El Mediterráneo se queda pequeño

Los intereses políticos y la presión de la derecha xenófoba reducen los canales migratorios a tres en todo el mar. Las travesías se vuelven cada vez más peligrosas por la presión que marcan algunas de las decisiones y acuerdos tomados hasta ahora.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 20 DE MARZO DE 2018 · 12:00

Una barcaza repleta de personas en algún punto del Mediterráneo. / Massimo Sestini, World Press Photo 2015,
Una barcaza repleta de personas en algún punto del Mediterráneo. / Massimo Sestini, World Press Photo 2015

El silencio difícilmente permanece siempre igual, como un vacío. Las respuestas siempre llegan y, a veces de la manera más inesperada. Como en el caso de Europa, donde cabe la pregunta acerca de si las autoridades sabían que la crisis migratoria desembocaría en la realidad actual, consecuencia en parte de una política de silencios y esquivos.

El último episodio de este paranormal relato de la historia continental ha sido la inmovilización del barco de rescate Open Arms, que lleva el mismo nombre de la ong a la que pertenece, en el puerto de la localidad siciliana de Pozzallo, según informa el diario Ara. El Open Arms ha desembarcado este domingo a 218 personas en esa ubicación, después de efectuar diferentes rescates en alta mar y de haber recibido amenazas de muerte por parte de guardacostas libios.

Una vez recibida la autorización del Centro de Coordinación de rescate marítimo italiano, la embarcación ha entrado en el puerto de Pozzallo y poco después su capitán, Marc Reig, y su jefa de misión, Anabel Montes, han sido citados a declarar en la comisaría local por el incidente con los guardacostas libios. Finalmente, la fiscalía de Catania ha ordenado requisar la embarcación bajo la acusación de favorecer “la inmigración clandestina y de asociación criminal”. De esta manera ha concluido la misión de rescate, antes de lo previsto. “Quizá debemos comenzar a defender nuestros derechos ante esta era tan insolidaria i extrema”, ha defendido el director de Open Arms, Oscar Camps. Desde Bruselas, la Unión Europea no ha mostrado ninguna intención de mediar en el asunto y ha manifestado que la embarcación debe acogerse a la legislación italiana.


LAS RESTRICCIONES DE ACCESO SON UNA CONDENA

Pero, ¿qué ha pasado en Europa para que las vías de acceso por el Mediterráneo se hayan reducido y, al mismo tiempo, endurecido tanto sus condiciones? El fruto de las maniobras políticas más destacadas de los últimos años.

Comenzando por Italia, país en el que se ha producido este último episodio, tan sólo es necesario observar el programa de las últimas elecciones generales, celebradas este 4 de marzo. La agenda de los principales partidos se ha concentrado en el discurso anti-inmigración, instigado en parte por el empuje de partidos de extrema derecha, como la Liga. Cabe recordar que Berlusconi, que volvió a presentar su candidatura, prometió expulsar a 600.000 personas del país.

Pero no todo queda en el discurso. A principios de 2017, el entonces primer ministro, Paolo Gentiloni, firmó un acuerdo con Libia, el principal punto de partida de la costa norte de África, que en tan sólo unos meses frenó la llegada de personas en un 70%. Las condiciones de ese pacto no se conocen del todo pero de entrada se puede entender como apoyo militar al Gobierno de Unidad Nacional libio que intenta gobernar en un país que quedó desestructurado tras la caída de Gaddafi en 2011 y que levanta sospechas en varias organizaciones internacionales por haber creado un vasto mercado de esclavos en el que se puede comprar a una persona por 300 euros.

Pero el de Italia no es el único acuerdo. De hecho es posterior al que firmó la Unión Europea con Turquía, de carácter básicamente económico y que brinda la posibilidad de entrar a formar parte de la comunidad en un futuro, para que ésta última bloquease los accesos al continente. Paradójicamente, el estado turco se ha convertido en uno de los mayores lugares de asilo del mundo. Aunque no se conocen las condiciones de ese asilo. De esta manera, los seis kilómetros que separan la costa turca de la isla griega de Lesbos se han convertido en una arriesgada travesía que no deja de ser la única opción para todo el flujo de personas que se mueven desde Afganistán, Pakistán, Irak y, especialmente, Siria.

El incumplimiento de las cuotas de asilo por parte de algunos países de la comunidad, como es el caso de España, que apenas ha acogido el 12% de su compromiso, han endurecido las posturas populares en algunos de los principales receptores, como Francia y Alemania, donde los neonazis son la principal oposición y tercera fuerza en el Bundestag.

Y a propósito del España, cuyo estrecho con Marruecos sería otra de las rutas más utilizadas, también se han endurecido las condiciones. Casos como el de la playa del Tarajal, donde murieron 15 personas ahogadas después de que la Guardia Civil les disparase pelotas de goma y lanzase gases lacrimógenos, no han sido aislados sino que forman parte de toda una cronología de actuaciones y decisiones políticas evasivas en cuanto a dar solución a la situación de las migraciones. Ninguno de los cuatro partidos principales que forman el Congreso ha presentado propuestas o iniciativas oficiales al respecto, y la relación de proximidad entre la monarquía española y la marroquí podría sugerir acuerdos informales para que el estado africano haya actuado de escudo.

Existen muchos episodios negros en la historia migratoria reciente de Europa, además de los tres señalados aquí, y que también responden a intereses políticos. Es el caso del endurecimiento fronterizo que ha caracterizado a Hungría desde que esta crisis comenzó a aparecer en los medios de comunicación. O también el caso del Canal de la Mancha y la radicalización de la postura británica que, en parte, ha originado el Brexit.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Opinion - El Mediterráneo se queda pequeño