A diferencia de lo ocurrido en el norte de África, la división en Hispania era más de carácter política que religioso. Tras la asimilación del arrianismo por parte del catolicismo, se había conseguido una unidad religiosa que contrastaba con las divisiones sectarias en otros reinos. Aunque uno de los problemas latentes durante todo el periodo visigodo fue su falta de integración en la sociedad hispana, lo que permitió un aparente cambio de las élites políticas y militares. En muchos sentidos, los hispanos recibieron a los musulmanes como unos invasores más, sin dar mayor importancia a sus diferencias religiosas.
Algunos historiadores, siguiendo la estela de Menéndez Pelayo, han querido mostrar a la sociedad hispana de los siglos VII y VIII como algo homogéneo, una raza hispana, que sufrió la invasión musulmana, pero la realidad es que no existía una raza hispana, más bien diferentes oleadas de habitantes que habían conglomerado una sociedad heterogenia y diversa.
La tolerancia de los musulmanes a todos los grupos cristianos y judíos, contrastaba con un cristianismo demasiado doctrinario y excluyente.
Una clara muestra de que los hispanos no sufrieron los rigores de los musulmanes es su pronta y rápida rendición y la gran asimilación de las masas hispanas por sus invasores. Lo que también pone de manifiesto la superficial cristianización de la sociedad.
Los musulmanes también recibieron el apoyo de buena parte de la nobleza visigoda. De hecho, la invasión musulmana se produjo por la división interna dentro de la clase dirigente visigoda.
A finales del siglo VII dos familias visigodas se disputaban el poder. Además, diferentes pueblos seguían sin someterse completamente al dominio visigodo. Un ejemplo es que lo que sucedía en el norte, donde los vascones se resistían al rey Wamba. Los siguientes monarcas, Égica y Witiza, tampoco consiguieron la unidad política.
La proclamación del rey Rodrigo, gobernante de la Bética, rompió una vez más la línea de sucesión dinástica. Agila II, hijo de Witiza se resistió a perder el trono. Buscando aliados, Agila pidió ayuda a los musulmanes, que apoyados por el conde de Ceuta cruzaron el Estrecho y entraron en la Península Ibérica.
Táriq ibn Ziyad, caudillo de los musulmanes, desembarcó en Europa con 7000 soldados. Montaron su campamento en las tierras de la actual ciudad de Algeciras y desde Gibraltar comenzaron la conquista de España, implantando su religión y cultura durante más de ochocientos años.