¿Dónde están los líderes cristianos?

Una serie de Jaume Llenas titulada “¿Dónde se han ido todos los líderes?”. Hace años había frecuentes mensajes para que los jóvenes no persiguieran el liderazgo en la iglesia por protagonismo o ambición. Hoy en día ese mensaje ya no tiene sentido…

03 DE AGOSTO DE 2007 · 22:00

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¿Dónde se han ido todos los líderes? (I)

¿Qué nos pasa que hay una carencia tan grande de líderes? Son muchos los que no aceptan la responsabilidad de estar en una posición de liderazgo. Hace unas décadas había frecuentes mensajes en los que se avisaba a los jóvenes que no persiguieran el liderazgo en las iglesias por afán de protagonismo o ambición personal. Hoy en día esos mensajes ya no tienen sentido. Quien busca honra y promoción personal se dedica a otras tareas. Hoy damos conferencias sobre la vocación pastoral. ¿A dónde se fueron todos los líderes? ¿No hay líderes entre el pueblo de Dios? ¿Dios ha dejado de llamar?. Es posible que uno de los problemas sea que tenemos una idea distorsionada del liderazgo. Uno de los temas en los que hay más distancia entre las ideas del mundo y la forma de entender de Dios es en el tema del liderazgo. El liderazgo natural se sostiene sobre unos pilares que no tienen nada que ver con aquellos que sustentan el liderazgo bíblico. Jesús vino para mostramos cosas completamente nuevas sobre lo que es liderazgo. Él transmitió esos nuevos valores tanto a través de palabras como a través de gestos. El primero de esos gestos poderosos se sitúa en el momento de su nacimiento. Todo dejó claro que aquel bebé que nacía en Belén era un rey, que sin embargo tomó la decisión de nacer en un lugar sorprendente. El símbolo de la estrella, era algo que en aquella cultura significaba que un líder de una importancia extraordinaria estaba viniendo al mundo. Las señales en el cielo, la presencia de ángeles, etc. Todo era un testimonio de la grandeza del bebé. Sólo que contrastaba con la situación en la que, los que lo visitaban, lo encontraban. Nunca hubo un choque tan grande entre las expectativas y la realidad. Los magos fueron a buscarle al palacio de Herodes, pero no estaba allí. ¿Por qué Jesús decidió nacer así? Quizás porque Dios pretendía más ser amado que ser temido. Quizás porque prefería enfatizar el conocimiento de su pueblo en lugar de enfatizar el aspecto de un Mesías que venía para gobernar sobre ellos, ya que un bebé creciendo entre un pueblo es la mejor forma de conocerlos. Quizás porque quería ser íntimamente parte de nosotros, ya que la experiencia del nacimiento y de vivir en una familia es nuestra más íntima y preciosa experiencia. La venida de Jesús en humildad y pobreza nos da la clave de la clase de líder que Jesús quería ser. Este gesto lo encontramos en su venida, al inicio de su ministerio, pero podemos ver otro gesto al final de su ministerio terrenal. Un gesto que queda escrito en Juan capítulo 13. En el lavamiento de los pies de Jesús a sus discípulos. El suceso lo conocemos muy bien, lo que me llama la atención es el prólogo y el epílogo del suceso. Lucas nos explica que antes de llegar al aposento alto en el que celebraron la última cena había habido un anuncio de que Jesús iba a morir, de que iba a pasar al Padre. Cualquiera podría pensar que los discípulos estarían afligidos y preocupados. Sin embargo habían estado discutiendo entre ellos en el camino. ¿Cuál fue el motivo de la discusión?: Quién sería el primero entre ellos. Cuando Jesús marchase, quién iba a mandar. Quién gobernaría. Por supuesto cuando llegaron al lugar de la cena todos habían visto el lebrillo y la toalla, pero ninguno estaba dispuesto a cogerlo. Si ellos tenían que gobernar no podían lavar los pies a los demás, eso era lo que hacían los siervos menos importantes de una casa. Y mientras se hacía a un silencio cortante, mientras unos se miraban a otros, es Jesús quien se levanta. Yo adivino lo que ellos debieron pensar, cualquiera de ellos debía estar haciendo aquello, todos menos él, porque él era el maestro. El versículo 1 de Juan 13 dice: sabiendo Jesús que su hora había llegado para pasar de este mundo al Padre... Es una hora decisiva. Jesús sabe que le quedan menos de 24 horas, a la misma hora de la noche siguiente estará muerto y enterrado. Hay una lección urgente que aún tiene que enseñar. Cuando todo se vuelve superfluo porque nos enfrentamos a la muerte, Jesús quiere enseñar algo que es trascendental en su Reino, y es que la grandeza se alcanza a través del servicio. Que el propio servicio es la grandeza. No un mero trampolín, sino el sentido mismo de la grandeza. El versículo 3 aún nos enseña algo más: «Jesús sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos, y que de Dios había salido y a Dios volvía». Jesús sabía perfectamente quién era, sabía perfectamente cuál era su posición. No es que ignorara que había salido del Padre, no es que ignorara que todas las cosas dependían de él y estaban en sus manos. Sino que perfectamente consciente de ser el Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad, quiere mostrar que ser Dios es servir. Algo que es sorprendente es ver las tremendas pretensiones de Jesús y a la vez su humildad. Cualquiera que hubiera pretendido ser Dios, sin serlo, hubiera hecho lo mismo que los apóstoles, pretender que le sirvieran. Hay que estar muy seguro de lo que eres para no tener que demostrarlo todo el día. ¿Cuántas veces nuestras pretensiones nos apartan de la vía del servicio? ¿Cuántas veces tenemos miedo a que se nos caigan los anillos sirviendo a los demás? En el versículo 12, Jesús pregunta a cada persona que lee los evangelios: ¿Sabéis lo que os he hecho? ¿Entendéis claramente el significado de este gesto? ¿Entendéis todo lo que está detrás del gesto de que el Hijo del Dios viviente os lave los pies? Jesús era el mismo creador del Universo. Todas las cosas por él fueron hechas y por él subsisten. Eso es lo que dice el versículo 13: Vosotros me llamáis Maestro y Señor y tenéis razón, porque lo soy. Pero la gran lección está en el versículo 14: Si yo el Señor y Maestro os lavé los pies, vosotros también debéis lavaras los pies unos a otros. Jesús quiere deliberadamente damos ejemplo, para que hagamos lo mismo. Jesús quiere ser imitado. Si no estás dispuesto a liderar de esta manera, tú no estás preparado para el liderazgo. Si no estás dispuesto a agacharte ante los demás, si no estás dispuesto a ser el siervo, aún no puedes liderar. Aún hay algo más, una bienaventuranza en el versículo 17: Si sabéis esto, seréis felices si lo practicáis. No basta con saberlo, la felicidad sólo acompañará a los que lo practican. ¿Por qué la gente que está en el liderazgo se queja tanto? ¿Por qué frecuentemente tienen la cara amargada y parece que están haciendo un sacrificio enorme? ¿Por qué no parecen felices? ¿Puede ser porque no practican este estilo de liderazgo? Esto lo veremos en detalle en el segundo artículo de esta serie, que continúa el presente, con el título de Cómo ser un verdadero líder cristiano.

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