La concepción romántica del Quijote

LA CONCEPCIÓN ROMÁNTICA DEL QUIJOTE, Por Anthony J. Close. Traducción de Gonzalo G. Djembé. Editorial Crítica, Barcelona 2005, 352 páginas.

03 DE DICIEMBRE DE 2005 · 23:00

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Continuamos inmersos en la celebración del cuarto centenario de la publicación del primer Quijote en 1605, y se impone seguir tratando de los libros que van apareciendo sobre la primera novela del mundo.

Ahora toca el turno al hispanista británico Anthony J. Close con su reciente ensayo LA CONCEPCIÓN ROMÁNTICA DEL QUIJOTE. Este libro espléndido, bien estructurado, bien escrito, fue publicado por vez primera en inglés el año 1978 con el título ROMANTIC APROACH. Las grandes líneas de la obra de Close quedan claras desde la primera página, donde escribe: “Dentro de las interpretaciones modernas del Quijote hay una tradición dominante de pensamiento que se deriva, por línea de descendencia, del romanticismo alemán”.

¿Fue Don Quijote un hombre romántico? Digo hombre y no personaje, porque para mi Don Quijote existió en carne, huesos, alma y espíritu. Quien otra cosa crea allá él o ella.

Cuando Don Quijote sale por vez primera al campo de sus aventuras con todos sus años a cuestas, sin estar enamorado, comprende enseguida que le falta el amor de una dama para rendirle pleitesía. Lo piensa, la busca, la haya en un lugar cercano al suyo. Se llama Aldonza Lorenzo. Pero entre lo bajo y lo alto de la personalidad femenina otorga a Aldonza un nombre que la encamina a la gran señora y princesa Dulcinea. En adelante la tendrá continuamente en los labios y exclamará: “¡Oh princesa Dulcinea, señora deste cautivo corazón”.

Perdido anda el literato y periodista francés Leon Daudet, apuntando a Don Quijote. Define su romanticismo como una extravagancia mental, que confunde la noción de lo bello y lo feo. Extravagante fue el mismo Daudet cuando exageró el valor de las novelas realistas escritas por su padre Alfonso, y no se le tuvo en cuenta. Shelling presentó a Don Quijote como supremo exponente de unas convicciones románticas propias y lo vio como el espíritu de una nación y de una época definitorias del fenómeno romántico.

Para Anthony Close, si el Quijote, considerada por algunos una novela burlesca, ha sobrevivido hasta un cuarto centenario, mucho tiene que ver el romanticismo del principal protagonista. Preciso es tener en cuenta que al principio de la novela Don Quijote se olvida de los libros de caballerías y pasa a identificarse con los héroes del romancero, considerados todos ellos como representantes de la literatura romántica.

El éxito inigualado del Quijote viene de la fascinación que desde siempre ha ejercido la singular humanidad del héroe. En su libro, Close va contraponiendo dos lecturas, la prerromántica y la romántica, la que se mantiene en las coordenadas de Cervantes y la que se acomoda a otras épocas. Revisa minuciosamente las principales opiniones que ha suscitado el Quijote, sobre todo las que se dejan situar en la órbita del romanticismo.

Anthony Close encuadra a Don Quijote entre los románticos de la escuela alemana y de la francesa, aun cuando el Caballero de la Triste Figura sólo abandonó su Mancha natal para adentrarse por Castilla, cruzar Aragón y contemplar las playas de Barcelona. ¡Qué más da! El romanticismo no es una teoría, no es una idea, no es una escuela; tal como Don Quijote lo vivía, el romanticismo tenía que acudir en su busca en algún momento en la persona de Dulcinea, galopando sobre un caballo blanco y saludando al amor desde el fondo de los campos.

Close, británico, conviene en que la palabra romántico –romantic- aparece por primera vez en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII. Por estos mismos años surge el movimiento romántico en Alemania y desde allí se difunde a Francia, Italia y el resto de Europa. Cronología pura. Historia de las ideas. Dos siglos antes, un escritor español llamado Miguel de Cervantes Saavedra dio vida al ser más romántico que ha circulado por las páginas de la literatura universal. Antes que Friedrich Schlegel, Madame Staél, Stendal, Byron, Coleridge, Musset, Lamartine, Bécquer, por citar solo algunos de los muchos y grandes románticos que ha tenido Europa, en España vivió y murió el más romántico de todos los hombres que en el mundo han sido: Don Quijote de la Mancha, eterno enamorado de Dulcinea.

En Dulcinea, como reconoce el autor del libro que comento, Don Quijote halló el dulzor de la fruta madura, la miel silvestre que se hallaba en las quiebras de las peñas y en los huecos de los árboles. A él le parecía ser así y punto.

El romanticismo de Don Quijote era eminentemente espiritual, no pertenecía a este mundo. Concebía a su amada con todas las gracias y perfecciones que quiso su corazón romántico. La quería hermosa sin tacha, grave sin soberbia, amorosa con honestidad, cortés por bien criada, alta por linaje, campeona de la hermosura, superior en perfección sobre todas las demás nacidas.

¿Quién no ve aquí las excelencias románticas del Caballero que Anthony J. Close nos descubre en su espléndido libro LA CONCEPCIÓN ROMÁNTICA DEL QUIJOTE?.

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