“Si el corazón de los individuos no cambia, las sociedades tampoco lo hacen”
La psicóloga Lidia Martín publica un libro escrito durante los meses de confinamiento.
06 DE AGOSTO DE 2020 · 18:00
Probablemente, todos tengamos una serie de recuerdos destacados de los meses de confinamiento con los que, en cierta forma, estructuramos lo que fue la realidad para cada uno durante aquellos meses. Para la psicóloga y autora Lidia Martín, que escribe en este medio a través del espacio ‘El Espejo’, esos recuerdos están combinados con toda un amalgama de reflexiones y pensamientos en la escena misma de la experiencia.
“A todos nos pilló por sorpresa quedar amenazados tan seriamente en nuestra salud, bloqueados en nuestras casas y contemplando la envergadura que la pandemia ha ido tomando, sin prácticamente tiempo a reaccionar. Mi sensación inicial, y aún sigo en ella, es que, aunque las personas estábamos mostrando ciertos gestos de sensibilidad e intentando aportar en cierta medida, eran muchas y constantes las reacciones ‘dudosas’ que me decían en mi cabeza que la naturaleza de las personas no cambia tan fácilmente y que tendríamos que prepararnos de una forma intencional ante lo que sería una situación larga y compleja”, explica.
Y todo ese conjunto de pensamientos lo ha plasmado en un libro escrito in situ, durante ese impacto inicial de la pandemia. Que las circunstancias no nos pillen desprevenidos otra vez es, según Martín, “un cuaderno de trabajo con una perspectiva que parte de lo humano, pero que lo considera insuficiente y termina aterrizando de pleno en la fe” y que tiene la intención de “ayudar y guiar en un proceso de reflexión que nos coloque en una posición más ventajosa respecto a esta y cualquier otra crisis a la que nos enfrentamos en la vida”.
Pablo, el valle de sombra y la Covid-19
El libro, dice Martín, dedica una especial atención a la figura de Pablo, apóstol desde el sufrimiento y la cárcel, para dar un sentido de aproximación bíblica a la cuestión de la incertidumbre. “Pablo estaba en una cárcel cuando escribía su carta a los Filipenses, su vida pendía de un hilo, porque ni siquiera sabía si estaba pronto a ser ejecutado. Así que, porque como cristianos también tenemos incertidumbres mientras estamos aquí, es que tenemos que aprender a vivir como Pablo vivió y como Cristo nos enseñó, con gozo y paz sobrenaturales por encima de la circunstancia que nos toque vivir”, señala. “La incertidumbre, en un sentido, es y será, porque nuestra mente es finita. Que creamos en un Dios cuya mente no sea finita no implica que nuestra incertidumbre desaparezca. Lo que conlleva es que, en medio de nuestro mar, tenemos a Jesús en la barca”, añade.
Porque su libro, matiza constantemente Martín, no es un libro que quiera generar un escenario de optimismo superficial, sino una visión contextualizada de la esperanza que sobresale, poderosa, en medio del sufrimiento. “Dios puede permitir situaciones que son muy difíciles de vivir y enfrentar. El valle de sombra de muerte no desaparece, sino que Su vara y Su cayado nos infunden aliento”, remarca.
La reflexión no excluye la vocación práctica, que está garantizada en el conjunto del texto. “La crisis de la Covid-19 es simplemente un posible escenario de los muchos que podemos encontrarnos en la vida y que nos ponen en jaque. Lo aprovecho para explicar ciertos conceptos por una cuestión de concreción: esto es lo que estamos viviendo ahora y tengo la sensación de que, cuando nos movemos demasiado en lo abstracto, alejándolo de la situación que tenemos delante, las personas tendemos a perdernos y a no hacer una aplicación tan práctica de lo aprendido. Los principios que abordo se aplicarían a cualquiera de nuestras circunstancias adversas en la vida, con lo que este es mucho más que un libro sobre la crisis de la Covid-19 puramente”, apunta.
La necesidad de un corazón diferente
Para Martín, es preocupante el efecto de ver muestras de sensibilidad que se generan como respuesta a la incertidumbre causada por la pandemia, pero que, considera, no profundizan en el sentido del problema general que afrontamos. “Creo que los seres humanos tenemos la inclinación constante de negar la realidad externa y nuestra naturaleza interna. Y, de hecho, mucho de eso es lo que volqué en este libro cuando lo escribí y en lo que me ratifico ahora, meses después, viendo lo que está pasando, cómo nosotros mismos en buena parte lo hemos generado y contribuimos en perpetuarlo con nuestras acciones y omisiones diarias”, asegura.
Por eso, subraya como una de la ideas centrales del libro, la mejora colectiva viene precedida del cambio individual. “Las sociedades somos, en definitiva, conjuntos de individuos, y si el corazón de los individuos no cambia, las sociedades tampoco lo hacen. Más bien, al contrario. Porque somos mucho más que la acumulación de un número de partes, no solo sumamos nuestro mal, sino que generamos un producto que va mucho más allá, y es de repercusiones multiplicadas e incluso exponenciales”, manifiesta.
En este sentido, indica la autora, “en el corazón de las personas está la clave, pero no cambiamos si no es por muy buenas razones y en circunstancias que nos aprieten lo suficiente”. “Creo en cierto nivel de cambio personal cuando la motivación es potente, pero esa motivación es cambiante con las circunstancias y muy basada en nuestras emociones, así que termina no sirviendo de gran cosa a medio y largo plazo. No creo en la fuerza de voluntad, pero descubro en el Dios de Pablo, que es el mío, a alguien que pone en mí tanto el querer como el hacer, por su buena voluntad. Y eso me llena de esperanza”, señala.
El libro está disponible y puede descargarse de forma gratuita aquí.
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