La poesía de César López

El pasado 18 de febrero concluyó en La Habana la XVI Feria Internacional del Libro de Cuba, que durante ocho días desarrolló una magnífica actividad en el recinto instalado en La Fortaleza San Carlos de la Cabaña. Según el presidente de programación de la Feria, Edel Morales, medio millón de personas visitaron las instalaciones. Un millón de libros fueron vendidos. Los compradores en moneda nacional dejaron en la Feria unos cinco millones de pesos, lo que equivale a 200.000 dólares. Sin embargo,

24 DE FEBRERO DE 2007 · 23:00

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La Feria de este año estuvo dedicada al poeta César López, uno de los muchos y buenos poetas cubanos que escriben desde las entrañas de la isla y que son injusta y malévolamente ignorados por escritores de la misma nacionalidad emigrados a otros países. Este es el caso de Raúl Rivero. Poeta y periodista, fue condenado en abril de 2003 “por conspirar contra el socialismo” en beneficio de Estados Unidos. Formó parte del llamado Grupo de los 75. Sentenciado a 20 años de cárcel, fue puesto en libertad en noviembre de 2004 y se exilió en España. Aquí, Pedro J. Ramírez, director del diario “El mundo”, lo acogió en su redacción con un artículo semanal y alguna que otra colaboración espontánea. Rivero escribe con frecuencia de poesía y de poetas. Es su territorio, su especialidad. Pero con un desprecio que demuestra rencor, hostilidad y venganza, ignora por completo a los poetas que no han querido salir de la isla y que escriben y publican con ilusión, trabajo y entusiasmo. ¿No conoce Rivero a éstos poetas? ¿No sabe quiénes son Mirta Aguirre, Cintio Vitier, Carilda Oliver, Fina García, Soleida Ríos, Reina María Rodríguez, Marilyn Bobes, Victor Fowler, Aymara Aymerich, por citar no más que unos cuantos nombres de autores magníficos que enriquecen la lírica cubana de nuestros días, de ahora mismo? César López, homenajeado en la Feria Internacional del Libro este año, es 14 años mayor que Rivero. Cuando éste inició su carrera de escritor, López ya era autor de una importante obra. Rivero sabe quién es López.¿Por qué no le ha dedicado una sola línea en los artículos que graciosamente le publica “El Mundo”? ¿Porque él abandonó Cuba y López sigue viviendo en la Habana vieja? Condicionar la literatura a la política ha sido siempre vicio de seres mezquinos. César López nació en Santiago de Cuba en 1933. Es autor de una labor intelectual que partiendo de la poesía se extiende a la narrativa, la traducción, la crítica, la investigación y el ensayo. Sus libros han sido traducidos total o parcialmente a 12 idiomas. Es miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Algunas de sus obras han sido publicadas por editoriales de Madrid, Barcelona y Sevilla. Para Enrique Sainz de la Torriente, “la obra poética de César López podría definirse, en un primer intento de aproximación, como la incansable búsqueda de un destino histórico, la trascendencia en la inmediatez y en el decursar de la cotidianidad”. José Agustín Goytisolo, el gran poeta de Cataluña, ha dicho de César López que “su poesía es, además, reflexión y conocimiento de un mundo muy querido, de un país hermoso y cambiante, herido, siempre alerta como un precipitado campamento de guerra, un lugar en donde todo el mundo baila”. En las diez horas de vuelo que ha durado mi último viaje trasatlántico he leído con gusto y emoción el libro de César López “Silencio en voz de muerte”. Fue publicado por vez primera en 1963, seis años después de que la policía de Batista asesinara en Santiago de Cuba a Frank País, hijo de un pastor bautista español, héroe de la revolución cubana. A Frank País lo mataron el 30 de julio de 1957, cuando sólo tenía 23 años. A esa edad era jefe Nacional de Acción en la clandestinidad del Movimiento 26 de Julio. Nacido en la misma ciudad y con sólo un año de diferencia, el ideólogo y el poeta fueron amigos entrañables. “Silencio en voz de muerte”, poema libro, está dedicado a la figura de Frank. Cuando fue escrito, López vivía en España, en una especie de exilio obligado: El recuerdo de sus visitas a la casa de Frank, las conversaciones entre ellos, doña Rosario, madre de Frank, y el modo en que supo de su muerte. Transido de dolor, el poeta escribe:
(…..) y mientras tanto yo dormitaba en España, estudiaba, martillaba mis versos, ponía en Correos una carta de pésame a madre por la muerte de tu hermano pequeño, gritaba, terrible, en una noche anuncio de tu muerte: temblaba de olvido y de distancia calladamente solo….. como la ciudad tuya que alimentas con huesos, huesos que no podrán romperse, que se habían preparado para estar alargados en la tierra, abajo, sin luz, sin petición de habla…. ¡Esos huesos tan huesos y tan solos de mundo!
“Silencio en voz de muerte” concluye con una elegía a la tristeza, la melancolía, el quejumbroso lamento, la impotencia y la maldición:
¡Maldita sea la peste! ¡Malditas sean las moscas! ¡Malditos sean los pañuelos! ¡Maldita sea la muerte!

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - La poesía de César López