qué se puede hacer”.
LA RESPONSABILIDAD DE LA SOCIEDAD
En una sociedad donde parece no faltar la estimulación sexual en ninguno de los canales comunicativos disponibles, el consumo de pornografía va más allá y plantea un reto en la construcción y la interpretación de las relaciones entre personas. “Es una fábrica de prostituidores”, dice Pérez. “Es tan accesible y gratis porque es la antesala del consumo de prostitución”, dice la sexóloga en relación a una de las prácticas en las que España registra una de las mayores incidencias en el mundo. “Un chico que lleva consumiendo pornografía desde los ocho años, cuando esté delante de una mujer va a querer repetir lo que ha visto porque ha entendido que eso es el sexo y si la chica no responde buscará pagar para consumir lo que desea. La industria pornográfica no está preocupada por el placer, sino por comprar mujeres. En este mundo, lo único que importa es el dinero. Tenemos un problema social grave”, reitera Pérez.
Desde Salou, García amplía la afectación de un consumo cada vez más precoz de pornografía a la dimensión relacional y espiritual de la sociedad. “Si la edad es cada vez más temprana, los patrones negativos estarán cada vez más arraigados y los fracasos familiares serán más numerosos y, por lo tanto, la sociedad estará cada vez más débil, más enferma de mente y espíritu”, asegura.
“Si no se deja salir a un niño sólo a la calle, ¿cómo dejarlo salir al mundo a través de la dimensión virtual?”, se pregunta la psicóloga Villares. Según los autores del estudio, una de las principales causas de la incidencia adolescente e infantil de la pornografía es su apropiación del desarrollo tecnológico y de las pantallas. “¿Quién produce y desarrolla la industria pornográfica? No se trata de organizaciones filantrópicas ni de interesados en hacer el bien, sino de organizaciones muy agresivas y que tienen una gran capacidad de hacerse presentes en los nuevos mercados, mediados por Internet, y las tecnologías de la comunicación que han llegado al mundo”, dicen.
REGULAR EL ACCESO TECNOLÓGICO, EL PUNTO CLAVE
El alcance de un dispositivo tecnológico con acceso a la red se ha normalizado, en general, a prácticamente la mayoría de la población. Una realidad que ha impactado todos los mercados, también el del sexo y la pornografía. En este sentido, Villares apuesta por la necesidad de formación. “El hecho de que los padres entendamos que puede ser algo fácil el hecho de dejarles un teléfono o una tablet para que se entretengan o no molesten, obliga a revisar si hay control parental o no. Todos tenemos la responsabilidad de aprender y pedir ayuda para comprender que la educación también tiene que ver con el manejo de las tecnologías y poner límite”, reitera.
“Es interesante, también, entender que pueden ser muchos los impactos nocivos para el desarrollo integral del menor, como el hecho de privarle que desarrolle su creatividad y aprenda a tolerar la frustración, porque las pantallas son la gratificación rápida aquí y ahora, la inmediatez, y también que puedan tener espacio y tiempo para hacer otras actividades y estar implicados en otros ámbitos, para saber esperar, e incluso para aburrirse, y los padres son los que pueden dosificar esto”, afirma Villares.
Sin embargo, los controles parentales tecnológicos no son la única opción que debe contemplarse. En este sentido, la sexóloga Silvia Pérez dirige el foco a la centralidad de la educación “afectivosexual”. “Educar en sexualidad en estas edades supone hablar de algo mucho más amplio”, indica, como “la importancia de querer y cuidar sus cuerpos, sean como sean, de respetar al resto de personas, de cómo prevenir abusos, de que el amor no duele y de que los niños y las niñas tienen el mismo valor”.
En este sentido, el estudio universitario presupone respecto a los padres que “lo más probable es que la mayoría no sepan cómo enfocarlo”. ¿Qué otros ámbitos aparte de la familia, la tecnología y la enseñanza pueden intervenir en la situación?
LAS IGLESIAS Y LA DIMENSIÓN DEL ÁNIMO
En el marco del ámbito cristiano evangélico en España el tema de la pornografía no es nuevo. Se han publicado artículos y libros, como El problema del porno, de Vaughan Roberts. Sin embargo, sigue planteando un reto para las iglesias. “El trabajo es principalmente animar a los padres a que eduquen bíblicamente a sus hijos”, dice García. “Y animar a los hijos a que escuchen a sus padres”, remarca.
“Cuando los chicos y chicas llegan, cada vez más temprano, a la adolescencia es bueno que desde la iglesia y el ministerio juvenil recordemos las enseñanzas parentales, ya que a este edad tienen un rechazo natural a lo aprendido y parecen escuchar más a cualquier otra persona”.
Una actitud que, tal y como indica este pastor, requiere también de tratamiento teológico. “Las charlas y predicaciones que hablen sobre sexo, pornografía, masturbación, enfermedades de transmisión sexual, deseo y la necesidad de ser queridos, son necesarias en nuestras iglesias. Y digo iglesias porque el problema pornográfico afecta a todas las edades”, remarca.
Para García, el consuelo y el acompañamiento, a partir de la reflexión bíblica, son la nota de color que se le debe exigir a las comunidades. “Para los que están ya inmersos en la pornografía, hay que animarlos a buscar todos los recursos necesarios para dejarlo. Desde ministerios específicos sobre conductas sexuales, mentores, psicólogos o grupos de ayuda, aunque en nuestro país esto es casi imposible por el factor vergüenza”, dice. “Al final, creo que lo principal es tener una pasión real por Dios y transmitirla a la siguiente generación y así favorecer que ellos desarrollen el agradar a Dios para siempre y no sus deseos sexuales temporales”, defiende.
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