Jesús, señor del shabbat

Reino vs. religión (IV): Marcos 2: 23-27. Con su apego a una visión meramente religiosa de la vida, los fariseos no captaban en absoluto la realidad del Reino y la mente de Dios.

08 DE JULIO DE 2015 · 20:00

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Una de las características de la religión organizada es la sacralización de ciertos días y situaciones relacionadas, por ejemplo, con el consumo de determinados alimentos.

En cualquier religión desde el paganismo clásico al hinduismo o el budismo pasando por el islam o el catolicismo, esos aspectos se encuentran presentes.

Una de las grandes innovaciones de la predicación del Reino es su relativización total.

Así queda de manifiesto en un episodio concreto, especialmente puesto que se relacionaba con el día sagrado de los judíos, el shabbat.

Precisamente en ese día, Jesús andaba atravesando unos sembrados con sus discípulos y éstos al tener hambre procedieron a arrancar espigas y a comerse los granos (2: 23).

La reacción de los fariseos fue, de manera normal, quejarse por lo que a sus ojos era una flagrante violación de una norma religiosa (2: 24). Aquellos sujetos estaban llevando a cabo una acción que no era permitida en shabbat y Jesús no los reprendía por ello.

Algunos autores judíos deseosos de tender puentes entre la enseñanza de Jesús y el judaísmo posterior –basado precisamente en los fariseos– insisten en que los discípulos no quebraban el shabbat y que, por lo tanto, la acusación era injusta.

Sin embargo, Jesús no adoptó esa línea de defensa sino otra mucho más radical y si se nos permite utilizar el gastado término, revolucionaria.

Con su apego a una visión meramente religiosa de la vida, los fariseos no captaban en absoluto la realidad del Reino de Dios y la mente de Dios.

Y, sin embargo… sin embargo, los precedentes contenidos en el Antiguo Testamento apuntaban en esa misma dirección. Por ejemplo, cuando David, que se había convertido en un fugitivo, no tuvo que comer ni él ni sus hombres y pidió pan al sumo sacerdote Abiatar. Éste sólo tenía los panes que consumían en exclusiva los sacerdotes, pero la respuesta que dio a David no fue negativa. Por el contrario, comprendió que dar de comer a los que padecían hambre estaba muy por encima de lo sagrado de una cosa como el pan de la proposición (I Samuel 21: 1-6).

La predicación del Reino de Dios recupera algo esencial y es que los mandatos de Dios no tienen como finalidad aprisionar al hombre unciéndole a las decisiones de una casta religiosa sino liberarlo y bendecirlo.

El shabbat fue creado (v. 27) a causa del hombre para que en ese día se repusiera de los trabajos y fatigas de la semana y recordara que Dios deseaba bendecirlo. Los que, por el contrario, sometían al hombre al shabbat pervertían el propósito original de Dios y convertían al ser humano en un esclavo de una institución que debería haberle dado dicha y libertad.

Si un hambriento no podía saciar su necesidad en shabbat arrancando espigas, ¿de qué servía el shabbat? Si las fiestas acaban siendo una ocasión para esclavizar a las gentes, ¿cuál es su utilidad?

Un par de décadas después, Pablo escribiría a los romanos que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14: 7).

Jesús podía decirlo todo con una autoridad aún mayor. El era señor del shabbat en su calidad de mesías. Sabía, pues, de lo que hablaba y su mensaje era claro: el Reino de Dios no era una religión y además se encontraba diametralmente opuesto a la religión en la medida en que ésta podía utilizar hasta los regalos de Dios para someter a esclavitud a los seres humanos.

 

Continuará

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La voz - Jesús, señor del shabbat