Lutero y los campesinos (2)

Ahora podemos ver su figura agrandada por los pasos siguientes de la Historia, pero en su propio momento no era más que un pequeño punto en el tablero.

22 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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Mostrar desacuerdo con Lutero no significa olvidar su lugar providencial en la Historia. Se trata de no pintar una ficha de escuela dominical con un personaje ajeno a la realidad. Como fue es un ejemplo a seguir en muchas facetas; también es un ejemplo para no seguir en otras. Y siempre con el cuidado de no colocarnos por encima del personaje, al que solo conocemos un poco, y desde nuestra comodidad despacharlo como un oprobio, o ensalzarlo como un icono modélico de perfección protestante. Máximo respeto para quien está dispuesto a morir por la causa del Evangelio, y eso es lo que esperaba a Lutero en un curso normal de acontecimientos, como ya pasó antes con otros. Hereje, enfrentado al papa, al emperador, y proscrito social y religiosamente, solo la hoguera queda al término del camino. No fue así, para sorpresa del propio Lutero. Su “búsqueda” de Dios, que al final no es más que la manera cómo Dios lo está “encontrando”; su oír a las Escrituras, con su traducción incluida para que otros puedan acceder con los oídos de su lengua nativa, su descubrimiento de la situación de la cristiandad, su energía en caminar para la libertad de la Iglesia cautiva, etc. lo convierten en una persona a la que se debe uno acercar con mucho respeto. Un ejemplo, además, por usar todo lo que tenía al servicio de la causa del Evangelio; y no tenía mucho. Ahora podemos ver su figura agrandada por los pasos siguientes de la Historia, pero en su propio momento no era más que un pequeño punto en el tablero. Conocemos que era tiempo de la Reforma en la providencia divina, que se están vinculando sucesos, que el éxito dependerá de asuntos que en ese momento no se podía atisbar. En medio de esos sucesos está Lutero, y está firme en su debilidad. Lucha con lo que tiene a mano. Es un ejemplo. Lutero descubre y se enfrenta al papado sin apenas conocer Historia de la Iglesia. En sus días se conocían historias de santos y supersticiones varias, pero no se daba Historia. Cuando pudo leer la obra de Eusebio fue una gran sorpresa. Por supuesto, al conocer la obra de Lorenzo Valla, en la que demostraba cómo la Donación de Constantino, base del derecho reclamado por el papa para el dominio sobre los Estados Pontificios, era una falsedad, producida artificialmente por el propio papado, no tuvo dudas de que el papado había esclavizado a la Iglesia; y actuó en consecuencia. Hoy conocemos tanta Historia, y no actuamos en consecuencia. Lutero es un ejemplo a seguir. Sacó la conclusión de que el diablo había hurtado a la gente de la presencia salvadora del Redentor, y puso en su lugar todo tipo de medios humanos. Descubrió la liberación de la obra perfecta de Cristo, y la dio a conocer, la anunció para todos, en la lengua y el modo como cada uno la entendiese. Es un ejemplo a seguir. También liberó al “mundo” de la esclavitud a la que lo sometió el diablo. La comida, la bebida, la fiesta, el baile, el canto, la casa, la esposa, los hijos; de todo ello nos ha privado también el diablo, y ahora se recupera. Bien hecho. Pero Lutero está caminando con la modalidad que considera como la expresión viva de la Escritura, es decir, tiene con él una “casa”, un modelo, un mapa, que ha identificado con el mismo Evangelio, y eso es malo. También debemos conocer esa parte para no pintar una figura falsa. El reino de Dios no se edifica con distorsiones. Creo que es una gravísima distorsión contraponer hoy “culturas” católicas o protestantes como si fuesen expresión de la Cruz. También hoy la Cruz condena al hombre ético, sea de un modelo o de otro. Lutero levantaría la voz contra todos los que vean mérito en ser de un lado u otro. Todos, como él confesó en el último suspiro (también antes, cuando casi se muere en 1527): “somos mendigos”. Pero, y eso nos pasa a todos (debemos reconocerlo, y que Dios nos libre de nosotros mismos), aunque se consideraba, sinceramente, como mendigo, solo como uno al que Dios había “empujado”, sin mérito o buen recuerdo de algo justo, puso como algo que no correspondía a esa mendicidad, como algo que era identificable con la Palabra, con la misma Cruz, un sistema (el término no lo aceptaría Lutero, pero puede valer), “su” casa doctrinal, que no podemos acoger como válida (al menos, en mi caso). El ariete endurecido que Dios usa para derribar muros, el hombre que miran como guía para liberar Alemania, el buen siervo de Dios, que afirma su confianza en el poder y protección del Niño de Belén que mama en los pechos de su madre, es el mismo que reclama que se acepte “su” manera de pensar sobre diversos asuntos como si fuera lo mismo que la Verdad. No le cabe duda, su modelo es el que sale de la misma fuente, es la Biblia expuesta y aplicada; cualquiera que lo rechace lo hace sin la Palabra. Tan unido se ha colocado con ella, que al final la ha “consustanciado” con su criterio. Eso es malo. No se puede aceptar. Él es solo un mendigo indigno, pero “su” casa espiritual, lo que ha fabricado, eso no es “mendigo” en absoluto, pues se la ha “dado” el Señor. Como hay que oír a la Escritura, así se debe oír la voz de Lutero. “Dejarán sin destruir la Palabra del Señor”, y Lutero la confundió con sus ideas. Mal asunto. (Nuestro buen Antonio del Corro tuvo que rechazar públicamente esa pretensión en los herederos luteranos, pues al final, con las ideas religiosas humanas “protestantes”, habían fabricado un “quinto” Evangelio.) Sabemos y publicamos que Cristo es la única Roca, y que nadie puede poner otro fundamento. Bien. Y ahora “edificamos” sobre ese fundamento; y asumimos que el fundamento es inamovible. Claro que sí. Pero cuidado con pensar que “nuestra” casa que hemos puesto encima es “también” inamovible. ¿No se mantendrá firme lo que edifiquemos sobre roca? Sí. Pero “mire cada uno cómo sobreedifique”. Comentando este pasaje, Calvino menciona a “Cipriano, Ambrosio, Agustín y otros. O más cercanos, como Gregorio o Bernardo y otros semejantes, cuyo propósito era construir sobre Cristo, pero quienes, no obstante, a menudo se desviaron del método correcto de edificar”. Seremos salvos, sí, pero la hojarasca se quema. Y lo que Lutero presenta como verdad es en muchos casos hojarasca. Cuidemos de no programar un GPS y ponernos a viajar por la Biblia, “obligando” a que se adapte a nuestra ruta. Eso puede parecer muy seguro, pero el fuego está a la puerta. Aunque la llamada “guerra de los campesinos” abarca más espacio, será en 1525 cuando culminen sus resultados. (El 15 de mayo los campesinos son aniquilados en Mühlhausen.) Lutero es convocado a dar su opinión. Y lo hace con “su” modelo. Es decir, aplica su método y lo considera “como” el Evangelio. Los que no quieran oírle, están sordos al Evangelio. Cuando tiene que explicar la dureza de su librito Contra las bandas ladronas y asesinas de los campesinos, llega a identificarse con el mismo Jesús en aquello de que no lo entendían. Si les había hablado de cosas terrenas, es decir, del orden del reino secular, y no lo comprendían, ¿qué les ocurrirá si les habla del otro reino, el de la gracia? ¿Cómo eran tan necios de no haber ya sabido lo que era el camino adecuado? ¿No les había escrito claramente? ¿Cómo seguían perdidos? Seguro que eso era obra del diablo. Si alguien se escandaliza de sus palabras, es como aquellos judíos que se escandalizan de las de Cristo, son ciegos, guías de ciegos. Los que critican su libro no están escuchando a Dios, así de simple lo ve Lutero. “Con el puño hay que contestar a estos bocazas, que les salte la sangre de las narices. Los campesinos tampoco quisieron escuchar ni se dejaron decir nada, por eso hubo que abrirles las orejas con bolas de arcabuz y las cabezas saltaron por los aires; para tal alumno, tal palmeta. Quien no quiere escuchar la Palabra de Dios por las buenas, escuchará al verdugo con la hoja”. “Un rebelde, de quien pueda demostrarse que lo es, es un proscrito de Dios y del emperador, de modo que el primero que pueda estrangularlo actúa bien y rectamente. Cualquiera es juez y verdugo de un rebelde público (…) por eso, quien pueda, ha de abatir, degollar o apuñalar al rebelde, en público o en privado”. Cosas como estas no son extrañas en sus escritos. Vale que Lutero está “socializando” el concepto de rebelde, y que eso es parte de la lucha contra el demonio, en su modo de ver las cosas, pero a los que matan son campesinos, uno a uno. Esto no es el Evangelio. Que Lutero fue instrumento de Dios para muchas cosas, claro que sí. Que en sus escritos y actuaciones tiene mezclas de todo tipo, también. (Los “Escritos políticos” de Lutero son lectura obligada. Con estudio preliminar y traducción de Joaquín Abellán, se pueden encontrar en Tecnos, 1986. Existen otras versiones.) Los campesinos quieren destruir el orden del mundo, por eso son instrumentos del diablo. Se debe impedir. La “autoridad”, que es de Dios y por eso lleva la espada, tiene que impedirlo. Esas revueltas campesinas, con toda su complejidad, se tornan una simple figura de la obra del diablo en la mente de Lutero. “El diablo presiente el día final (…) por eso tiene que ser lo peor (…) cómo tiene al mundo en sus manos y puede confundirlo todo, pues puede cautivar, seducir, cegar, endurecer y sublevar con tanta rapidez a tantos miles de campesinos y puede hacer con ellos lo que su rabiosísimo furor se proponga”. Seguro que a esto ayudó saber en un momento preciso que su líder era Thomas Müntzer, “ese archidiablo”. Este personaje también se veía, como Lutero, luchando por Cristo contra el diablo. Cada uno a su manera. Como tantas veces, luego los que pierden son los que mueren en el camino. Este Müntzer no era un santo de la libertad o de la separación de la iglesia respecto del estado. En un famoso sermón (Trotta ha editado sus obras) “delante de los príncipes” (sobre el cap. 2 de Daniel, el 13 de julio de 1524), les conmina a que tomen la espada en defensa de su causa. Si lo hacen, son fieles defensores del nuevo tiempo, si no, son los rebeldes que serán destruidos por la presencia del reino espiritual que ya viene por mano suya y de sus campesinos. La “autoridad” secular es mala solo si no te ayuda. Ni el uno ni el otro son promotores de la libertad civil, de lo que hoy conocemos como democracia. El Protestantismo es un motor de libertades civiles, pero no en ese momento, ni con Lutero. (Las ordenanzas municipales de algunas ciudades del entorno suponen mejor “filosofía política protestante” que la voz de Lutero.) La libertad que se pregona es respecto a la tiranía del papado, de los Estados Pontificios, de Roma. Eso ya es un buen camino, pero no va más allá. Las proclamas que se oirán un siglo después en la Revolución Inglesa, no están aquí en este tiempo. ¿Quién es este Lutero que dicta: “Si se hubiera seguido mi consejo al principio, cuando comenzaba la rebelión, y se hubiera decapitado a un campesino o a cien de manera que los demás hubieran sentido el choque y no se les hubiera dejado crecer tanto (…)”? Podemos decir, aliviados en parte, que no era el predicador de la Cruz, sino el “jurista” que contesta sobre asuntos seculares. Pero mezcla las dos cosas, y afirma que unos u otros se salvarán o condenarán en cuerpo y en alma, según estén con la rebelión o reprimiéndola. No, no se puede aceptar a ese Lutero. Ha cambiado el Evangelio, y encima, no es el “político” protestante de las libertades sociales que alguno pintará. “El burro pide palos y el pueblo quiere que se le gobierne con fuerza”. No, no. ¿Es el engendro del diablo que Roma pintó, hasta hoy en algunos historiadores; convirtiendo, en palabras literales de Lutero, “a mi amada madre en una puta que ayuntó con el diablo”? Seguro que no. (¡Qué lenguaje usaban unos y otros! Tampoco extraña así que el último libro de Lutero, contra el papa, en 1545, fuese mostrado con grabados groseros. Iba a comentarles uno, pero lo dejo.) En el mismo espacio donde se producen estos descalabros (1525), vemos al Lutero de familia, de flores, de comida y bebida, el que recupera la naturaleza como creación de Dios. El 13 de junio se casó con la exclaustrada Catalina von Bora. Feliz casamiento. Se le reprochó el momento; y contesta que la ha hecho “contra el diablo”. Es decir, Lutero se casa como un acto liberador. También ahí está en pelea con el diablo. (Alguien ha señalado que eso sí que era “derribar” imágenes.) Pero tenemos más en el cuadro, en el mismo año. En los dos últimos meses escribe De servo arbitrio contra Erasmo. ¿Contra Erasmo?: ¡también contra el diablo! El que ha esclavizado al hombre al quitarle su condición de esclavo, al engañarlo con la libertad sin Cruz. En nuestro presente debemos, como cristianos, explicar cosas, mostrar caminos de ética social, y todo lo que podamos. No nos olvidemos de la Cruz. Lutero nos proporciona una extensa figura donde vernos en nuestras carencias. Seamos honestos con la Historia; así ayudaremos a los demás, y a nosotros mismos. Lutero predicó la Cruz de Cristo; ahí estamos juntos. También predicó falsificaciones graves de esa Cruz. Sepamos estar separados de ese Lutero; de rodillas, llorando. Somos mendigos. Espíritu del Señor, tú que intercedes por nosotros con gemidos indecibles (gemidos, ¿qué otra cosa nos califica?), no nos dejes en nuestros propios caminos. La semana próxima, d. v., sin movernos de la Cruz, hablamos de “cosmología”. Muy quietos; un solo artículo, sin entrar en discusiones interminables. Creacionismo sin vueltas.

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