Carlos Monsiváis: escenas de temor (una) y amistad (muchas) (IV)

Desde mis primeras conversaciones personales con él, en 1988, surgió el tema de la himnología protestante. Le escuché en incontables ocasiones reproducir, como si estuviese citando poemas de memoria, las letras de himnos para mí desconocidos. A Carlos Monsiváis le comenté que yo carecía de formación hímnica porque me había convertido al cristianismo evangélico en mi adolescencia, en un "/>

Monsiváis y los himnos protestantes

Carlos Monsiváis: escenas de temor (una) y amistad (muchas) (IV)

Desde mis primeras conversaciones personales con él, en 1988, surgió el tema de la himnología protestante. Le escuché en incontables ocasiones reproducir, como si estuviese citando poemas de memoria, las letras de himnos para mí desconocidos. A Carlos Monsiváis le comenté que yo carecía de formación hímnica porque me había convertido al cristianismo evangélico en mi adolescencia, en un

16 DE JULIO DE 2010 · 22:00

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Mi iniciación en el conocimiento de la riquísima historia hímnica protestante se la debo a él. Cuando comprobó que mi carencia musical era compartible con algunos de quienes comenzamos a frecuentarle para conversar de la historia del protestantismo mexicano y el tema de la intolerancia cultural en su contra; nos invitó a su casa para escuchar discos de Gospel y sentarnos para ver videos de conciertos del mismo género en su sala de cine particular, ubicada en la parte alta del estudio donde se ubicaba el famoso escritorio inundado de libros, revistas, periódicos y papeles. Con gran entusiasmo hablaba de Mahalia Jackson, de su estremecedora voz e inalcanzable interpretación de Amazing Grace. La historia de este himno es conmovedora. La letra es de John Newton (1725-1807, antiguo esclavista que una vez convertido llegó a ser ordenado pastor anglicano, un gran expositor de la Palabra. Newton decía que el sabía dos cosas: una, que él era un gran pecador; y dos, que Cristo era un gran salvador. Amazing Grace tiene poderosas evocaciones sobre todo en los cristianos afroamericanos, quienes sabiéndolo o no, comparten con Newton el sentido de libertad por la liberación espiritual y física del esclavismo en sus distintas facetas. John Newton compuso 280 himnos, y en sus últimos años de vida, ya ciego hablaba constantemente de quien le había sanado (el Señor Jesús) de su ceguera ética y moral que le llevó a traficar sin misericordia esclavos africanos. El tema de los himnos aparece en la Autobiografía (1966) de Monsiváis. El éxodo que significó para su familia tener que mudarse del antiguo céntrico barrio de la Merced a la entonces casi periferia de la ciudad de México, la Colonia Portales, por razones de tener mejores condiciones para practicar sus creencias protestantes; quedó plasmado por Carlos de la siguiente manera: “muy niño fui llevado en una emigración terrible, de la Merced a la Colonia Portales, ‘por la Calzada de Tlalpan’. Imagino esa diáspora a la luz de John Steinbeck, John Ford y Las viñas de la ira. Un carromato polvoso, una familia apiñada que entretiene la odisea cantando himnos [protestantes], pruebas del cielo bajo la forma de agentes de tránsito y al final Canaán-Portales, la tierra prometida donde los hijos crecerán en paz, sin el espectro del hambre y la intolerancia”. Las primeras páginas de su Autobiografía (1) las dedica Carlos Monsiváis al lugar de la Biblia en su vida y al hecho de haberle correspondido “nacer del lado de las minorías” religiosas. En el escrito se presenta a sí mismo (ya lo hemos visto anteriormente en esta serie de artículos) como “precoz, protestante y presuntuoso”, lo hace después del título que elige para iniciar su narración: Firmes y adelante, huestes de la fe. Quienes desconocen la himnología protestante pudiesen pensar que se trata de una ironía personal, pero no, es la primera línea de un himno muy popular en las iglesias protestantes mexicanas. Lo compone en inglés (Onward Christian Soldiers) Sabine Baring-Gould (1834-1924), pastor anglicano y literato. Escribe el himno en 1864, “para los niños de una misión de su iglesia que iba a visitar otra escuela dominical, y él deseaba que fueran marchando y cantando con cruz y banderas”. (2) La tonada es autoría de Arthur S. Sullivan (1842-1900). La versión en español es de Juan B. Cabrera (1837-1916), converso al protestantismo en 1863 y en 1880 nombrado primer obispo de la Iglesia Reformada Española.(3) En una entrevista que tuvimos con Carlos Monsiváis, al preguntarle acerca de algún recuerdo que le trajese el himno de Martín Lutero (Castillo fuerte es nuestro Dios), nos respondió: “Bueno, me gusta mucho, pero me gusta mucho menos que Firmes y adelante. Para mi generación Firmes y adelante era el himno de batalla, no Castillo Fuerte, éste tenía una resonancia de otro tipo, sin el despliegue de Sullivan, que convierte a Firmes y adelante en pieza de resistencia de los sentimientos épicos del protestantismo”. (4) Respecto a que el himno Firmes y adelante, como dice Carlos, es una “pieza de resistencia de los sentimientos épicos del protestantismo”, veo comprobado su aserto en dos lugares, por citar sólo tales ejemplos de muchos que pudiesen mencionarse, muy distantes entre sí. Alejados geográficamente pero que comparten el sentido de minoría que se aglutina para hacerle frente al medio que les hostiliza. El primer lugar es la colonia Betania (en Teopisca, Chiapas), conformada por evangélicos expulsados de San Juan Chamula. El asentamiento se funda en 1980, encabeza la acción Manuel Caxlán, hijo de un líder histórico de los indígenas chamulas protestantes: Miguel Caxlán. En un multitudinario acto conmemorativo de la resistencia que dio nacimiento a Betania, el domingo 31 de julio de 2005 tiene lugar una gran concentración para celebrar los 25 años de fundación del poblado. A la ceremonia al aire libre asisten entre 3 mil y 4 mil personas. Se interpretaron varios estilos de música y el programa se inició con la entrada al lugar de un contingente acompañado por una banda que interpretaba el himno Firmes y adelante, huestes de la fe. Hubo un recuento histórico y pasaron al estrado algunos de los que dirigieron dos décadas y media atrás el asentamiento de las primeras familias. El día del acto, y de acuerdo con el propio censo de las autoridades del lugar, Betania contaba con 628 jefes de familia, más o menos unos 4 mil pobladores, 10 veces más que los habitantes originales. Como en otras diásporas forzosas en la historia, obligadas por sus seguidores, la que resultó en la fundación de Betania es un recordatorio tanto de los costos de la intolerancia como de la lucha de quienes defendieron su derecho a la diferencia y el respeto a sus derechos humanos. Por eso recordaron, por eso celebraron la lid que dio origen a su poblado, y lo hicieron con el himno Firmes y adelante, huestes de la fe. El otro uso épico del mismo himno lo encontramos entre las comunidades evangélicas latinas en Estados Unidos, particularmente entre aquellas que son minoritarias, como por ejemplo en Los Ángeles, California, donde la mayoría de los también llamados “hispanos” es católica. Nos dice un autor México/americano: “Hay un himno, que aunque traducido del inglés, ha sido un reflejo fiel del compromiso evangélico latino en Estados Unidos y a través de América Latina. Firmes y adelante se ha cantado en casi todas las iglesias protestantes latinas, aunque sean de tradiciones muy diferentes. Es un testimonio del compromiso, pero también de la confianza de generaciones que decidieron seguir a Cristo Jesús como cristianos evangélicos latinos. La tercera estrofa y el coro reflejan la confesión y la esperanza de este pueblo peregrino: “Muévase potente la Iglesia de Dios/ De los ya gloriosos marchamos hoy en pos/ Somos sólo un cuerpo y uno es el Señor/ Una la esperanza y uno nuestro amor/ Firmes y adelante, huestes de la fe/ Sin temor alguno, que Jesús nos ve”. (5) De las muchas ocasiones en que escuché a Carlos repetir las estrofas de sus himnos favoritos, o cantarlas, tengo en la memoria y la sensibilidad la ocasión en que estando en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, con motivo de la realización del Segundo Simposio Internacional sobre el Protestantismo Evangélico en América Latina y el Caribe (19-22 de octubre de 2004), debí desplazarme para ir por Monsiváis al aeropuerto de la capital chiapaneca, Tuxtla Gutiérrez. Ya que entre mis inhabilidades se cuenta el no saber conducir vehículos automotores, una persona debió manejar la camioneta en la que fuimos por Carlos a la terminal aérea, distante unas dos horas de San Cristóbal. Una vez con Monsiváis en la camioneta emprendimos la subida de Tuxtla a San Cristóbal. Empezó a preguntarme sobre los preparativos del Simposio, quiénes participarían, los temas a tratar y acerca del tiempo que él debería emplear en la conferencia inaugural del evento. Su participación el la tituló “Aunque me llamen un aleluya… Las ventajas y las desventajas de las minorías religiosas”. Al poco tiempo de haber tomado la carretera hacia la ciudad que los indígenas siguen llamando Jovel o Ciudad Real, Carlos comenzó a tararear melodías de himnos. Entonces el conductor, que estaba en las labores de apoyo al Simposio y que yo acababa de conocer en la travesía hacia el aeropuerto, identificó uno de los cantos y le dijo a Monsiváis que él también se sabía lo que el escritor estaba interpretando en voz baja. De ese himno inicial, la sesión continuó con otros, entonados por Carlos, el responsable de trasladarnos a San Cristóbal y el memorioso que evoca la escena. El desfile hímnico incluyó Santo, Santo, Santo; Jesús es mi rey soberano, Oh qué amigo nos es Cristo, Cuando allá se pase lista y, pero por supuesto, Firmes y adelante. En ocasión de hacerle entrega a Carlos Monsiváis del Premio Miguel Caxlán (29 de agosto de 2008), una parte del programa contó con la participación del coro del Seminario Teológico Presbiteriano de México, que tuvo a su cargo interpretar algunos de los himnos preferidos del prolífico escritor. Para sorpresa de Carlos, los estudiantes incluyeron Cristo bendito, un himno de su infancia, del que él dejó constancia de sus resonancias en la Autobiografía: “El mucho estudio aflicción es de la carne, y sin embargo la única característica de mi infancia fue la literatura: himnos conmovedores (‘Cristo bendito, yo pobre niño, por tu cariño me allego a Ti, para rogarte humildemente tengas clemente piedad de mí’), cultura puritana (‘Instruye al niño en su carrera y aún cuando fuere viejo no se apartará de ella’) y libros ejemplares…”. Lo que Carlos entonces no supo fue que el himno tan caro a sus reminiscencias estuvo a punto de no ser incluido en el programa. La razón fue que yo sabiendo lo que el canto representaba para él, me esforcé por localizar la partitura, pero no la hallaba a pesar de preguntar a distintas personas de la generación de Monsiváis y que por ello, posiblemente, tenían conocimiento de en qué antiguo himnario pudiese encontrarse Cristo bendito. Gracias a la investigación de un profesor de música del Seminario Teológico Presbiteriano de México fue posible rescatar la letra completa y la música del himno. Una crónica de lo acontecido en la entrega del Premio Miguel Caxlán a Carlos Monsiváis deja constancia de que refirió la intolerancia padecida históricamente por los protestantes mexicanos. Con su característica ironía “Monsiváis recordó los chistes que sobre él se hacían y las mofas que se anulaban unas a otras, ‘cuando los protestantes éramos una minoría ridícula o cerca de eso’: ‘Tú no eres nadie y eres una franca anomalía’, ‘sé que no eres católico pero deseo que te vaya bien en esta vida y en la otra’; ‘y que por qué no tenía un nombre como los de mi religión, por ejemplo Carlos Nabucodonosor Monsiváis’…”. (6) En su intervención no podía faltar, como no faltó, el tema de los himnos. Mencionó que en los servicios funerarios de sus familiares se entonaba una versión en español de Nearer, my God, to Thee, y que esperaba que lo mismo sucediera “no pronto, en mi caso”. Incluimos una interpretación de Más cerca, oh Dios, de ti, para que los lectores que abran el vínculo marcado tengan una idea del himno que Monsiváis esperaba fuese cantado en su memorial. La noche del día de su muerte (19 de junio), el cuerpo de Carlos fue llevado al Museo de la Ciudad de México. Era muy difícil entrar al lugar, aunque gracias a que me identifiqué como articulista de La Jornada pude ir acercándome al féretro, junto al que hacían guardia distintas personas. Hubo varias intervenciones habladas y musicales, una de ellas del flautista Horacio Franco. En cierto momento un primo de Carlos hizo una breve referencia al gusto del escritor por los himnos y comenzó, junto con otros familiares a entonar ¿Cómo podré estar triste?, interpretación a la que no pude sumarme por la razón de que habiendo escuchado antes el himno en mi memoria no estaba fijada la letra. Al concluir el canto, el grupo siguió con el Salmo 23, cuyos versículos, en la versión antigua de Reina-Valera que tanto amaba Carlos, resonaron en el atiborrado recinto. Por sí varios de los lectores y lectoras desconocen las estrofas del himno ¿Cómo podré estar triste?, que a decir de la prima de Carlos, Beatriz Sánchez Monsiváis (secretaria, asistente y administradora del escritor) figuraba en la lista de sus favoritos, es que las reproduzco y menciono que el canto tiene como base Mateo 6:26. ¿Cómo podré estar triste? ¿Cómo entre sombras ir? ¿Cómo sentirme solo, y en el dolor vivir? Si Cristo es mi consuelo, mi amigo siempre fiel, Si aún las aves tienen seguro asilo en él, Si aún las aves tienen seguro en él. Coro ¡Feliz, cantando alegre, yo vivo siempre aquí; Si el cuida de las aves, cuidará también de mí! Nunca te desalientes, oigo al Señor decir, Y en su palabra fiado, hago al dolor huir. A Cristo paso a paso, yo sigo sin cesar. Y todas sus bondades, me da sin limitar, Y todas sus bondades me da sin limitar. Siempre que soy tentado, o si en la prueba estoy, Más cerca de él camino, y protegido voy; Si en mí la fe desmaya y sufro de ansiedad; Tan sólo él me levanta, me da seguridad, Tan sólo él me levanta, me da seguridad.
Artículos anteriores de esta serie:
1Cómo conocí a Carlos Monsiváis
2Monsiváis y la Biblia Reina-Valera
3Protestantismo, diversidad y tolerancia según Monsiváis
------------------------------------------------ (1) Carlos Monsiváis, nuevos escritores mexicanos del siglo XX presentados por sí mismos, Empresas Editoriales, México, 1966. (2) Cecilio McConnell, Comentario sobre los himnos que cantamos, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1985, p. 242. (3) Ibid, pp. 15-16. (4) “Repercusiones culturales de la Reforma luterana. Entrevista con Carlos Monsiváis”, en Protestantismo, diversidad y tolerancia, CNDH, México, 2002, p. 79. (5) Juan Francisco Martínez Guerra, “Cuadros del protestantismo latino en los Estados Unidos”, (6) Jaime Hernández Ortiz, “Por su defensa de las minorías religiosas, un reconocimiento para Carlos Monsiváis”, La Jornada Jalisco, 1 de septiembre de 2008.

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