Mora, Thomson y el códice Chimalpahin

El Códice Chimalpahin regresó a México tras un periplo digno de un buen documental.

15 DE SEPTIEMBRE DE 2018 · 21:00

Algunos de los documentos del códice de Chimalpahin. / INAH México,
Algunos de los documentos del códice de Chimalpahin. / INAH México

José María Luis Mora habría canjeado el valioso Códice Chimalpahin por biblias protestantes. Esto afirmaron notas informativas publicadas en distintos medios internacionales y nacionales.1El intercambio se habría dado en 1827, cuando James Thomson, enviado a México por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera (SBBE), recibió de Mora las joyas bibliográficas.

Antes de ocuparme de cómo llegaron a manos de Thomson (no Thompson o Thomsen, como han difundido en varios lugares) manuscritos de los siglos XVI y XVII elaborados, entre otros, por dos de los historiadores de ascendencia indígena más representativos de la época virreinal: Domingo Chimalpahin y Fernando de Alva Ixtlilxóchitl,2proporciono algunos datos del personaje y del organismo que lo comisionó para hacer en México obra de difusión bíblica.

Lo que sigue está incluido en un libro de mi autoría: James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, Maná Museo de la Biblia, México, 2013. La obra, ampliada, se encuentra en proceso de impresión y será la Edición del Bicentenario de la llegada de James Thomson a Latinoamérica. Thomson nació el primero de septiembre de 1788 en Creetown, suroeste de Escocia. Hasta su adolescencia fue integrante de la Iglesia presbiteriana, después cambió su militancia protestante a la Iglesia bautista. Antes de viajar por primera vez a Latinoamérica fue copastor, junto con James Haldane, en el Tabernáculo de Leith Walk, en Edimburgo.

La SBBE queda establecida en Londres el 7 de marzo de 1804, con el objetivo de difundir la Biblia en tantos idiomas como fuese posible. Para lograr esto, el organismo se vale de distribuidores itinerantes, llamados colportores, y traductores a distintas lenguas, dando prioridad a las más habladas en el mundo de entonces. En 1818, el 6 de octubre, arriba James Thomson a Buenos Aires, Argentina, con la encomienda de promover la obra de la SBBE y de la Sociedad de Escuelas Lancasterianas.

En su estancia de tres años en Argentina, Thomson castellaniza su nombre inglés y usa el de Diego. Logró hacerse de amistad y recomendaciones entre libertadores sudamericanos como Bernardo O’Higgins, José de San Martín, Bernardino Rivadavia, Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar. Es considerado iniciador, o uno de ellos, de los sistemas públicos de educación en Argentina, Chile y Perú. Tras siete años de trabajo en Sudamérica, Thomson retornó a Inglaterra en 1825, donde conoció a Vicente Rocafuerte, uno de los enviados por el gobierno mexicano para negociar el reconocimiento como país independiente por parte de Inglaterra. Rocafuerte invitó a Diego Thomson para viajar a México y promover tanto a la SBBE como coadyuvar al fortalecimiento de la Sociedad de Escuelas Lancasterianas, sistema existente en México desde el 22 de agosto de 1822, cuando se abrió el primer centro escolar en lo que fue el Palacio de la Inquisición en la capital mexicana.

Diego Thomson desembarca en Veracruz el 29 de abril de 1827. El 17 del mes siguiente llega a la ciudad de México, de la que informa “el clima es excelente y todo el panorama alrededor es hermoso”. Con la experiencia obtenida en sus años sudamericanos y dominio del español para comunicarse efectivamente, Thomson inicia los trabajos de distribución bíblica en la antigua Tenochtitlán y estados circundantes.

La Biblia, o porciones de ella, que distribuyó Diego Thomson fue la traducida al castellano por el sacerdote católico Felipe Scío de San Miguel. La versión propagada por Thomson no incluía los libros deuterocanónicos, llamados por algunos apócrifos. Entonces tenemos que la Biblia promovida por Thomson era de fuente católica, pero de canon protestante.

En una extensa carta, fechada en la ciudad de México el 22 de septiembre de 1827, Thomson informa que tres semanas antes había estado en San Agustín de las Cuevas, Tlalpan, “pueblo a 12 millas de la capital” mexicana. José María Alcántara, rector del Colegio de San Agustín, se mostró muy interesado en las actividades de la SBBE y solicitó ser inscrito como miembro del organismo. A su regreso a la ciudad de México, lo visita el sacerdote José Antonio López García de Salazar, quien también pide ser ingresado a la SBBE y comparte a Thomson que otro clérigo desea conocerlo. Se refería a José María Luis Mora.

García de Salazar acompaña a Mora y lo presenta a Thomson, quien menciona haber encontrado a Mora “muy amistoso con respecto de la Sociedad Bíblica”. La parte del informe enviado por Thomson a Londres es importante a la luz de la recuperación hace cuatro años del Códice Chimalpahin. El documento fue mostrado en el Museo Nacional de Antropología en ocasión de los 50 años del recinto, en el marco de la exposición Los códices de México: memorias y saberes.3Mora regresó y entonces “trajo consigo tres volúmenes de manuscritos, parte de ellos en idioma mexicano [náhuatl], y todos acerca de tema mexicano. Los entregó a la Sociedad Bíblica junto con algunos panfletos escritos por él mismo, y les serán enviados [a la oficina de la Sociedad Bíblica en Londres] cuando se presente una ocasión propicia”.

Thomson hizo llegar el conocido como Códice Chimalpahin a la SBBE. Los documentos permanecieron bajo la custodia de la SBBE hasta 1982, cuando fueron trasladados a la Universidad de Cambridge. Al enterarse de que la Sociedad Bíblica londinense pretendía subastar el preciado Códice Chimalpahin, especialistas y autoridades del Instituto Nacional de Antropología e Historia se adelantaron a la subasta y compraron en mayo del 2014 los documentos por 650 mil libras esterlinas (14 millones 553 mil 500 pesos, al tipo de cambio de cuando se hizo la transacción).4

Los tres tomos recibidos por Thomson contenían manuscritos de Obras históricas de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (¿1568?-1648), además “seis crónicas en forma de anales en náhuatl y en español, escritos o transcritos por el cronista chalca don Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin (1579-¿1660?)”.5Estos volúmenes rescatados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia “son el inicio de la historiografía mexicana sobre la vida cotidiana, sociedad y política mexicas, así como de la Nueva España del siglo XVI”, escribió César Moheno, secretario técnico del mencionado Instituto.6

La posesión inicial de los documentos históricos la tuvo Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, más tarde la “colección pasó a la de su hijo, don Juan de Alva Cortés, quien se la dio en 1680 al sabio criollo Carlos de Sigüenza y Góngora (1645-1700), quien reunió y encuadernó en tres volúmenes los manuscritos. Al morir Sigüenza, los manuscritos pasaron a la Biblioteca del colegio jesuita de San Pedro y San Pablo, y de allí al de San Ildefonso […] Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la Biblioteca del Colegio pasó a cargo de la Universidad […] Después de la Independencia, los tres volúmenes fueron apropiados por el sacerdote, político e intelectual liberal José María Luis Mora”.7

El manuscrito más antiguo de las obras entregadas por Mora al enviado de la SBBE es uno que data de 1543, escrito en p’urhépecha, narra sucesos prehispánicos y primeros años de la Conquista española.8Entre el documento que recoge la memoria de Melchor Caltzin, incluido en los volúmenes recibidos por James Thomson, y el retorno de los libros a México transcurrieron 471 años. 

De acuerdo con lo informado por Thomson, el doctor José María Luis Mora obsequió los históricos volúmenes a la SBBE. No los intercambió por biblias protestantes, como adujeron varias fuentes periodísticas. Mora fue bibliotecario del Colegio de San Ildefonso, sin duda desde años atrás conocía el gran valor de los libros que entregaría a Thomson. ¿Por qué lo hizo? ¿Acaso porque ante la caótica y conflictiva situación de la nación quiso salvaguardar las obras que narran la historia de pueblos prehispánicos y ponerlas a resguardo fuera del país? No lo sabremos. Lo cierto es que, enhorabuena, el Códice Chimalpahin regresó a México tras un periplo digno de un buen documental.

 

Notas

2Nota de Mónica Mateos-Vega, La Jornada, 18/9/2014:http://www.jornada.com.mx/2014/09/18/sociedad/042n1soc

3Mónica Mateos-Vega, op. cit.

4Rodrigo Martínez Baracs, Manuscritos mexicanos peregrinos, fotocopia, s/f, p. 5.

5Ídem, p. 2.

6La Jornada, 24/9/2014:http://www.jornada.com.mx/2014/09/24/cultura/a05n2cul, y César Moheno, “En la feria”, La Jornada, 5/octubre, 2015.

7Rodrigo Martínez Baracs, op. cit., pp.2-3.

8Cristina Monzón, Hans Roskamp y J. Benedict Warren, “La memoria de don Melchor Caltzin (1543): historia y legitimación en Tzintzuntzan, Michoacán”. Estudios de Historia Novohispana, núm. 40, enero-junio 2019, Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM, p. 21.

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