Ciencia – Fe (y IV)

Entre 1996 y 1997, la revista de teología Alétheia de la Alianza Evangélica Española publicó una serie de artículos con diferentes perspectivas sobre la Creación. Algunos de ellos fueron publicados el año pasado en Protestante Digital(1). En 1998 Alétheia (nº 13, págs. 13-32) publicó un nuevo artículo del físico evangélico Daniel Casado, comentando los artículos previos y aportando reflexiones propias. Ofrecem"/>

Acerca de Génesis: conclusiones

Ciencia – Fe (y IV)

Entre 1996 y 1997, la revista de teología Alétheia de la Alianza Evangélica Española publicó una serie de artículos con diferentes perspectivas sobre la Creación. Algunos de ellos fueron publicados el año pasado en Protestante Digital(1). En 1998 Alétheia (nº 13, págs. 13-32) publicó un nuevo artículo del físico evangélico Daniel Casado, comentando los artículos previos y aportando reflexiones propias. Ofrecem

17 DE OCTUBRE DE 2009 · 22:00

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Ya hemos señalado que una conclusión positiva derivada del desarrollo de la ciencia y de la epistemología científica es la afirmación de que la Palabra de Dios no contiene información o significados relevantes para la investigación científica(2). Lejos de suponer una invalidación parcial o una limitación significativa del mensaje revelado, esta conclusión es altamente positiva y condición imprescindible para alcanzar una mejor comprensión del propósito y contenido de la Palabra de Dios y para establecer el debate Ciencia-Biblia en unos parámetros más útiles al propósito del mensaje revelado y al desarrollo de un testimonio eficaz y responsable en la época científica y cientificista que nos ha correspondido vivir. FINALIDAD DEL TEXTO BÍBLICO: EMINENTEMENTE TEOLÓGICA La misma Biblia nos declara su propósito: 2ª Ti. 3:15-17. La Biblia es primordialmente un libro de “salvación”, término que incluye más que el perdón de pecados. Incluye todo el alcance del propósito de Dios de redimir y restaurar a toda la humanidad: “útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. En definitiva, la Biblia nos revela el carácter de Dios (He. 1:1-4), la persona de su Hijo y su plan de salvación para el hombre y aún para toda la creación (Ro. 8:19-22). El propósito y el contenido del texto bíblico son, pues, teológicos. Las Escrituras nos dan a conocer el carácter de Dios, su intervención en la historia, sus planes y su propósito de redimir al hombre. En particular, el texto que nos ocupa es ante todo un texto de profunda y vasta significación teológica. Aún hoy se yergue como un majestuoso baluarte contra multitud de errores que estaban en boga antiguamente y contra otros muchos que aún hoy son tremendamente actuales: politeísmo, astrología, dualismo, panteísmo, formas diversas de culto a la fertilidad, materialismo y, lo que no es menos importante que esto, contra toda tendencia a vaciar de significado la vida y la historia del hombre(3). Por otra parte, establece una sólida relación entre creación y redención; entre el Dios Todopoderoso, creador del universo, y el Dios del pacto; entre la historia del mundo y la historia de la salvación. La cosmovisión del tiempo y del espacio que nos ofrecen los primeros capítulos del Génesis no es científica ni descriptiva. Su contenido no es relevante para la investigación empírica, ni siquiera para la investigación científica sobre los orígenes. La cosmovisión del tiempo y del espacio que nos ofrecen estos capítulos es de denso significado teológico y causal, adecuada a nuestras más profundas inquietudes espirituales, capaz de dar respuesta a preguntas de trascendencia suprema, ¿Qué o quién hay antes del principio del universo? ¿Qué o quién lo sostiene y rige? ¿Qué o quién soy yo? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Qué explicación tiene el problema del mal? ¿Hacia dónde avanza la humanidad? ... En este sentido, el texto es atemporal, válido para todas las generaciones. LENGUAJE Y CONTEXTO HISTÓRICO-SOCIAL Por lo que respecta al tema que nos ocupa, hay que señalar que el lenguaje bíblico es precientífico y popular. Es el lenguaje sencillo en el que se expresaban las personas a las que iba dirigido en primera instancia. No encontramos en el texto bíblico ni una sola construcción hipotético-deductiva que explique un fenómeno natural. Es más, no hay conciencia de la existencia de leyes o regularidades que deban ser descritas y explicadas. La Biblia se expresa en el lenguaje popular y sencillo propio de una sociedad pastoril, a veces en forma poética, utilizando símbolos, como instrumentos propios del lenguaje y, en ocasiones, las concepciones propias de la época. Algunos ejemplos los encontramos en los siguientes pasajes: Gn. 2:7, imagen del alfarero; figura del polvo; Josué 10:12-13, ¿geocentrismo o heliocentrismo?; Job 38:8-11; 26:7-11, cosmología. En cuanto a los orígenes, si bien el mito está ausente en la narración bíblica (incluso un autor como G. von Rad afirma categóricamente el carácter completamente amítico de estos capítulos(4)), parece obvio que en el texto hay componentes simbólicos a los que sería muy imprudente acercarse con una actitud extremadamente literalista. Todo el texto huye de la abstracción y de los conceptos filosóficos; esta carente de mitos y de símbolos en cuanto que referentes de un significado profundo que debamos descifrar. Todo el texto es sencillo, directo, concreto, lleno de plasticidad y es abundante en símbolos e imágenes literarias. En los textos narrativos que nos ocupan lo esencial es el contenido real de los hechos narrados, y ese contenido no se altera si se admite la posibilidad de un lenguaje pictórico(5), no científico, en el que cabe perfectamente el recurso al símbolo o a ciertas concepciones propias de la época en la que el texto fue escrito. PERSPECTIVA BÍBLICA DE LA NATURALEZA Si leemos atentamente la Biblia podremos ver con toda claridad que el pueblo de Dios no fue indiferente a los fenómenos de la naturaleza. Constantemente se fijaron en los espectáculos tan maravillosos y variados que ofrece. Podemos encontrar en las Escrituras magníficos poemas en los que se manifiesta un espíritu abierto a la observación perspicaz de los fenómenos naturales y propenso a admirar lo que en ellos hay de bello y de grandioso (Job 38 y 39; Salmos 104, 136 y 148; Pr. 8, etc.). Ahora bien, los escritores sagrados relacionaron con la omnipotencia de Dios todo lo existente en el mundo, haciendo depender de su voluntad las mutaciones y cambios, y en ningún caso pensaron que los fenómenos que observaban pudieran deberse a la existencia de normas invariablemente establecidas, es decir, a la existencia de “leyes naturales”. El propósito de los autores trasciende el mero relato de las maravillas que observan; pretenden llevarnos a una adecuada actitud de alabanza a Jehová y de regocijo en él:
“Bendice, alma mía, al Señor. ¡Cuán innumerables son tus obras, oh Señor! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios. Sea la gloria del Señor para siempre; al Señor cantaré en mi vida; Dulce será mi meditación en él; yo me regocijaré en el Señor”. (Salmo 104)
La Biblia contempla la naturaleza como el resultado de la acción creadora de Dios, como manifestación de su gran poder (Is. 40:18-26; Jer. 10:l0-16; 27:2-6; 32:17-19; 51:15-16; Col. 1:16-17; He. 1:2-3; etc…), de su sabiduría y suprema inteligencia (Sal. 104:24; 136:5; Job 38 y 39; Pr. 3:19-20; Is. 40:12-14; etc…), de su bondad (Gn. 1:29-30; 65:9-13; Sal. 104; 136:4-9; etc...), de su gloria, su grandeza y su majestad (Sal. 8:l-3,9; 19:l; 86:8-10; 111:2-3; 139:4; 145:4,5; Is. 6:3; etc...). El es el Dios creador, pero es también el Dios de la creación. El es quien creó, pero también quien conserva y sostiene el universo y quien cuida de todas sus obras, quien preserva y cuida de sus criaturas, quien satisface todas sus necesidades (Gn. 8:22; Job 10:12; 12:l0; Sal. 65:9-13; 104; 147:9,14; Jer. 31:35,36; Os. 2:8; Mt 6:26-34; Hch. 14:17; Col. 1:16; 1ª P. 5:7; etc.). En ninguno de los textos hay descripción del mundo material en términos de ciencia. Los autores del texto, por inspiración divina, parten de su concepción del entorno material, del universo, para hablarnos del “incomparable” Dios de Israel, de su grandeza y de su fidelidad para con su pueblo. Ese Dios reclama para sí, celosamente, el culto de adoración y alabanza por parte del hombre (Ex 20:1-11). Dios desea y espera de nosotros que digamos como el salmista:
“Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche, En el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa. Por cuanto me has alegrado, oh Jehová con tus obras; En las obras de tus manos me gozo” (Sal. 92:1-4)
Hacia la Unidad de Pensamiento Nuevamente me uno a la premisa básica establecida por David Andreu en su artículo relativa a la unicidad del conocimiento, lo que en modo alguno significa que debamos indagar en las Escrituras en busca de alusiones a las más probadas teorías, o que debamos declarar falsas, Biblia en mano, las que no coincidan con una determinada interpretación bíblica, sino más bien que debemos unirnos al salmista en su cántico de alabanza y regocijo en el Señor. Esto significa que el mensaje revelado y el saber humano son complementarios, tal como también afirman Enrique Meier y Stuart Park en sus artículos. La coherencia hermenéutica que Stuart Park enfatiza con toda razón exige de nosotros que nos acerquemos al texto sin añadir nuestras propias concepciones científicas o filosóficas. Nos exige acercarnos al texto con el propósito de descubrir lo que nos dice (la aproximación literaria de la que nos habla David Andreu) y para ello nada mejor que intentar conocer el significado del texto para el autor original y para sus destinatarios primigenios. Descubriremos así que la actitud del pueblo de Dios ante la naturaleza, expresada en términos de un conocimiento no científico, propio de la época en la que el texto fue escrito, es compatible con el conocimiento que hoy tenemos sobre el mundo material. No importa que dicho conocimiento sea contingente, o que su grado de verificación experimental sea insuficiente por una razón u otra, tampoco que se refiera a algo tan vasto como el universo y su origen, o a algo más sencillo como un terremoto o una erupción volcánica. Lo verdaderamente importante es que, por fe (He. 11:3), podamos discernir la acción de Dios en torno nuestro “Y dijo Dios: Sea la luz, y fue la luz” (Gn. 1:3); “El mira a la tierra, y ella tiembla; toca los montes y humean” (Sal. 104:32) y, en consecuencia, le demos la gloria y la alabanza que a El sólo le corresponden (Ro. 1:19-23). La actitud del pueblo de Dios ante la naturaleza no es incompatible con ninguna descripción científica relativa a ningún sistema físico. El desarrollo de la ciencia ha hecho hoy más evidente que nunca antes la injusticia e impiedad de los hombres, que detienen con injusticia la verdad, y su necedad y envanecimiento al no dar gloria a Dios ni darle gracias por las muchas cosas hechas. Esta actitud no la evitaremos “luchando” contra las teorías científicas que suponemos “no probadas”, sino uniéndonos al salmista y usando el conocimiento científico como mayordomos fieles, teniendo en cuenta que la tierra en la que nos ha sido dado vivir no es nuestra, sino un don de Dios (Gn. 1:28-30; Lv. 25:23) que hemos de cuidar y guardar (Gn. 2:15). Es fundamentalmente en este contexto de fe y compromiso que “los cristianos hemos de saber encontrar puntos de coincidencia, tiempo de reflexión y el dialogo sinceros y, en última instancia, oportunidades de proclamar el mensaje siempre vigente del Dios creador y sustentador de todo cuanto existe” (nº 10, pág. 29). Autor: Daniel Casado Licenciado en Ciencias Físicas (Universidad Complutense de Madrid) Director y profesor en el colegio evangélico “El Porvenir” Secretario del Comité Ejecutivo de los Grupos Bíblicos Universitarios
1) - El Debate de los Orígenes (I) Génesis: un debate permanente – Stuart Park - El Debate de los Orígenes (II). El libro de los principios ante la fe – Carlos Pujol - El Debate de los Orígenes (III). El libro de los principios ante la ciencia – Carlos Pujol - El Debate de los Orígenes (IV). Aproximaciones tradicionales a Génesis – David Andreu - El Debate de los Orígenes (V). Alternativa a la aproximación tradicional a Génesis – David Andreu - El Debate de los Orígenes (VI) Génesis y revelación – Stuart Park 2) Resulta evidente de todo lo dicho anteriormente que me refiero a la ciencia experimental y no a la investigación histórica o arqueológica. 3) Ver Derek Kidner, Génesis, introducción y comentario, Ed. Certeza, 1985, pág. 67. 4) G. von Rad, El libro del Génesis, Ed. Sígueme, Salamanca, 1977, pág. 56. 5) La descripción del proceso creativo es más bien pictórica. Desde el punto de vista literario, el capítulo 1 del Génesis se asemeja más a un cántico majestuoso que a un relato. Esto no anula la historicidad de su contenido; pero debe prevenimos contra las posturas hermenéuticas excesivamente literalistas. (José M. Martínez; Hermenéutica bíblica;Ed. CLIE, 1984, pág. 268).
Artículos anteriores de esta serie:
 1La creación: los orígenes 
 2Interpretando el Génesis 
 3Los orígenes: reflexiones personales 

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