El peligro de luchar en una guerra que no es la nuestra

¿En qué guerra estás luchando, en la del Señor tu Dios o en la de otros que no tienen nada que ver con el plan de Dios para tu vida?

13 DE DICIEMBRE DE 2015 · 17:50

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Uno de estos días, estaba leyendo y reflexionando en 1ª Reyes 22, cuando el rey Acab le dice a Josafat que le acompañe a luchar contra el rey de Siria y Josafat, inducido por un falso sentimiento de hermandad, se involucra en una batalla que casi le cuesta la vida. Acab se disfraza de un soldado cualquiera, mientras que Josafat es descubierto fácilmente por el enemigo a causa de su indumentaria real. Es realmente curioso que una flecha aparentemente perdida (1ª Reyes 22:34) acabase con la vida del perverso Acab y Josafat se librara de la muerte por la pura misericordia de Dios. Esto nos habla de nuestras alianzas, con quién estás o estamos aliados, y de ciertas complicidades que resultan más que peligrosas, además de contradictorias. 

Una buena pregunta para cualquiera de nosotros sería: ¿En qué guerra estás luchando, en la del Señor tu Dios o en la de otros que no tienen nada que ver con el plan de Dios para tu vida?... Además de la posibilidad real de salir mal parados por estar en frentes que tienen muy poco o nada que ver con los intereses del Reino de Dios, aquí y ahora. 

Hay distintas guerras de escala mayor y otras de escala menor con las que tenemos que lidiar frecuentemente, pero muchas de ellas son puramente humanistas al más alto nivel: La guerra con nuestras entrañas es típicamente jacobina, como diría Machado. La guerra sicológica con los medios y la publicidad con sus múltiples truculencias es un acoso constante, creándonos falsas necesidades e induciéndonos a elegir muchas veces entre lo malo y lo peor. Una de las guerras más sutiles y envolventes de nuestro tiempo es la de las redes sociales y su virtual expansión mundial; quizás en esta guerra informática, sin darnos demasiada cuenta, estemos metiendo al enemigo potencial en nuestras mismas casas. La guerra de intereses y ciertas ambiciones  personales, consideradas legítimas según el prisma humano, es otra de las guerras indeseadas para la vida espiritual del creyente que antepone sus propios deseos a los principios y valores del Reino. Otra de las guerras más perniciosas es la de las ideas políticas e identitarias  que nos pueden sumergir en una burbuja sentimentalmente engañosa, a la vez que atrapante; estas, junto a los conflictos religiosos, son la semilla de los fanatismos más violentos que enfrentan a  los hombres entre sí, produciéndose los odios más encarnizados que dividen a familias y sociedades enteras. Esta reflexión no trata de eximirnos de nuestras responsabilidades civiles y democráticas tratando de saber votar sabiamente, pero nunca transgrediendo el imperio de la ley que en cualquier país, como por ejemplo el nuestro, también es imperfectamente democrático. Porque si relativizamos este principio de autoridad, se comienza a desvertebrar la misma sociedad humana y estamos induciendo a las nuevas generaciones a convertirse en transgresores de la ley por cualquier trifulca de turno, lo que nos puede convertir en una auténtico bumerán. El mejor ejemplo lo tenemos en el mismo Jesús que no sugirió, en lo más mínimo, en ningún momento, sublevarse contra el imperialismo romano; esto mismo observamos en las cartas de Pedro y Pablo que nos mandan por inspiración divina lo siguiente: “Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra.” Tito 3:1, y también Romanos 13: 1-7 que es más que concluyente al respecto. Sin embargo, si comenzamos a realizar falsas reinterpretaciones del texto bíblico, nos perderemos en un laberinto de intereses partidistas que no tienen nada que ver con la cultura del Reino de Dios, que por cierto no es de este mundo. 

Definitivamente nuestra guerra no es contra sangre ni carne, ni está envuelta en banderas de ningún signo. Nuestra guerra es contra poderes de las tinieblas, con las armas de la luz, venciendo con el bien el mal y combatiendo por el evangelio de la paz a favor de todos los hombres y mujeres de todas las razas y culturas, que son el objetivo primordial del amor de Dios.

Solamente quiero aportar una última recomendación personal, cuídate de los peligros de los falsos sentimientos y no te comprometas con historias y proyectos que no están en el plan soberano de Dios para tu vida.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El Tren de la Vida - El peligro de luchar en una guerra que no es la nuestra