Calvino se refugia en Suiza

Mientras el protestantismo seguía extendiéndose con rapidez por Francia, Juan Calvino terminaba de solucionar unos asuntos en su tierra natal, Noyon. En aquellos días, la pegada de unos carteles evangelísticos en París iba a desatar una de las mayores persecuciones de protestantes en la Europa del momento. La ciudad de Noyon parecía tranquila, como si el curso de los acontecimientos en París, fueran incapaces de lograr ambios religiosos y políticos en el país. Juan Calvino disfrutaba de unos días en familia, cuando la detención de su hermano Carlos, acusado de herejía, rompió la tranquilidad reinante en su hogar. Cuando Juan se presentó para reclamar la liberación de su hermano, él mismo fue detenido. A los pocos días, Juan fue liberado, pero se le invitó a salir de la ciudad. El año 1534, fue un tiempo de peregrinación para Calvino. Viajaba de ciudad en ciudad dando estudios bíblicos y ayudando en las iglesias protestantes. Juan parecía ajeno a la inquieta comunidad protestante de la capital, pero la llegada a la ciudad de un español llamado Miguel Servet, le hizo viajar hasta allí para conocerle personalmente. Miguel Servet defendía la reforma de la iglesia y criticaba los abusos del catolicismo. Calvino concertó una reunión secreta con Miguel Servet, pero este no se presentó y Juan escapó de la ciudad, temiendo caer en una trampa. Aquello causó una mala impresión a Calvino, que desde entonces comenzó a desconfiar del español. En octubre de 1534, las iglesias evangélicas de la ciudad realizaron una campaña masiva. Editaron y colgaron por toda la ciudad miles de carteles, la leyenda cuenta que se atrevieron a colgar uno en la habitación del rey Francisco I. Francisco I, el rey de Francia, había comenzado con una política de tolerancia hacia los protestantes, ya que en su familia comenzaban a convertirse a la nueva religión, pero las cosas iban a cambiar. El rey convocó una procesión después de que los carteles se colgaran por toda Francia. Quería dar una lección a los protestantes. La procesión concluyó en la Catedral de Notre Dame, donde se hizo una misa para limpiarse de las inmundicias protestantes. Tras la misa hubo un banquete en el que el rey manifestó su odio hacia los protestantes, declarando que sería capaz de matar a su propio hijo, si se convertía a la nueva religión. En los días posteriores, se celebraron varios autos de fe en el que se quemaron protestantes. Ante la ola de persecuciones, Juan Calvino decidió exiliarse en Suiza, allí comenzaría su labor como líder evangélico y maestro.