No pensé en Dios
Tal vez sea poco convencional pero, mientras mi coche se salía de la ruta, no pensé en Dios ni me pasó por la mente la película de mi vida en fracciones de segundo. Si sentí rabia al darme cuenta de que era inevitable lo que en el instante anterior no me podía ni imaginar. También sentí culpa viendo a Práxedes en el asiento del acompañante: «¿Qué culpa tiene ella de mi despiste?». Vi las abundantes hojas del árbol que nos esperaba y valoré que se rompería en el impacto por lo que el golpe iba a
03 DE NOVIEMBRE DE 2007 · 23:00

Casi de inmediato aunque a nosotros se nos hizo muy largo aparecieron unos jóvenes —dos chicos y dos chicas— que nos ayudaron a salir de la ratonera.
Unos minutos después mientras esperábamos a los bomberos, ambulancia y mossos d´esquadra observé el coche de lejos volcado sobre el costado derecho, con las cuatro ruedas orientadas hacia la carretera y la chapa arrugada por diferentes lugares.
Entonces pensé «El Señor ha estado con nosotros y nos ha evitado males mayores».
Si no hubiera existido el accidente —cosa aparentemente lógica tras un fin de semana trabajando para el Señor— tal vez no hubiéramos sido tan conscientes de que Él estaba con nosotros. Si hubiéramos salido ilesos sería fácil entender que estaba con nosotros. Pero, si hubiéramos tenido males mayores o hubiéramos perdido la vida en aquel momento ¿el Señor hubiera estado con nosotros o no?
Me acordé de que la compañía del Señor no es directamente proporcional al daño evitado.
También me alegré mucho de que, en este caso, el designio de su soberanía se aproximaba bastante a mis deseos y le di las gracias.
Pero debo admitir que podía haber sido de otra manera y eso no hubiera sido motivo para cuestionar su soberanía y bondad.
Pensé en las palabras de Daniel y sus compañeros al rey Nabucodonosor ante la amenaza del horno de fuego: «Ciertamente nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente, y de tu mano, oh rey, nos librará. Pero si no lo hace, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni adoraremos la estatua de oro que has levantado» (Daniel 3:17-18)
¡Qué envidia!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cartas de un Amigo - No pensé en Dios
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