Sobre ‘Cartas a mis nietos. Acerca de la Biblia’, de Stuart Park

Stuart, a través de este libro quiere que los niños, y también los mayores, se acerquen a la Palabra y la degusten.

16 DE FEBRERO DE 2020 · 20:00

Portada del libro con dos ilustraciones de Ana Kus Park./ Jacqueline Alencar,
Portada del libro con dos ilustraciones de Ana Kus Park./ Jacqueline Alencar

Cartas a mis nietos, ¿un libro para niños? Sí, porque en este proyecto, en primer lugar, los destinatarios son los cinco nietos del autor (Juan, Elías, Henry, Maxine y Ludvik), pero de seguro también fue escrito queriendo seguir la línea de Jesús en lo concerniente a los niños, cuando dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos”. Stuart Park emplea un lenguaje que les acerca, que les hace sentir parte de las historias contadas, ya que esas historias son también sus historias. Les son familiares porque el autor, junto a su esposa, es parte de ellas y esto lo quiere transmitir a los hijos de sus hijos, como ese ‘Grandpa’, que es.  En este sentido, cito unas líneas donde les comenta que “Jesús es la persona más maravillosa de la historia del mundo en mi opinión… Y lo primero que quiero que sepáis de Él (lo escribo con mayúscula por razones que entenderéis después) es que tiene un cariño muy especial por los niños… y os respeta grandemente (…) Para Jesús, los niños tenéis cualidades muy valiosas…”.

Y Stuart, a través de este libro quiere que los niños, y también los mayores, se acerquen a la Palabra y la degusten, así que su propósito es “abrir una ventana sobre un libro indispensable que conviene conocer, con la mira puesta en la incalculable riqueza que contiene”. 

Conviene recordar que todos llevamos un niño dentro y “Cartas a mis nietos” te lo aflora. Una vez empiezas a leerlo te encadena y te sientes motivado a adentrarte en sus páginas. El lenguaje utilizado es claro, sencillo, sin adornos, pero que provoca imágenes como si de una película se tratara. ¿Cómo no ver la mano de Dios, de Jesús, en todo lo creado, al oír hablar sobre un petirrojo que construye su nido primorosamente, o de las amapolas que embellecen y dan colorido a la ancha Castilla? ¿Viendo sobrevolar las cigüeñas, los gavilanes, el rabilargo, los mochuelos? ¿Viendo las ovejas pastar por verdes prados? ¿Al buen pastor ejerciendo su oficio?

Pareciera que se superponen tres tiempos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, y también este que nos toca vivir. Para señalar que todo es real e interdependiente.

Sorprende esa facilidad con que te lleva del Antiguo Testamento al Nuevo, y viceversa; sin confundirte; es más, logra transportarlos hasta nuestros días para demostrar que Dios estaba ayer, pero es el mismo de hoy; y será. Nos hace sentir que, como los personajes bíblicos, los cristianos también estamos metidos en la historia de la humanidad. Nos insiste en que cada personaje tiene algo de Jesús, el hilo conductor de todo ese libro maravilloso que es la Biblia.       

Sobre ‘Cartas a mis nietos. Acerca de la Biblia’, de Stuart Park

Algunas ilustraciones de Ana Kus Park, que acompañan los textos./ J. Alencar
         

Me encanta su preámbulo sobre las murallas de Ávila antes de contar la batalla de Jericó, una ciudad amurallada. Haciéndonos imaginarnos esa ciudad de las palmeras y abundantes frutos, y jardines llenos de rosas. Enlaza la entrada de Josué en Jericó y la salvación de Rahab y su familia, con aquella otra entrada, la de Jesús en la casa de Zaqueo el publicano, mucho tiempo después, para salvar lo que se había perdido. Y también ese viaje hasta las Islas Hébridas de Lewis y Harris, en Escocia, para ver, desde lo alto de un acantilado, una playa de blancas arenas, con un sol radiante, a pesar del horizonte color negro, viendo las olas azul cobalto del mar y los bellos reflejos de un arco iris de intensos colores, y las decenas de alcatraces cayendo en picado para capturar peces, para luego hablarnos del último libro de la Biblia, el Apocalipsis, de la visión de S. Juan en la isla griega de Patmos…

Las bellas ilustraciones de Anna Kus Park refuerzan esta labor. Realmente es una edición sumamente cuidada, trabajada con delicadeza.

Estas treinta cartas me han permitido viajar por lugares hasta ahora desconocidos; por su historia, como la de Preston, ciudad natal del autor y cuna de la Revolución industrial. No desaprovecha para introducirnos en sus recuerdos familiares y personales. Hasta podría decir que se ven retazos de unas Memorias.

Nos cuenta sus paseos familiares por el lago Grasmere para contar la travesía de Jesús y sus discípulos por el mar de Galilea. O Auschwitz, donde murieron más de un millón de mujeres, hombres y niños, para relatar la historia de Israel con sus aciertos, debilidades y penalidades. Nos hace pasear por Cambridge y su universidad para hablar de la sabiduría de Salomón… Tierra de Campos, cubierta de cereales, para hablar de Rut en la era de Booz. O describe una estatua de un rey asirio que está en el museo de Londres para luego relacionarlo con el profeta Jonás y, por ende, con Jesús. La dinámica de los tiempos, personajes y lugares logrando conmovernos. He podido viajar a Tordesillas, San Petersburgo, Philadelphia, Cracovia, Sepúlveda, Patmos, Belén, Roma, Surbiton, Susa…

A través de unas cartas les enseña a sus nietos otras, aquellas que el apóstol Pablo escribiera antaño, contándoles además acerca de su vida y grandes obras; de sus viajes misioneros, y de muchos otros aspectos, así como también destaca la epístola a los Romanos y les habla de la justificación por la fe y aprovecha este asunto para mencionar personajes como Agustín de Hipona, Lutero o John Wesley; o las persecuciones sufridas por los cristianos; o cuando la iglesia cristiana por un momento se convirtió en perseguidora.

El recorrido nos hace pensar, pues creer es pensar. La fe no se impone. Por eso menciona a aquellos científicos que creían en Dios como Newton, Boyle, Faraday… Por si no lo sabíamos, fe y razón van juntas.

Este libro de seguro acerca a la Biblia, y puede estimular a los niños y mayores a descubrir quién es Dios, y qué quiere de ellos. No; no es una manera más de contar. Os invito a leerlo.

Tejares, 2012/2020

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