John Locke a caballo entre política y religión

Un gran pensador social que formuló ideas capitales para las revoluciones democráticas de los siglos posteriores.

24 DE NOVIEMBRE DE 2012 · 23:00

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John Locke nació en Wrington, en el condado inglés de Somerset, el 29 de agosto de 1632. Su familia era de confesión puritana y se dedicaba al comercio, aunque su padre fue un abogado liberal e inconformista. Después de acabar los estudios secundarios en la escuela londinense de Westminster ingresó en el Christ Church College de Oxford donde entró en contacto con la filosofía escolástica y obtuvo su Bachelor of Arts en 1656. Dos años después consiguió también el Master of Arts y fue nombrado Senior Student, con lo cual se le permitió formar parte del claustro de profesores del mismo centro donde se había formado. Pronto se interesó por cuestiones tan diversas como el derecho natural, la tolerancia religiosa, la filosofía de Descartes, las ciencias experimentales y la medicina. Tales vocaciones le llevaron a conocer a científicos de la talla de Robert Boyle, el famoso químico que formuló la ley de la compresión de los gases, así como a Isaac Newton, a quien llamaba “el incomparable señor Newton”, y a ingresar en la Royal Society en 1668. Durante los años sesenta, sus concepciones políticas sufrieron un cambio paulatino. El conocimiento personal de lord Ashley, quien llegó a ser el primer conde de Shaftesbury, influyó en los planteamientos conservadores de su juventud, haciendo que éstos fueran adoptando cada vez una posición más liberal. Locke entró a trabajar en la casa del lord como médico y educador. Fue precisamente en esta mansión donde empezó su contacto con la vida política. De acuerdo con las ideas de su protector, llegó a creer que lo más importante en política no era mantener el orden y la seguridad del Estado, sino proteger los derechos de los ciudadanos. Esto le alejaba de sus orígenes puritanos y le aproximaba a los teólogos que defendían la tolerancia religiosa y combatían el materialismo de Hobbes. Los acontecimientos políticos ocurridos a partir de 1672 contribuyeron también de forma decisiva a reforzar tales convicciones. Lord Ashley fue nombrado lord Canciller, es decir, el cargo ministerial más elevado del Estado. Esto repercutió en Locke, a quien también se le nombró Secretary of Presentations, un empleo relacionado con la política eclesiástica. Tal ascenso ministerial permitió a Ashley enterarse de que el rey Carlos II de Inglaterra había firmado un pacto secreto con el rey Luis XIV de Francia, mediante el cual se comprometía a convertirse al catolicismo a cambio de recursos económicos y militares. Este plan pretendía volver a introducir la monarquía absoluta en Inglaterra y que ésta aceptara las directrices de Francia. Inmediatamente, Ashley se opuso al pacto declarándose enemigo del absolutismo francés y del catolicismo. Su oposición le costó el cargo ministerial. Fue destituido y al abandonar la cancillería creó el Green Ribbon Club, de donde poco después surgiría el partido de los Whigs. En 1675 Locke colaboró con su amigo Ashley en la confección de un panfleto en el que se advertía del peligro de que se reintrodujera la monarquía absoluta en Inglaterra. A pesar de que fue publicado anónimamente, Locke se exilió de forma voluntaria a Francia ya que las autoridades inglesas buscaban al autor de dicho escrito para castigarlo. Durante los cuatro años que pasó allí estableció contacto con los intelectuales franceses, profundizando en el estudio de sus publicaciones científicas, teológicas y filosóficas. Al poco tiempo el rey Carlos II volvió a nombrar a Ashley, el conde de Shaftesbury, como presidente del Consejo. Éste llamó, en 1679, a su amigo Locke para que regresara a Londres pues ya había pasado el peligro. Pero poco después se desencadenó un importante debate entre los políticos ingleses como consecuencia de una norma, la llamada Exclusion Bill, que Shaftesbury pretendía que el rey aprobara. En ella se intentaba que el hermano católico del rey, Jacobo de York, así como cualquier otro aspirante católico fueran excluidos de la sucesión al trono. Evidentemente el rey no aprobó esta propuesta, no obstante durante el desarrollo de la campaña se definieron y generalizaron las dos posiciones enfrentadas, los Whigs y los Tories. Como señala Joaquín Abellán en su introducción a Dos ensayos sobre el gobierno civil: “Los Tories se manifestaban, como partido de la corte, en contra del Exclusion Bill; consideraban que el derecho sucesorio no se podía alterar y defendían asimismo la doctrina del origen divino del poder y de que no cabía resistencia alguna al poder supremo. Los llamados Whigs, en torno a Shaftesbury, defendían la tesis de que el poder político descansa en un contrato y de que es legítima la resistencia al poder cuando éste comete abusos.” (Locke, 1991: 14). El debate se resolvió a favor de los Tories, lo que desencadenó una persecución contra los Whigs, muchos de los cuales fueron detenidos. En 1681 se detuvo también a Shaftesbury, a quien se acusó de alta traición, pero pronto fue puesto en libertad. Cuando se vio libre, el conde huyó a Holanda por miedo a que lo volvieran a encerrar y allí murió dos años después. La situación fue empeorando progresivamente hasta que Locke decidió imitar a su amigo y exiliarse también al mismo país en 1683. Dos años después Jacobo II sucedió sin dificultad a su hermano Carlos II y ocupó el trono de Inglaterra. Mientras tanto, en Holanda fue donde Locke tuvo tiempo para escribir sus principales obras y donde, según se cree, pudo conocer a Guillermo III de Orange, el esposo de María, la hija de Jacobo II. A pesar de la religión que profesaba su padre, María era protestante y los Whigs tenían puestas sus miras en este matrimonio para que ocupara el trono de Inglaterra. Sin embargo, la noticia del nacimiento de un hijo varón de la reina de Inglaterra y de Jacobo II, en el verano de 1688, fue como un jarro de agua fría sobre las pretensiones de los Whigs ya que este niño, a quien se llamó Jacobo Eduardo, pasaba a ser entonces el legítimo heredero al trono. Los múltiples errores políticos cometidos por Jacobo II, tales como su desprecio del parlamento, al que nunca convocó; la manifiesta desconfianza hacia sus consejeros políticos; su abierta amistad con el rey francés, Luis XIV, a quien casi toda Inglaterra despreciaba, así como sus numerosos favores hacia el catolicismo, le granjearon el odio de la opinión pública. Tal fue así que los Whigs y los Tories llegaron a unirse contra él e invitaron oficialmente a Guillermo III de Orange para que invadiera Inglaterra y liberara al pueblo de este monarca. Cuando en noviembre de 1688 Guillermo llegó a Inglaterra con un pequeño ejército, Jacobo II prefirió huir a Francia. Este fue el inicio de la incruenta “Revolución Gloriosa” que acabaría con la monarquía absoluta y el derecho divino de los reyes en Inglaterra. Un año después Locke regresó de nuevo a su país natal, en el que se le ofrecerían varios cargos públicos que él declinó. Prefirió dedicarse a la investigación y seguir escribiendo obras que influyeron poderosamente en otros grandes pensadores. La última etapa de su vida la dedicó al estudio de la Biblia, de esta época son sus obras: La racionalidad del cristianismo (1695) y Comentarios a las espístolas de san Pablo (1704). Murió el 28 de octubre de 1704 en Oates, Essex, y fue enterrado al lado de la iglesia de High Laver. Sus biógrafos coinciden en que fue un hombre amable, curioso, pacífico y bondadoso; un gran pensador social que formuló ideas capitales para las revoluciones democráticas de los siglos posteriores.

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