Las peripecias de la inmigración: una reflexión evangélica

Tengo el privilegio de ser uno de esos migrantes que ha encontrado en España la bienvenida, su hogar y su país de residencia.

15 DE AGOSTO DE 2022 · 16:00

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Ralphs Fotos, Pixabay

Este sábado 13 de Agosto el diario El País ha dedicado 3 páginas completas al tema “Un día sin inmigrantes” que de inmediato he leído con un interés absorbente. El tema me apasiona porque debido a mi trabajo cristiano con los GBU y Ediciones Certeza  he sido un inmigrante en varios países y me he tenido que familiarizar con la legislación  y la variedad de procedimientos legales y policiales en cada uno de ellos. Quienes vivimos en España sabemos del papel que ha jugado la inmigración en su historia.

Tengo el privilegio de ser uno de esos migrantes que ha encontrado en España la bienvenida, su hogar y su país de residencia.

Es asombrosa la cantidad de material que la Biblia dedica a la consideración y justicia que el inmigrante requiere y que la propia legislación le asigna. Para empezar tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento hay numerosas páginas que muestran la sensibilidad aunque algunas de esas historias nos resultan a veces difíciles de entender hoy.

En la vivencia de mi fe evangélica he tenido que criticar a veces la insensibilidad de ciertos teólogos y pastores en América Latina como en Asia o África. Al respecto hemos ido acumulando escritos en libros y documentos brotados de la vida y de la Palabra.

Un pasaje sobre el cual sigo meditando es el de Felipe en Samaria que acompaña una historia de dispersión: Felipe había predicado sobre Isaías 53 y se encontró con un etíope eunuco, alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los Etíopes. Éste había ido a Jerusalén para adorar y en el viaje de regreso a su país iba sentado en su carro leyendo el libro de Isaías 53. El Espíritu le dijo a Felipe que se acercara al carro. “Felipe se acercó de prisa y al oír que el hombre leía al profeta Isaías le preguntó: “¿Acaso entiende Ud lo que está leyendo?” “¿Y cómo voy a entender si alguien no me lo explica? Dígame usted por favor ¿de quién habla aquí el profeta, de sí mismo o de algún otro?” Le preguntó el eunuco a Felipe. Entonces Felipe, comenzando con ese mismo pasaje de la Escritura, le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús. Mientras iban por el camino llegaron a un lugar donde había agua, y dijo el eunuco: Mire usted aquí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado? Entonces mandó parar el carro y ambos bajaron al agua, y Felipe lo bautizó. Cuando subieron del agua el Espíritu del Señor se llevó de repente a Felipe. El eunuco no volvió a verlo pero siguió alegre su camino. (Hechos 8:26-40 Nueva Versión Internacional)

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