La obsesión de Kubrick (4)

Como en tantas películas de Stanley Kubrick (1928-1999), lo que al director le interesa de la novela de Nabokov, Lolita (1955), es cómo el intelectual protagonista cree tener un plan perfecto para realizar sus fantasías, cuando todo le sale inexplicablemente mal.

24 DE ENERO DE 2023 · 12:16

La madre de Lolita le pregunta a Humbert, si cree en Dios y él le contesta que la cuestión es si Dios cree en mí.,
La madre de Lolita le pregunta a Humbert, si cree en Dios y él le contesta que la cuestión es si Dios cree en mí.

Cuando algo te obsesiona, es difícil quitárselo de la cabeza. Por mucho que quieras no pensar en ello, no haces más que darle vueltas. No te extraña que Oscar Wilde dijera que “la mejor forma de librarse de la tentación es caer en ella”.

Como en tantas películas de Stanley Kubrick (1928-1999), lo que al director le interesa de la novela de Nabokov, Lolita (1955), es cómo el intelectual protagonista cree tener un plan perfecto para realizar sus fantasías, cuando todo le sale inexplicablemente mal. El tono de farsa que le da en su película de 1962 acentúa ese carácter moralista, frente a lo que podría haber sido una sórdida historia pornográfica, ya que tiene elementos transgresores tan intolerables como la pedofilia o el incesto.

La exposición que hubo el año pasado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre Kubrick incluía una carta mecanografiada y firmada por él a una organización llamada Acción Cristiana, el 23 de marzo de 1961. En ella responde a un canónigo anglicano de nombre John Collins, que le había escrito preocupado porque hiciera una película del libro de Lolita: “Aun conociendo la sinceridad de sus intenciones, no puedo sino mostrar un cierto grado de sorpresa al juzgar de antemano una película (que por cierto, ya ha sido filmada), antes de verla”. Es el viejo problema de boicotear algo que no se conoce, a lo que siempre han contestado los cristianos diciendo que no hace falta ver ciertas cosas para condenarlas.

A continuación, Kubrick se refiere al sensacionalismo que rodea esta historia desde que se publicó el libro. Y concluye diciendo que no cree que el pastor encontrará su película “en modo alguno perjudicial a la moral de ningún segmento de la sociedad”. Añade finalmente una observación sobre las fotos que ha visto publicadas. Le aclara que ha sido robadas del laboratorio y se les ha añadido un texto a los pies de foto que dan “una impresión completamente distorsionada”. La exposición incluye la carta del pastor mismo, para que veas cómo el director se extiende en sus explicaciones y responde muy correctamente al tono prejuiciado de la Acción Cristiana.

La obsesión de Kubrick (4)

La exposición que hubo el año pasado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre Kubrick incluía su correspondencia con el pastor que dirigía una Acción Cristiana en 1961.

La ‘Lolita’ de Nabokov

El escritor ruso Vladimir Nabokov (1899-1977) comenzó escribiendo en su idioma hasta su exilio en Estados Unidos, que cambia de lengua, su escritura. El libro de Lolita lo publicó en París, un editor de novela erótica. No fue prohibido en Estados Unidos, pero sí en Canadá y cuatro años en Gran Bretaña, además de serlo luego en Francia. Había una mala traducción mexicana de Grijalbo en 1970, que no se pudo publicar en España hasta los años 80, que es cuando yo la leí.

La historia no me atraía nada, porque nunca he sentido ese tipo de pasión, tan común entre los varones, por las adolescentes. Siempre me atraían más las mujeres maduras, pero tuve una compañera en la Facultad cuando estudiaba Periodismo, que tenía verdadera obsesión por el libro y me lo acabó regalando. Lo leí, porque como hijo de libreros, siempre he leído todo lo que ha caído en mis manos, pero no me impresionó mucho. Me aburrió algo, la obsesión de este maduro profesor por una nínfula, que tiene muy poco de inocente y mucho de impertinente.

La obsesión de Kubrick (4)

 

El escritor ruso Vladimir Nabokov (1899-1977) comenzó escribiendo en su idioma hasta su exilio en Estados Unidos, que cambia de lengua, su escritura.

La expresión lolita ha sido ya aprobada por la Real Academia de la Lengua para referirse a una “adolescente seductora y provocativa”. En inglés suena algo más exótico, puesto que no saben que es el diminutivo de Dolores, el nombre que viene de una advocación de la Virgen. En el libro no es como en la película, una adolescente de aspecto tan mayor como la ya fallecida Sue Lyon, aunque tenía en realidad sólo 14 años. Cuando Humbert la conoce en la novela tiene 12 y él, 36. El actor británico James Mason tenía ya 53, aunque el personaje del libro muere con 42.

 

Su adaptación al cine

Cuando Kubrick anuncia que quería hacer una película del libro de Nabokov, los grandes estudios rechazaron el proyecto. El cine más arriesgado de los años 60 en Estados Unidos lo lleva a cabo una productora de televisión llamada Seven Arts, que logra en este caso, la distribución por medio de la Metro-Goldwyn-Mayer. Aunque la historia se desarrolla en Estados Unidos, parte de la película se hace en Inglaterra, donde Kubrick establece su residencia a partir de entonces. A esas alturas el libro empezaba ya a ser más aceptado, sobre todo desde que el escritor católico Graham Greene la incluyera en su columna del Times como una de los tres mejores que se habían publicado ese año.

La obsesión de Kubrick (4)

Esta es probablemente la primera película que Kubrick puede hacer a su modo, o sea con la participación de los actores improvisando, muchos ensayos y su propio montaje.

Kubrick quiere que sea Nabokov mismo quien la adapte. Él se muestra al principio reticente. La propuesta le llegó cuando estaba cazando mariposas en Arizona, una afición que le acompañó toda su vida. Es el único libro suyo que adaptó. En su diario dice que fue por una “iluminación nocturna”. La primera opción de Kubrick era que Lolita la interpretara Tuesday Weld. Nabokov la desechó, no porque ella tuviera ya 17 años, sino porque le parecía que tenía un rostro demasiado angelical para el personaje. El escritor detalla todo el proceso de escritura del guion en sus diarios. Era tan meticuloso que escribe hasta el número de la fila y la butaca en que vio la película en Nueva York.

El director prefería llevar un libro a la pantalla, que un guion original, pero ¿por qué Lolita? Kubrick creía que “para hacer una película, el libro ideal no es una novela de acción, sino al contrario, una novela que trate principalmente de la vida interior de los personajes”. Eso pensaba él que “le daría al guionista un listado preciso de lo que piensa o siente cada personaje en cada momento de la historia”. La razón por la que Nabokov es tan atrayente para escritores como el ahora fallecido Javier Marías, es porque sus personajes tienen esos continuos soliloquios, que como en el caso del autor español, abundan en reiteraciones para mostrar un pensamiento tan obsesivo, como el que tenemos muchos de nosotros.

 

La revolución sexual

Mientras se rodaba todavía la película, se establece ya un comité católico para juzgarla en la poderosa Legión de la Decencia, que forman 53 miembros, junto a un órgano consultivo de ocho jueces. A pesar de lo que algunos creen, la película no se consideró “condenable”, porque el voto salió dividido con sólo la mitad a favor de darle ese calificativo. Había una creciente división en la Legión entre el monseñor Thomas Little y el obispo Martin Quigley, a partir de que Quigley defendiera la película de Fellini, La dolce vita (1959). Su quiebra lleva a la disolución de la Liga en 1965.  La Legión acaba aceptando Lolita para mayores de 18 años, si cambia la escena en que Humbert mira la foto de Lolita en la mesita de noche, cuando se acaba de casar con su madre, Charlotte. La autocensura estaba cambiando en Estados Unidos.

Era el auge de la revolución sexual, los años 60, tan bien reflejados en la serie Mad Men. No sólo la madre de Lolita (Charlotte), sino también sus amigos (los padres de Mona), se presentan como de “mente abierta”, proponiendo un “intercambio de parejas”, que no es sólo para bailar. El triángulo que forman Charlotte y Lolita con el personaje de Peter Sellers (Quilty) es ciertamente perverso. Todo indica un cambio de mentalidad que al desechar la moral tradicional, por una liberalización de costumbres, marca un giro que parece ya imposible de cambiar, por muchos movimientos conservadores que haya de recuperación del valor del matrimonio y la familia.

La obsesión de Kubrick (4)

En el libro no es una adolescente de aspecto tan mayor como la ya fallecida Sue Lyon, aunque tenía en realidad 14 años, 12 en la novela.

El sentido moralista que le da Kubrick no sólo está en la conclusión, sino que viene por el papel que tiene el inquietante personaje de Quilty, que actúa como de conciencia represora de Humbert. Toma diferentes formas, sea la figura del periodista, el psiquiatra alemán Zemph de la junta de educación o el asistente a la convención de policías, pero interfiriere continuamente en los distintos papeles que representa el camaleónico Peter Sellers.

Por cierto, no hay ninguna escena de sexo en la película, aunque se sugiere claramente el elemento incestuoso, por las referencias al “secreto” que hay entre ellos con el corte inicial de la propuesta de un “juego” que ella ha aprendido en el campamento, que es la forma como se suelen encubrir las relaciones con menores. Lo que explica que Adrian Lyne quisiera hacer luego una versión más explícita en 1997, antes de la llegada de lo políticamente correcto a Hollywood.  

 

La película de Kubrick

Esta es probablemente la primera película que Kubrick puede hacer a su modo, o sea con la participación de los actores improvisando, muchos ensayos y su propio montaje. La interpretación de James Mason tiene toda la mesura británica y muestra muy bien la evolución del aparente control que tiene al principio hasta su patético derrumbe en el encuentro final con Lolita. La fotografía vuelve al blanco y negro, después de Espartaco, pero también las escenas de interiores.

La crítica más entusiasta fue, tal vez, la de Pauline Kael, la escritora de New Yorker que apoyó luego El último tango en Paris (1972) de Bertolucci. Su visión existencialista del sexo no tiene nada de erótica o pornográfica. Todo lo contrario, Lolita muestra la humillación que supone la obsesión pedófila, que lejos de producir placer alguno, hunde al personaje en un final desolador.

La clave para mí está en el conocido diálogo que tiene el personaje de Mason (Humbert) con Shelley Winters, la actriz que hace de madre de Lolita (Charlotte). Ella le pregunta si cree en Dios y él le contesta: “la cuestión es si Dios cree en mí”. La ingeniosa respuesta de la película de Kubrick muestra una gran verdad.

La obsesión de Kubrick (4)

El tono de farsa que da Kubrick a la película acentúa su carácter moralista, frente a lo que podría haber sido una sórdida historia pornográfica.

¿Cree Dios en mí?

Cuando alguien dice que cree, o no en Dios, ¿a qué se refiere? El que se considera no creyente se refiere a la existencia, o no de Dios, pero para el creyente, la fe supone confianza en Él. Dios no cree en los ateos, porque todos creemos y confiamos en algo o en alguien, aunque no sea más que nosotros mismos (Romanos 1:20-25). Eso es lo que la Biblia llama un dios, o sea un ídolo que adoramos y servimos en sustitución del Dios vivo y verdadero.

En un sentido, los dioses no son nada (1 Corintios 8:4). Tienen el poder que nosotros le demos. Tienen boca pero no hablan; ojos pero no ven; manos y pies, pero no hacen nada, porque dependen de ti. Lo que pasa es que los que confían en ellos, sea el sexo, el poder o el dinero, se vuelven como ellos (Salmo 145:4-8). Su vida se hace vana, o sea vacía, pero también efímera, porque no tienen la vida que permanece, la que sólo Cristo puede darnos.

Jesús dice: “He venido para que tengan vida”, pero “vida en abundancia” (Juan 10:10). No sólo “abundante” en duración, o sea “eterna”, sino en calidad de vida, la única que merece la pena y nunca decepciona. Esa no nos la da otra criatura, por muy angelical que nos parezca, sino sólo el Autor de la vida hecho hombre.

Es por Cristo Jesús, muerto y resucitado por nuestras miserias y vergüenzas, que tenemos la dignidad que no hay en nosotros, por la que dudamos con razón que Dios crea en nosotros. Es en Él en quien debemos creer y confiar para tener vida (Juan 3:36).

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - mARTES - La obsesión de Kubrick (4)