Quintín García y la Navidad del Dios-Niño

Poesía, la de Quintín García, impregnada de Evangelio, de plegarias desnudas y de Vida zambulléndose en lo cotidiano del ser humano.

21 DE DICIEMBRE DE 2012 · 23:00

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ALGO DE FRATERNIDAD CRISTIANA Poeta, narrador (cuento y novela corta), licenciado en Filosofía y Letras, en Ciencias de la Información y en Teología, articulista y ensayista; mucho admiro a este Quintín García (Piña de Esgueva, 1945), un hombre humilde que se preocupa por los prójimos y que a diario práctica el Evangelio. Hablar, ahora habla lo justo, pues va lidiando a un cáncer de garganta. Y aunque la jerarquía católica, fe a la que está consagrado, le haya impuesto silencios y haya cometido tropelías contra su persona, él sigue sonriente y reflexivo, repartiendo gestos muy expresivos del Amor que sabe prodigar a los demás, sin importarle raza, sexo, nacionalidad, ideología o religión. Y esa genuina actitud cristiana le viene deparando la querencia generalizada de las gentes del pueblo donde vive, Babilafuente (provincia de Salamanca), pero también de los otros pueblos de la comarca. Lo conozco hace años y he compartido su mesa, pues el Cuerpo de Cristo es Uno y el Evangelio resulta el referente de esa fraternidad. Y cuando pienso sobre su obra y persona, siempre surge la figura entrañable de Alfredo Encinas, sacerdote dominico fallecido en mi Perú primero, tan solo unos meses más tarde de haberse despedido de mí en una cena que celebramos, esta vez en Tejares, viendo el Tormes desde mi balcón. Encomiable su esforzado trabajo durante décadas, entregado a la Misión con la gente más necesitada de la región del Urubamba… Pero dejémonos de chácharas y presentemos la magnífica poesía de Quintín García, quien ha ganado un buen manojo de premios, tanto en poesía como en narrativa. Un ejemplo de ello es su nutriente poemario, todo él dedicado a Teresa de Cepeda, titulado Carne en fulgor, Primer Premio Kutxa Ciudad de Irún,publicado enSan Sebastián el año 2006. Antonio Colinas y quien esto escribe, tuvimos el privilegio de presentarlo a la prensa salmantina. Y también A título póstumo, Primer Premio del I Certamen de Novela Corta Ciudad de Dueñas, publicado en 2001. DOS POEMAS PARA UNA ANTOLOGÍA Poesía, la de Quintín García, impregnada de Evangelio, de plegarias desnudas y de Vida zambulléndose en lo cotidiano del ser humano. He aquí estos dos poemas inéditos que me ha permitido dar como ofrenda para quienes acercan sus ojos (y su corazón) a esta antología en construcción, toda ella dedicada al último Adán. Leamos a Quintín García para ver cómo se hunde en el Nacimiento y cuestiona el aluvión de tonterías que han trastocado el verdadero sentido de la Natividad. BÁLSAMO DE LUZ, NIÑO “El Verbo se hizo Carne y habitó entre nosotros” Evangelio de Juan Ahora que inhabitas mi carne, Niño de la Navidad, y sabes que mis ojos, dolidos ya de sombras, apenas si descubren los asideros de la barca en la que zozobramos; y que ha enmohecido el pan en los armarios; y que pasan, rugientes, vendavales amamantados en las altas torres de Babel --torres KIO, torres Petronas, Wall Street, el Lehman Brothers-; y hay corvos picos sedientos de pájaros negros –el Ídolo y la Bestia- acechando desde las altas cúpulas marmóreas del Templo y de la Patria, abre nuevamente corredores de luz a mis pies de Sísifo, fortalece mis hombros a punto de derrotas, prende los leños entumecidos de mi estancia. Por si aliviaras, Niño, los agrios fríos de este invierno con el fulgor de tus bienaventuranzas. No imploro sino el mismo calor de tus manos que acarició la frente de los niños en las plazas cuando abril, que roturó las cárcavas leprosas y dibujó nuevos amaneceres en las cuencas vacías de los ciegos. El mismo que sembró los pedregales y las sendas de horizontes azules y de espigas. Que sea también bálsamo de Luz para estas manos mías, heridas de soledumbres y de olvidos. Cuando cae hoy la tarde hacia la noche y están ardiendo ahí fuera los fuegos de artificio de la Farsa, solo espero de ti, Niño de la Navidad, un ardoroso beso de Luzque incendie nuevamente la tibia epifanía de tu Carne en mi carne por si la Amanecida.
NAVIDAD EN NEGRO
“Porque tuve hambre y me disteis de comer… …Cada vez que lo hicisteis con uno de esos más humildes, lo hicisteis conmigo” Mateo, 25, 35-46 Una mujer dulce, del color de las caobas en abril, tiritando las ascuas de sus ojos, besaba el otro día en la pantalla de mi televisión a su hijo (¡Dios! lo llamó alguien de los que comentaban el suceso), negro también como ella, y reluciente, mientras le limpiaba el salitre del mar y le bajaba la fiebre con paños de agua fría y mimitos de sus labios de miel. Acababan de llegar los dos a una playa llenita de guardias y alambradas por si encontraban allí una mesa dispuesta con sonrisas y pájaros en vuelo, donde saciar la sed y lavarse las heridas del mar. Habían dicho ¡Dios! en la televisión y yo quedé rumiando por dentro, tiempo y tiempo, como entre nieblas, removido, porque el cura de mi pueblo, en Navidad, todos los años nos da a besar un Niño Dios distinto: blanco y sonrosado, pelo arrubiado y casi mofletudo, que saca de un portal con luz eléctrica donde está rodeado de pastores, ángeles que tocan la zambomba, una mula y un buey y Reyes de púrpuras y lino que le regalan oro, incienso y mirra. ¡A ver quién me soluciona, por favor, esta contradicción que me zahiere!: ¿era Dios aquel niño del color del chocolate y de las hambres, sarpullido de fiebres, que nos traía el mar, o tengo que seguir viéndolo en el belén de la abuela en el pasillo de casa, en la Misa del Gallo con sonrisas e incienso, o al final de la cena en el champán de Navidad?

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - Quintín García y la Navidad del Dios-Niño