Amistad

Lo que une a los amigos es afecto. No es algo de la mente sino que surge del corazón; muchas veces de manera espontánea e imprevista. Es personal, por tanto individualizado y no genérico. Bilateral, compartido; de lo que ambos son conscientes. Puro. Limpio, no tergiversado. No erotizado. Sigo sin entender la necesidad de algunos de atribuir un sentido sexual a una amistad intensa entre dos personas del mismo sexo. Por ejemplo, respecto a David y Jonatán. David, en su endecha por la muerte de su amigo, dijo: `Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, Que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor Que el amor de las mujeres.´ Los amigos, a veces, pueden compartir áreas con una afinidad y sintonía mayores que las que pueden tener, en estas mismas esferas, con sus parejas. Por eso hay disfrute en la relación, y pena si se pierde. Esto no obliga a sobrentender otras intimidades entre sí. Como tampoco asegura que les fuera a ir mejor en una convivencia continua como se da en la familia. Desinteresado. Muchas relaciones humanas que se llaman “amistad” encubren un interés egoísta. En la verdadera amistad, aparte del disfrute propio, se desea el bien del otro, por eso se le respeta. Eso conecta con la libertad admitida en la relación. Si en esta libertad hay encuentro, es la oportunidad para su disfrute. Si el encuentro se produce sin respeto a la libertad, no es amistad, es dominio. Nace y se fortalece con el trato. Requiere bidireccionalidad. Si no hay cuidado recíproco, la relación se marchita. Hemos vivido ocasiones en que hubiéramos deseado una mayor demostración de interés por la otra parte. Otros quizás esperaron esto de nosotros y tampoco lo tuvieron. Al final, la amistad se acabó. Momentos clave de mi vida mostraron cómo la amistad era uno de sus valores más importantes. Por eso, ¡Gracias, amigo! Carlos