Pioneras de la educación femenina

La educación no es un compartimento más en nuestro fragmentado modo de vida, sino que sigue siendo un desafío para todos aquellos que creemos que el conocimiento de los hechos se relaciona con el sentido de la vida del hombre y el mundo.

09 DE MAYO DE 2023 · 09:00

La Fundación Ortega-Marañón tiene una exposición en Madrid hasta el 1 de julio sobre María de Maeztu y la Residencia de Señoritas (1915-1936) como motor de igualdad.,
La Fundación Ortega-Marañón tiene una exposición en Madrid hasta el 1 de julio sobre María de Maeztu y la Residencia de Señoritas (1915-1936) como motor de igualdad.

La Fundación Ortega-Marañón tiene una exposición en Madrid hasta el 1 de julio sobre María de Maeztu y la Residencia de Señoritas (1915-1936) como “Motor de igualdad”. Me ha emocionado ver las fotos de la época cuando estuvo mi abuela, pero me ha decepcionado volver a ver cómo se silencia el papel de la institución protestante pionera en la educación femenina –el Instituto Internacional– en la formación de la Residencia. Fue el Instituto quien prestó sus instalaciones de la calle Fortuny a la Junta para la Ampliación de Estudios, para que Maeztu estableciera la Residencia. Y no es ella la que establece el carácter laico de la institución, sino la directora del Instituto –Susan Huntington– quien permitía ya que jóvenes católicas como mi abuela, residieran allí sin recibir enseñanza religiosa.

El edificio del Instituto Internacional, fundado por la misionera protestante Alice Gordon Gulick, que está en la calle Miguel Ángel 8 de Madrid, se amplía luego hasta la calle Fortuny, donde se establece la rama femenina de la Residencia de Estudiantes. La generación del 27 lo conocía como ‘El Boston’. Es en esa época cuando estuvo mi abuela allí, Patrocinio Segovia, que había venido de Salamanca –después de estudiar Magisterio, para hacer Filosofía y Letras en Madrid–, mandada por su padre, el decano de la Facultad de Medicina en la época de Unamuno, conocido por sus ideas regeneracionistas.

Yo no conocí a mi abuela, pero me impresiona pensar en ella, cada vez que tengo que hablar en el Instituto. He visto allí las antiguas revistas de la Iglesia Congregacional norteamericana que mandó a los Gulick como misioneros. El retrato de Alice Gordon Gulick (1847-1903) estaba aún el salón, la última vez, así como un antiguo órgano con una placa de agradecimiento a la iglesia que lo regaló en Estados Unidos. Es una historia que parece seguir siendo desconocida para todos los que relacionan el Instituto con la Junta para la Ampliación de Estudios de la Institución Libre de Enseñanza, cuando estas misioneras se dedicaban ya a la educación desde 1872, teniendo su colegio de San Sebastián un gran prestigio.

Aquellas pioneras de la educación femenina en nuestro país nos hablan de “la España que pudo ser”. Sus escritos nos hablan de esa cultura del exilio, pero también de “esta labor realizada por misioneras protestantes convencidas de que, para lograr más tolerancia religiosa en España, había que educar mejor a las mujeres de la clase media alta, pues éstas formaban el más fuerte reducto de la intransigencia española”.

Pioneras de la educación femenina

El Instituto Internacional, fundado por la misionera protestante Alice Gordon Gulick en la calle Miguel Ángel de Madrid, se amplía hasta la calle Fortuny, donde se establece la Residencia de Señoritas.

Pioneros de la educación femenina

Es evidente que “el éxito de las misiones dependía en muchos casos de la eficacia de sus escuelas, en un país donde el analfabetismo alcanzaba proporciones extraordinarias”. Historiadoras católicas como Carmen de Zulueta (1916-2010) pensaban “que se debía dar crédito a los misioneros extranjeros por haber traído a España métodos educativos modernos –alemanes, suizos, ingleses, norteamericanos–, tan necesarios para la reforma de un sistema aún medieval”.

Hay que darse cuenta de que el movimiento de educación superior de la mujer comienza en Nueva Inglaterra con seminarios femeninos, como en el que estudió Alice Gordon Gulick, Mount Holyoke, fundado por la Iglesia Congregacional en 1837. La Biblia era la base de este centro, donde se formó la poetisa norteamericana Emily Dickinson. Alice enseñaba filosofía allí, hasta que se casó con William Gulick en 1871, hijo y hermano de misioneros, nacido en Hawaii. Unas semanas después de la boda, salieron para España, enviados por su Junta de Misiones.

En una carta de William a su hermano Halsey, Gulick le cuenta sus primeras impresiones sobre el pastor de la primera iglesia protestante de Madrid –inaugurada en 1869 en la Plaza de Catalina de los Donados, detrás de Opera–, el catalán Francisco de Paula Ruet –un cantante de ópera convertido en Turín por medio de los valdenses–, que mantenía una difícil relación con el misionero bautista norteamericano Knapp.

El copastor de la iglesia de Madrid, el gran predicador Antonio Carrasco –un joven malagueño que escapó de la persecución, para doctorarse en Lausana sobre la deidad de Jesucristo– le invitó a formar parte del Consistorio de la Iglesia Cristiana Española, cuando los Gulick deciden establecerse en Santander. Poco después moriría Carrasco, al hundirse el barco en que venía de Nueva York, de hablar en la Asamblea de la Alianza Evangélica Mundial.

Pioneras de la educación femenina

Del Instituto de los Gulick salen en 1897 las primeras licenciadas en Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid.

Primeras escuelas

William tenía algunos hermanos, que eran también misioneros en España. Thomas estaba ya en Santander, cuando ellos llegaron, pero luego se fue a Zaragoza. Y Luther había creado un internado para niñas en el barrio de Gracia de Barcelona en 1872, cuando William y Alice establecen una escuela primaria en Santander. Eran colegios gratuitos, muy bien organizados y con métodos de enseñanza modernos, como El Porvenir, fundado por el misionero luterano alemán Federico Fliedner –donde yo mismo tuve la oportunidad de estudiar en Madrid–.

Tras formar la primera iglesia evangélica en Santander, los Gulick buscan un pastor español formado en Lausana, Enrique Tienda. Las difíciles condiciones en las que vivían hacen que mueran sus cinco hijos, uno detrás de otro. Sólo la fe pudo hacerles seguir adelante. Alice comienza un internado para chicas en 1877, que se traslada a San Sebastián, dejando la misión en manos de españoles como Carlos Araujo.

Pioneras de la educación femenina

La Iglesia Congregacional norteamericana mandó a los Gulick como misioneros a España y el retrato de Alice  (1847-1903) está todavía en el Instituto de Madrid.

El llamado Colegio Norte-Americano becaba a la mayoría de sus estudiantes, muchas de las cuales enseñaban luego en otros colegios evangélicos. Era la única manera de trabajar que tenían las maestras protestantes, ya que la religión era obligatoria en las escuelas del Estado. La Biblia fue siempre, además, el texto fundamental, tanto del Instituto como de la escuela de la misión. De allí salen en 1897 las primeras licenciadas en Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid. 

Traslado a Madrid

William compró una finca con jardín en la calle Fortuny, antes de construir el edificio de Miguel Ángel. Alice muere antes de un fallo cardíaco en 1903. El funeral lo hizo el pastor Cipriano Tornos, antiguo confesor de la Reina. Está enterrada en el Cementerio Civil de Madrid, donde las chicas del Instituto cantaron el salmo 23. Su marido es el rector del colegio, hasta que Susan Huntington viene como directora, después de dedicarse a la pedagogía en la Universidad de Puerto Rico.

Es en la época de Huntington que se deja de enseñar religión, de modo que católicas como mi abuela no tuvieran ningún problema en residir allí. Las iglesias evangélicas se sintieron tan decepcionadas que el Instituto empieza a buscar apoyo en la Institución Libre de Enseñanza. Se convierte entonces en uno de los principales centros culturales de Madrid. Allí da conferencias Ortega y Gasset o lee sus poemas Juan Ramón Jiménez, hasta ser refugio de la generación del 27.

Pioneras de la educación femenina

La iniciativa de la Junta para Ampliación de Estudios de la Residencia de Señoritas, que dirige María Maeztu, empieza a utilizar el Instituto cuando había perdido ya su carácter confesional.

Es entonces cuando una de las iniciativas de la Junta para Ampliación de Estudios, la Residencia de Señoritas, que dirigía María Maeztu, empieza a utilizar el Instituto. William Gulick está decepcionado porque la escuela ha perdido su carácter cristiano y americano. El centro sigue siendo legalmente propiedad extranjera, pero lo empieza a utilizar el Colegio Estudio, fundado en 1940. Allí estudian innumerables intelectuales españoles, como los Marías, que en medio de la España franquista, encuentran aquí un oasis de libertad.

¿Colegios evangélicos?

A pesar de que los colegios evangélicos hoy están prácticamente desaparecidos, esta es una historia de la que nos debemos sentir orgullosos. La educación cristiana parte de una perspectiva integral, que no considera la religión como una asignatura especial, sino como el fundamento de una vida, que da sentido a todo conocimiento. Es cierto que es la familia, primero, la que tiene la responsabilidad de la educación de los hijos, pero la pedagogía tiene un factor socializador, que ha llevado siempre a formar colegios cristianos, en vez de enseñar a los hijos en casa, como pretenden ahora muchos movimientos evangélicos de origen norteamericano.

La famosa acusación contra los colegios evangélicos de formar una subcultura, que produce niños burbuja, se viene abajo cuando uno considera la realidad de lo que han sido siempre los colegios evangélicos, centros abiertos para personas de toda confesión. Por supuesto que ha habido siempre iniciativas sectarias, pero esa no es la tradición protestante, que representan colegios como El Porvenir.

Pioneras de la educación femenina

Historiadoras católicas como Carmen de Zulueta (1916-2010) pensaban que se debía dar crédito a los misioneros extranjeros por haber traído a España métodos educativos modernos.

La educación no es un compartimento más en nuestro fragmentado modo de vida, sino que sigue siendo un desafío para todos aquellos que creemos que el conocimiento de los hechos se relaciona con el sentido de la vida del hombre y el mundo. Puesto que la enseñanza no es una tarea neutral y objetiva.

Como dice el lema de mi antiguo colegio, “no aprendemos para la escuela, sino para la vida”. Aquellas pioneras de la educación femenina no encontraron en el humanismo el sentido de la existencia, sino que creían que “el principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Salmo 111:10). ¿Lo creemos también nosotros?

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