Polvo de estrellas

El frágil ser humano debe sentirse juntamente orgulloso de haber traspasado y accedido a tan impresionante espectáculo espacial.

28 DE MARZO DE 2015 · 22:35

La Tierra, desde la luna. / NASA,
La Tierra, desde la luna. / NASA

El tener que elaborar programas para la Radio, muy concretizados en músicas para “Luces Musicales”, me producen experiencias varias. Por un lado, me confirman que me hago mayor, que ya soy mayor, porque las melodías del mundo secular que son de mi preferencia, me vienen de los 60’s, 70’s. y, por otra parte, que me voy desfasando de los ritmos modernos, si bien puedo decir que algunos me gustan mucho.

Curiosamente estos días, he recordado a los “Pekenikes”, aquel grupo que en su tiempo fue considerado como una versión a lo Pink Floyd, con sus bellas melodías: “Hilo de Seda”; “Arenas Calientes”; “Lady Pepa” y su espectacular “Polvo de Estrellas”. De hecho, en aquellos tiempos decir “Pekenikes”, era decir “Polvo de Estrellas”. Canción que me sirve como pretexto, para reconocer “Desde el Corazón” que el hombre de nuestro tiempo ha dado pasos de gigantes en el conocimiento del cosmos, y aunque los astrónomos serios (más que los meros divulgadores de ciencia ficción) están encantados con los descubrimientos, siguen señalando que aún esconden misterios y sorpresas, y con gran optimismo proclaman que con tiempo y recursos acabaremos conquistando las estrellas.

Cierto es que el universo se ha acercado al hombre o, más bien, el hombre está conquistando el universo, a veces a costa de vidas, como las que se perdieron en el transbordador Challenger (1986) o en el Columbia (2003). Estos interesantes gestos de investigación, en mucho han hecho perder el romanticismo de los antiguos poetas, como las palabras que Zorrilla pone en labios de don Juan TENORIO: “¿no es verdad ángel de amor que en esta apartada orilla, más bella la Luna brilla y se respira mejor? y en otros, la divulgación de los adelantos, ha ensoberbecido el saber humano, y hecho sentir que es el gigante del Cosmos. Pero en otros, nuestro conocimiento o información más real, más objetiva y más genuinamente científica, nos despierta a no necesitar que cosmologías de ficción nos expliquen qué son las galaxias y de qué material están hechos los planetas y cometas. Y sin descartar lo que es claramente aceptable, nos confirman verdades como la de uno de los importantes observadores del firmamento, que escribió con seguridad: “los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos”. Basta que la telilla de la incredulidad se desprenda de nuestros ojos para que veamos que, en el magnífico templo de la naturaleza, todas las cosas proclaman la grandeza y la gloria de Dios. Basta que el oído naturalmente sordo sea destapado, para que sea capaz de oír voces –misteriosas pero inteligibles  que revelan que el Diseñador Inteligente está todavía obrando aquí en la providencia, así como obró antiguamente en la creación.

Ver la superficie de la Tierra desde el espacio, con el precioso color azul de la atmósfera que la rodea en su forma y dimensiones reales, supone un hito totalmente nuevo en el conocimiento humano. Es asombroso y sobrecogedor, y el frágil ser humano debe sentirse juntamente orgulloso de haber traspasado y accedido a tan impresionante espectáculo espacial, que al mismo observador real, le hizo exclamar: cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”. La pieza musical de pura psicodelia de los “Pekenikes” contestaría: somos “polvo de estrellas” pero la antropología del Dr. SAVEDOFWATERS, nos diría: somos hijos del cosmos, somos carbono y agua, radiación solar, electricidad, geología y biología… y sin duda, imagen de inteligencia y espiritualidad.

La ignorancia es muy atrevida, y debo reconocer “Desde el Corazón” que algunas veces, en el pasado, critiqué el dinero que se gasta en viajes espaciales. Pero los años te llenan de pensamientos de reflexión. En estos días no sería en absoluto partidario de los que en el pasado criticaron el dinero que se gasta en el desarrollo del tren, de la automoción y la aviación. Pues he aprendido que el “Homo Sapiens”, la creatura que Dios creó a imagen y semejanza suya, en sus investigaciones, también obtiene cosas para nuestro bienestar y más confortable vivir. No sabíamos que el teflón, el papel de aluminio, los pañales infantiles, el buen sonido de la televisión, las excelentes imágenes de nuestras tabletas, la tecnología del escáner en medicina, los materiales ignífugos, los detectores de humos, las prendas de forro polar (bien útiles en estos días son en los fríos Alpes en los rescatadores de los restos del trágico accidente del avión de Germanwings) o el joystick que utilizan nuestros hijos y nietos, entre otras muchas cosas, son los objetos y materiales nacidos al calor de la investigación espacial. Y más aún, tal capacidad de descubrir y hacer, confirma lo que el Creador ya concedió al hombre: “y los bendijo Dios, y les dijo: fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. Es decir, sed más que “polvo de estrellas”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde el corazón - Polvo de estrellas