El apocalipsis de Hal Lindsey
Con el gran éxito editorial de “La agonía del gran planeta Tierra” Lindsey popularizó conceptos como el Rapto o el Anticristo, unidos a la actualidad de la política internacional.
18 DE FEBRERO DE 2025 · 13:00
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Pocos libros han tenido tanta influencia como “La agonía del gran planeta Tierra” (1970). No sólo vendió 35 millones de ejemplares, sino que logró lo que pocos han conseguido en círculos cristianos –sean músicos o predicadores–, traspasar la barrera de las iglesias, para llegar al gran público.
Como dice el profesor de literatura de la principal universidad irlandesa –el Trinity College de Dublín–, Mark Sweetnam, el libro del ahora fallecido Hal Lindsey (1929-2024) traspasó como perfecto “crossover”, la barrera de la subcultura evangélica para ser como se decía en los 70, “novela de kiosco” en las estaciones de autobuses, aeropuertos y supermercados. Se leía, tanto en el “cinturón bíblico” como en los centros de la contracultura, ya que fue alabado por figuras tan lejos del “Establishment” como Bob Dylan o Bob Marley.
No hacía falta ir a una librería normal para comprar la popular edición secular que hizo la editorial Bantam. El volumen competía en las calles con “El exorcista”, “El guardián entre el centeno”, el informe de la Comisión Warren sobre el asesinato de John F. Kennedy, las novelas de Agatha Christie o los libros de sexo que se empezaban ya a poder vender fuera de las “librerías de adultos” que ofrecían material pornográfico.
Es cierto que fuera de Estados Unidos, todo esto se veía de forma muy diferente. Era un “autor evangélico”, cuyo libro sólo se podía conseguir en “librerías cristianas”. Se creía que era un predicador más, sin la fama de “hombre de mundo” que adquirió en América en su programa de televisión con la Biblia al lado del vaso de whiskey y un puro en la mano. Casado cuatro veces, Lindsey vivía al margen de las iglesias tradicionales, aunque tenía en ellas algunos de sus más fervientes seguidores. Trabajó un tiempo para la Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo –conocida en Europa como Agapé– durante la Revolución por Jesús, cuando muchos “hippies” le escuchan en la universidad californiana de Berkeley. Forma incluso una comunidad llamada la Casa de la Luz y Poder de Jesucristo en Alburquerque.
“La agonía del gran planeta Tierra”
Como la mayoría de los libros más populares que había en el mundo evangélico entonces, no lo escribió él solo. Tampoco acude al matrimonio pentecostal de John y Elizabeth Sherrill, los “autores-fantasma” de los libros de David Wilkerson (La cruz y el puñal), Corrie Ten Boom (El refugio secreto) o el Hermano Andrés (El contrabandista de Dios), ni al profesor de comunicación del Seminario de Fuller, Mel White –padre del creador de series, Mike White, que “salió del armario” en 1994–, que hacía libros para Jerry Falwell, Pat Robertson o Billy Graham. La redactora del texto que firma Lindsey era una periodista llamada Carole C. Carlson.
Su libro es realmente pionero de todo lo que vino después. Lo que logra alguien como Tim Le Haye con el novelista Jerry Jenkins –padre del creador de la serie “Chosen” – en la saga de “Dejados atrás” en los 90, no hubiera sido posible sin la introducción al dispensacionalismo que hace al gran público, Lindsey, popularizando conceptos como el Rapto o el Anticristo, unidos a la actualidad de la política internacional. Es él quien pone las bases para argumentos como los de los críticos de la vacuna del COVID –como instrumento de la Marca de la Bestia– o la serie de HBO, The Leftovers –que presenta una versión secular del Arrebatamiento secreto–.
Lindsey se veía a sí mismo como un evangelista, que leía la Escritura a la luz de “los signos de los tiempos”, para demostrar que el mensaje de la Biblia no era sólo actual, sino urgente. El desafío del principio del libro es a “dar una oportunidad a Dios para presentar su punto de vista”. Es así como vino a España también, invitado por Juan Gili de Evangelismo en Acción, para dar conferencias con un propósito evangelístico.
¿Dispensacionalismo?
Hal Lindsey nació en 1929 en Houston. Fue guardacostas en la guerra de Corea y capitán de un remolcador en Nueva Orleans. Aunque iba a la iglesia, no tenía una experiencia de fe como cuando está a punto de morir en el Misisipi. Así en 1955 “nace de nuevo”, tras conocer a un famoso pastor de Houston llamado Robert Thieme de la iglesia Berachah. Este predicador, al que su congregación llamaba El Coronel, tenía la habitual mezcla americana de fundamentalismo con dispensacionalismo –la interpretación de la Biblia por la que Dios se relaciona de forma diferente en distintas épocas–.
Nacido en conferencias sobre Profecía del siglo XIX, el dispensacionalismo adquiere particular importancia a principios del siglo XX en Estados Unidos cuando se convierte en la base de la primera Biblia anotada en ser aceptada por los evangélicos, la que hizo Cyrus I. Scofield en 1909, que llega a publicar la universidad de Oxford. La idea, básicamente, es que Dios tiene dos pueblos: el judío, o sea Israel y la Iglesia. El primero cumplirá los planes de Dios en la Tierra, mientras que el segundo reinará con Dios en el Cielo. Lindsey se forma en el principal centro académico del dispensacionalismo, el Seminario Teológico de Dallas, donde se gradúa en 1962 en griego del Nuevo Testamento.
Al acabar el seminario, Lindsey entra el Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo –Agapé en Europa y Cru en Estados Unidos–. Conecta con los “hippies” de las universidades californianas de Los Ángeles y Berkeley, centros de la contracultura juvenil que va a llegar a todo el mundo. Presenta la profecía bíblica en relación con la guerra del Vietnam, las protestas estudiantiles, la crisis de Oriente Medio y la amenaza nuclear. Según él, todo estaba predicho en la Escritura.
Su fijación en la escatología de Daniel y Apocalipsis hace que la Cruzada empiece a verle como un fanático. Al fundador de su organización (Campus Crusade), Bill Bright, le preocupa ver al grupo asociado con su particular “caballo de batalla teológico”. Y tras seis años, se le anima a salir de la Cruzada. Forma entonces una comunidad, como muchos “hippies” cristianos. La llama la Compañía de Luz y Poder de Jesucristo. Se establece al principio al lado mismo de la residencia de estudiantes de la universidad de California UCLA. Luego irá a Alburquerque, Nuevo México.
Éxito editorial
“La agonía del gran planeta Tierra”, lo publica al principio una editorial evangélica, Zondervan. Al ver el éxito que tiene, 500 mil ejemplares en pocos años, vende los derechos a una casa secular, Bantam, que lo publica en una edición de bolsillo con amplía distribución en todas partes. Se calcula en 10 millones de copias, lo que había vendido ya a finales de los 70. ¿Dónde está el secreto de su éxito?
Su visión del Apocalipsis no es desde luego, original, pero sí, el estilo con que lo presenta a un público adulto joven de la generación del “baby boom” de la posguerra. Básicamente, anuncia cuatro acontecimientos como cumplimiento de la profecía bíblica, tres de ellos relacionados con el pueblo judío. El regreso a su tierra trae la recuperación de Jerusalén y la reconstrucción del Templo destruido por los romanos, el año 70 después de Cristo. A esas tres fases se une el Rapto o Arrebatamiento de los cristianos en cualquier momento. Tras el establecimiento del Estado de Israel en 1948 y la victoria en la guerra árabe-israelí de 1967, se recupera Jerusalén. Sólo quedan dos de las cuatro cosas que han de suceder todavía, lo que indica que el fin está cercano.
Cuando se compara el estilo popular de Lindsey y Carlson con el de los libros de los profesores de Dallas, se observa un lenguaje popular y periodístico, frente al carácter técnico de distinciones bizantinas de sus maestros. El libro llama al Rapto “el último viaje” en un juego de palabras con el “trip” psicodélico y el Anticristo es “el futuro Fuhrer”. Se habla al lector como “la generación que busca”, apelando a la curiosidad que había entonces por todo tipo de experiencias, sea con el sexo o la droga. No es extraño que la Gente de Jesús (Jesus People) lo convirtiera en su libro favorito, según el estudio que ha publicado recientemente la universidad de Oxford por Larry Eskridge.
Su modelo de televisión
Lindsey no hubiera tenido la popularidad que alcanzó, si no fuera por la televisión y la película que hizo en Israel, narrada por Orson Welles. La imagen mediática que daba no era la del predicador al uso. Su modelo son maduros y respetados comentaristas políticos que analizaban la situación internacional en televisión, lejos de los manierismos y teatralidad de los televangelistas. Al principio no se le veía todavía fumando y bebiendo alcohol en la pantalla, pero sí que se presentaba con el aplomo y persuasión del “hombre de mundo”. No parecía un fanático fundamentalista. El éxito que tiene es impresionante.
Ya en 1977 se le describe en la revista semanal de actualidad editorial, Publishers Weekly, como “un evangelista de adventismo apocalíptico que se pasea con cazadora de piloto de carreras con un Porsche o un Mercedes de alta gama por Los Ángeles”. El diario de Los Angeles Times dice en 1981 que gana “miles de dólares a la semana”. Las ventas son de libros, películas y casetes, junto a una agenda llena de conferencias y consultas que incluyen a políticos de nivel bajo y medio de todo el mundo.
Su vida personal se empieza a resentir seriamente de todo ello. Su primer divorcio es cuando se convirtió. Se casó entonces con Jan Houghton, que trabajaba con él en la Cruzada Estudiantil y aparece con él en fotos hasta mediados de los 80, que cambia su imagen en una reedición del libro y quita su nombre de la dedicatoria. Su segundo divorcio empezó a levantar dudas sobre él en círculos conservadores, pero el tercero y el cuarto se unen al descrédito de su anuncio del Armagedón en los años 80 en un libro publicado también en español.
Para entender la imagen patética en la que acaba como “tertuliano” de televisiones locales, exhibiendo su doctorado en Stanford y llenando pizarras con palabras en griego y hebreo, no hay más que verle en fotos con limusina o a caballo y chicas esculturales con aspecto de modelo a cada brazo. Según uno de los que han investigado su vida, su última esposa era una “estrella del porno”.
¿Cómo se llega a esto?
El evidente deterioro de la moralidad evangélica al que se ha llegado en el “trumpismo”, es difícil de entender sin ver la evolución que han tenido estas “personalidades evangélicas”. Obviamente, que de un día para otro no se convierte en candidato evangélico, un “playboy” que ha hecho su fortuna en casinos, rodeado de “estrellas del porno”, porque está en contra del aborto y el LGTB. Probablemente, no son estas “celebridades”, los responsables del escándalo por el que los representantes de los “valores cristianos” sean conocidos por su inmoralidad personal. En el “ranking” de transparencia financiera de ministerios, la organización de Lindsey no podía estar más bajo. Era una mera forma de apropiación personal de todas las donaciones sin ninguna obligación fiscal.
La culpa aquí no es sólo de los que se aprovechan de ello, sino de los que les apoyan. Son los evangélicos, los que han “bajado el listón” de lo que es aceptable en la vida de sus representantes. En primer lugar, en la verdad de lo que dicen. Lindsey anuncia en sus primeros libros que cuarenta años después de la fundación del Estado de Israel en 1948, se producirán todos los acontecimientos escatológicos que la Biblia anuncia. Según su lectura de Mateo 24, eso nos lleva a 1988.
¿Cómo se puede tolerar semejante especulación? Los evangélicos la han denunciado en sectas como los Testigos de Jehová, pero algunos de nuestros más respetados predicadores han jugado una y otra vez al cálculo de fechas, cuando Jesús nos dice que “no nos toca a nosotros, saber los tiempos” del momento de la llegada del Reino (Hechos 1:7).
“Nacionalismo cristiano”
En la Era Reagan aparece ese “nacionalismo cristiano” que apoya el fortalecimiento del poder militar de Estados Unidos de armamento nuclear, pero la caída de la Unión Soviética lleva a revisar todo ese escenario. En 1989 Lindsey propone entonces, “El camino al holocausto” en un libro en que intenta defender sus especulaciones escatológicas. A él seguirán su “Planeta Tierra 2000 DC: ¿Sobrevivirá la humanidad?” en 1994. Cambia de televisión cristiana a TBN, donde su programa se llama el “Informe de Hal Lindsey” desde el 2007 cuando se vuelve a cambiar de canal a Daystar Television con las criticas del hijo de los Crouch, actual director de TBN.
La actual invasión de Ucrania y el avivamiento del conflicto de Israel con Hamás ha vuelto a hacer resurgir la especulación de temores apocalípticos en círculos donde la “conspiranoia” se une al “nacionalismo cristiano” en Estados Unidos. La revelación del “apocalipsis”, sin embargo, que supone conocer la realidad de la vida de alguien como Hal Lindsey, te muestra cómo el estudio de la Biblia puede ser una forma de escapismo de nuestra dificultad personal para vivir la ética del Reino.
Alguien que se casa cuatro veces como Lindsey, es evidente que creía en el matrimonio y quería vivir de acuerdo con los principios de la moralidad bíblica. Ahora bien, la tolerancia que hay con el divorcio en medios evangélicos, contrasta con el rigor con el que denuncia toda desviación sexual como algo impensable en un verdadero cristiano. Se defiende la vida humana, pero no se hace lo más mínimo para mantenerla con atención sanitaria después de su nacimiento. Las contradicciones de ese tipo de cristianismo hacen muy difícil que se tome en serio sus predicciones proféticas.
Vivir bajo la autoridad de la Palabra de Dios es reconocer nuestra culpa, delante de Aquel ante el que no tenemos excusa. Todos tenemos un problema ante el juicio de Dios (Lucas 13:1-5). Nadie se salva por su ideología, ni el partido por el que vota. Todo eso son espejismos con los que levantamos “cortinas de humo” ante nuestro fracaso moral. El juicio vendrá cuando menos lo esperamos (Lucas 17:20-37). Y lo que provoca en Jesús es grandes lágrimas (Mateo 23:37-38).
Cuánto más conocemos la Escritura, más se pedirá de nosotros (Marcos 4:24-25). El Señor no desea acabar con nosotros, sino salvarnos (Ezequiel 33:11). Si nos volvemos a Él, tenemos la esperanza de un gran futuro para el planeta Tierra (Apocalipsis 21). Es a la luz de ella, que debiéramos vivir de otra manera (1 Juan 3:3).
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