Ayer, hoy y mañana. Tres dimensiones de trabajo en la iglesia local (II Parte)

Félix Ortiz

02 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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Tres peligros: nostalgia, autosatisfacción y orgullo El pasado a la nostalgia Sería el peligro de mirar hacia el pasado no para honrarlo, sino para retenerlo. La nostalgia es definida como la tristeza originada por el recuerdo de una dicha perdida. Es la actitud que piensa que cualquier tiempo pasado fue mejor. Es como en el libro de Hageo cuando aquellos que habían conocido el anterior templo sentían tristeza, olvidando que lo importante del mismo no era la forma sino la presencia del Señor en él. Hay una falta de perspectiva y entendimiento de la realidad que las organizaciones van y vienen, son temporales, crecen y mueren pero el Reino continua y Dios sigue cumpliendo sus planes ¿Cuántas de las iglesias del Nuevo Testamento están hoy en territorio musulmán? Es legítimo mirar hacia atrás para celebrar lo que el Señor hizo, para dar gracias y reconocer su fidelidad, pero nunca para llorar por lo que fue y ya no es. El presente a la autosuficiencia Es la actitud del rey Ezequías cuando satisfecho le mostró a los enviados de Babilonia todas sus riquezas sin ser consciente de que en unos pocos años lo despojarían de todo ello (Is. 39:1-8) Esta actitud se caracteriza por creer que el futuro será una prolongación del presente y que, por tanto, todo seguirá igual y no hay que preocuparse por nada. Los líderes que así piensan carecen de la visión de los hijos de Isacar y su capacidad para leer los tiempos y por dónde estos apuntan. No tienen la sabiduría de descifrar los signos de los tiempos y ver hacia dónde evolucionará el futuro y cómo prepararse para el mismo. No han aprendido del pasado, de tantos lugares donde el evangelio fue floreciente y hoy es nada. De naciones que experimentaron avivamientos increíbles, como Gales, y hoy en día es una de las zonas más secularizadas de toda Europa. Como los contemporáneos de Jesús que no tuvieron la capacidad de identificar al mismísimo Mesías. Si el presente va bien, tengo gente, hay buenas ofrendas, nuevas personas conocen a Jesús ¿Por qué habría de preocuparme por el futuro? El futuro al orgullo espiritual Este orgullo nos lleva a despreciar el pasado y el presente por definición sin ningún criterio crítico y, del mismo modo, abrazar todo lo nuevo por el simple hecho de que se trata de algo nuevo. Los que caen en este error no tienen la capacidad ni de honrar el pasado ni de comprometerse con el presente y desarrollan, con triste frecuencia, una actitud que les lleva a despreciar a las personas y a no tener la capacidad para discernir entre la forma y la función. Es muy fácil caer en una postura de destruir sin edificar, de echar por tierra los esfuerzos actuales olvidando, como ya antes mencionábamos, que esto es preciso hacerlo pero sin dejar de hacer lo otro. Conclusión y opciones Como pastor de una iglesia local afirmo que cualquier líder que no tenga en perspectiva las tres dimensiones está en una posición vulnerable. Hay que aprender a mantener una tensión saludable –que no equilibrio- entre las tres dimensiones, el pasado, el presente y el futuro. Hay que hacer mucha pedagogía para que las personas más mayores entiendan que los cambios afectan a las formas y no a los principios bíblicos detrás de las mismas. Explicar la diferencia entre doctrinas –que todo el cuerpo de Cristo a nivel universal sigue- tradiciones –las cosas propias y singulares de nuestra iglesia o denominación- y los gustos personales. Cuando implementamos el cambio es bueno explicar en cuál de los tres niveles nos estamos moviendo. Hemos de honrar a los que nos precedieron pero sin permitir que hipotequen nuestro presente ni nuestro futuro. Hemos de buscar la mayor efectividad posible a las formas presentes sin olvidar que antes o después tendrán fecha de caducidad y eso no es, en absoluto, malo, forma parte de la dinámica natural de la vida. Por tanto, un líder sabio debería de encontrar formas de preparar un futuro que, sin duda, será diferente y debería identificar a las personas que tienen la visión y la capacidad de llevarlo a cabo empoderándolas y sin verlas como competidores y agentes subversivos que alteran el status quo. De no preparar el futuro perderemos las nuevas generaciones, no únicamente en sentido que no las ganaremos para el evangelio, sino también en que iremos perdiendo muchos de nuestros jóvenes que ya no encuentran en el modelo presente la satisfacción de sus necesidades y la forma de expresar su espiritualidad. Crear proyectos pilotos que sean patrocinados y se desarrollen bajo la cobertura de la iglesia local pero con la libertad de encontrar sus propias formas de expresión y ser. No réplicas de lo que hoy hacemos, sino expresiones diferentes para una generación diferente. Asegurarnos que el ADN esté presente no en las formas, sino en el fondo. Para concluir, la Biblia afirma que Jesús es el mismo ayer, hoy y por siempre, justo las tres dimensiones. Pero a Jesús, a lo largo de la historia lo hemos experimentado de formas diferentes.

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