Bob Dylan y la cruz de Jesús
Nunca, hasta ahora, se había publicado un libro tan exhaustivo sobre un tiempo esencial y decisivo en la trayectoria de Dylan como este “Slow train coming. Bob Dylan y la cruz de Jesús”, de Ana Aréjula y Luis Lapuente.
06 DE AGOSTO DE 2024 · 10:00
Disco incomprendido e incluso repudiado en su momento, “Slow train coming” es una de las indiscutibles obras maestras de Bob Dylan. Con él se inicia un periodo marcado por el escándalo que supuso en 1979, su conversión a la fe cristiana. Nunca, hasta ahora, se había publicado un libro tan exhaustivo sobre un tiempo esencial y decisivo en la trayectoria de Dylan como este “Slow train coming. Bob Dylan y la cruz de Jesús”, de Ana Aréjula y Luis Lapuente. Este es el prólogo que he escrito para el volumen que ha publicado ahora Ediciones Efe Eme en Valencia.
Si hay un disco de Dylan que provocó tanto rechazo en sus seguidores como en aquellos que nunca le han soportado, ese es “Slow Train Coming” (1979). Cuando publiqué un dossier de prensa en Valencia en 1986 con las traducciones de sus canciones y mis comentarios sobre los ahora llamados “años de Jesús”, observé que la crítica no podía ser más demoledora. Para muchos era “el clavo que faltaba para cerrar su ataúd”. ¿Quién podría imaginar que años después, músicos como Nick Cave o Sinéad O´Connor, lo consideraran uno de sus discos favoritos? ¿O que incluso Joaquín Sabina reconozca en este libro que no lo valoró como debiera, por los prejuicios que tenía entonces?
Es cierto que en aquella época pocos dominaban el inglés en nuestro país, pero entendieron lo suficiente para decir que se había hecho “católico” –según esa curiosa costumbre española de llamar a todo lo cristiano, “católico”–, vuelto al judaísmo –aunque el álbum estuviera lleno de referencias a Jesús–, o incluso que se había hecho de una secta –como los mormones o testigo de jehová, si no era católico–. Tras el “nacionalcatolicismo”, la juventud española había quedado tan inmunizada de cualquier influencia religiosa, que parecía que lo único que habíamos heredado es un completo desconocimiento de todo lo que no sea católico. En ese sentido, el libro de Aréjula y Lapuente es con diferencia, la fuente mejor informada de la fe a la que se volvió Dylan en aquellos años.
Sólo un gran conocedor del soul como Lapuente, podía valorar el paso de Dylan por los estudios de Muscle Shoals en Alabama y una estudiosa de la Biblia como Aréjula, la influencia del Libro de los Libros en el actual Premio Nobel de Literatura. A estas alturas son ya muchos los libros y artículos que se han publicado en inglés sobre aquellos años, pero hasta ahora nada de ello había aparecido en castellano. Ya sólo por eso, este libro es una gran aportación a la bibliografía sobre Dylan.
Un largo camino
La obra comienza poniéndonos en situación. Tras una gira agotadora por todo el mundo, Dylan intenta huir del fracaso de su matrimonio con Sara, sin duda la mujer que más estabilidad le había dado hasta entonces. Aunque se casó con ella en secreto en 1965, tuvieron cuatro hijos –cinco, con otro que tenía ya ella– y aunque se separaron en 1974 –la época de “Blood on the Tracks” –, se habían vuelto a reconciliar al año siguiente –cuando hizo “Desire” –. Su divorcio el año 77 abre una larga lucha por la custodia de sus hijos, que han sido siempre muy importantes para él. Muchas de sus canciones describen en realidad esa historia de amor y odio, que fue su matrimonio con Sara.
Dylan se sentía tan infeliz entonces, que había llegado a considerar seriamente la posibilidad del suicidio –algo insólito en él, ya que los que le conocen dicen que es más agresivo que desesperado–. Es entonces cuando algunos de los amigos y músicos de su banda se hacen cristianos, tras los excesos de finales de los años 60 y principios de los 70, que muchos vieron sus vidas arruinadas por el abuso del alcohol y las drogas. Es la época de la Revolución por Jesús, la llamada “Gente de Jesús” (Jesus People) o “Locos por Jesús” (Jesus Freaks), cuando tantos “hippies” se vuelven al cristianismo en California. El libro dedica el primer capítulo a este movimiento.
La Comunidad de la Viña
Los autores van más allá de la anécdota en la que tantos se quedan de la visión y la cruz en Tucson (Arizona), para entender la fascinación por Jesús de un judío como Dylan. No hay duda de que, si hubo una persona clave en su conversión, fue la mujer afrodescendiente con la que él estaba entonces, Mary Alice Artes, así como la pequeña iglesia evangélica a la que pertenecía, la Comunidad de la Viña que crecía en el valle de San Fernando de Los Ángeles, como extensión de la llegada de tantos “hippies” a la Capilla Calvario de Costa Mesa.
Fundada el año 74 por un pastor y cantante de origen luterano llamado Ken Gulliksen, al ser una iglesia pequeña, carecía de local propio, por lo que se reunían en lugares alquilados o en la misma playa. A principios del 79 Artes puso en contacto a Dylan con los pastores de esta comunidad, llegando a entrar en una escuela de discipulado, donde estudiaron la Biblia cada mañana durante más de tres meses. Los dos fueron bautizados aquel mismo año en la piscina de la casa del cantante y actor evangélico Pat Boone.
Es evidente que Dylan estaba buscando algo que diera sentido a su vida. Estaba angustiado e inquieto. Abusaba del alcohol, y se sentía culpable y desorientado. Se encontraba tan bajo de ánimo que necesitaba algo o alguien que le ayudara a levantarse. “No podía hacerlo solo –canta en “Ángel precioso” – Tú me mostraste que estaba ciego, / cuán débil era el fundamento sobre el que me sostenía”. Y confiesa a la “Mujer del Pacto”: “He sido roto / destrozado como una taza vacía / sólo espero que el Señor me reconstruya y me llene”, una vez que ha encontrado “una mujer temerosa de Dios”. Un periodista que ha escrito un libro sobre aquella época, Paul Williams, reconoce que, aunque él no sea cristiano, “su gratitud a su Señor y a la mujer que le mostró el camino está expresada de un modo tan hermoso y humilde que, aunque uno sea extraño a todo eso, no puede menos que conmoverse”.
Canciones diferentes
Su nueva fe le empezó a inspirar canciones tan diferentes, que pensó en cedérselas a sus cantantes afroamericanas, pero finalmente decide grabar “Slow Train Coming” en 1979, un disco que habla directamente de su nueva relación con Jesucristo. Sus primeros conciertos en San Francisco muestran a un Dylan diferente, que se niega a cantar sus antiguas canciones, repitiendo las palabras del apóstol Pablo a los Corintios: “Las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Las actuaciones comenzaban con temas gospel interpretados por las cantantes que le acompañaban entonces. Bob oraba con ellas y sus músicos antes de los conciertos. Se les veía detrás del escenario, cogidos de la mano en círculo. Él vestido con una cazadora de cuero negro como un cantante de rock, pero hablando como un predicador. Sus sermones provocaban la respuesta a gritos de un público que no sabía cómo reaccionar ante todo aquello.
La mayoría de los críticos le ridiculizaron entonces terriblemente. “Divinamente horroroso”, titulaba su crónica uno de los comentaristas. Otro decía: “Dylan ha escrito algunas de las más banales canciones de toda su carrera, carentes de toda inspiración e imaginación”. Y el principal diario de San Francisco profetizaba de hecho que “años después, cuando los historiadores sociales miren atrás hacía estos años, la conversión de Dylan será una concisa metáfora del inmenso vacío de esta época”.
Hoy en día ya nadie duda de la sinceridad de su experiencia. En “¿Qué puedo hacer yo?”, Dylan cantaba a Dios: “Tú me has dado vida para vivir”. Y su oración era sincera. Podía decir: “He escapado de la muerte tantas veces, que sé que sólo vivo / por la gracia salvadora que está sobre mí”. Dylan estaba verdaderamente agradecido. Creía de verdad lo que cantaba, y al final sufría por hacer pública su fe. Ese es el cuadro que hace también el pintor Francesco Clemente en otro libro sobre aquellos días, en que parecía tan empecinado e inamovible en sus creencias.
¿Qué ha quedado de su fe?
La pregunta que muchos se hacen hoy es qué ha quedado de su fe. Las pocas veces que habla de ello, parece ser cristiano todavía, pero era evidente que no podía seguir haciendo el mismo tipo de letras, ni asistir regularmente a las reuniones de ninguna iglesia. No era su estilo y muchos le acosaban cada vez que iba a los cultos. Su reciente esposa, Carolyn Dennis, dice que es todavía “un verdadero creyente en toda la Biblia”. En 2022 asegura al Wall Street Journal que es “una persona religiosa, lee mucho las Escrituras, medita y ora”. Cree en “la condenación y la salvación, la predestinación, los Cinco Libros de Moisés y las Epístolas Paulinas”. En ese sentido, podríamos decir que “Slow Train Coming” abre un periodo de su vida, que todavía no se ha cerrado.
El libro de Aréjula y Lapuente te ayuda a entender cómo ha llegado hasta allí, la influencia de la Biblia en sus letras y en qué consiste su judaísmo. Nos traslada de la Rolling Thunder Revue a la Comunidad de la Viña, pasando por “Renaldo y Clara” o “Street Legal”. Estudia la producción y grabación del álbum, considerando a los músicos que le acompañan. Examina sus canciones y las giras con las que presenta su nueva fe como la génesis de “Saved” y “Shot of Love”, para preguntarse qué ha quedado de todo ello. Si algo le aseguro, es que este libro no le dejará indiferente.
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