“Iglesia y negocio son distintos, pero la búsqueda de excelencia debe ser la misma”

Alberto Matíes explica cómo los valores cristianos han impulsado su idea de negocio y cómo el lugar de trabajo puede ser un campo de misión.

09 DE JULIO DE 2024
20:10 CEST
Alberto Matíes, en una predicación en Puebla (México)./ Youtube,
Alberto Matíes, en una predicación en Puebla (México)./ Youtube

Desde México a España, la historia de Alberto Matíes viene marcada por el emprendimiento y el llamado, la iglesia y los restaurantes. Dos mundos que parecen distintos, pero que, tal como nos cuenta, tienen sus puntos en común. Para él, aplicar los valores del Reino de Jesús marca la diferencia tanto en el negocio como en la iglesia.

Matíes es pastor de la Comunitat Cristiana Vida Nova en Barcelona, y regenta tres restaurantes de comida mexicana, dos de ellos en Barcelona -La Adelita y Taquería Los Güeros- y otro en Sitges. En esta entrevista nos transmite pasión por la excelencia, que reconoce como un valor fundamental y aplicable a cualquier ámbito para lograr el éxito.

Matíes será uno de los participantes del próximo encuentro nacional de Líderes Empresariales Cristianos, donde presentará el tema “Los negocios como misión”. El evento espera convocar a empresarios y profesionales cristianos de todo el país, del 13 al 14 de septiembre en Madrid, cuyas inscripciones están abiertas.

 

Pregunta. ¿Cuál es tu experiencia en el sector de la restauración, y los pasos que has dado hasta el momento actual de tu negocio?

Respuesta. Mi esposa y yo, antes que ser empresarios, somos misioneros. De hecho, antes de venir a España con la idea de plantar una iglesia, teníamos empresa en México. Dios me habló sobre la necesidad del sostenimiento, más todavía cuando las iglesias tienen varios misioneros. Por ejemplo, en el caso de nuestra iglesia, que tiene misioneros en Francia, en España, en Alemania, en Corea… Es difícil que una iglesia pueda sostener la misión fuera de sus fronteras. Por eso vinimos con la idea de montar un restaurante mexicano. Nos traspasaron un pequeño bar de un barrio que tenía sus problemas y conflictos, en la ciudad de Barcelona, en 2009. Habiamos llegado a España en 2004. Y lo transformamos en restaurante mexicano. Empezó a funcionar bien, fuimos creciendo. Ahora tenemos tres restaurantes: dos en Barcelona y otro en Sitges.

 

P. ¿Qué es lo que hace distintivo a vuestro negocio?

R. En el mundo de la restauración, la comida puede encontrarse de distintas formas: puedes hacer cocina experimental, de creación propia o de autor, o cocina tradicional. También tenemos quienes hacen comida sin un criterio claro, ofreciendo menús variados de distintos lugares. Pero lo que mejor se me da a mí es hacer comida tradicional. Por eso nos esforzamos en que el producto sea bueno.

“Nuestra primera regla es no vender nada que no compraríamos nosotros”

Tenemos tres reglas: primero, no vendemos nada que no compraríamos, por eso lo que ofrecemos siempre debe cumplir con las expectativas. En segundo lugar, si no está bueno para mí, no está bueno para nadie. Y en tercer lugar, nos preguntamos si estaríamos dispuestos a pagar por ello. Por ejemplo, la quesadilla en México no se vende, porque tiene un proceso de elaboración tan sencillo que se hace en casa, no deja de ser solo una tortilla con queso. Lo que hacemos nosotros no es vender la quesadilla tal cual, sino preparar algo más trabajado, con más producto, con buenos ingredientes y dando una experiencia extra de sabor. Así que estos criterios son los que nos ayudan a darle forma a nuestro negocio, y ayuda a todo el personal a trabajar bajo unos estándares comunes.

“Iglesia y negocio son distintos, pero la búsqueda de excelencia debe ser la misma”

Algunos de los platos que sirven en los restaurantes mexicanos regentados por Matíes.

P. Parece que la cocina mexicana vive un momento de expansión en España, ¿cómo lo percibís?

R. Sí, hay momentos “de moda”. Hoy, la cocina mexicana está de moda. Hace diez años era la japonesa, y en cualquier ciudad encuentras restaurantes japoneses. Pero ahora está ocurriendo con la comida mexicana. En un radio de unos 200 metros de distancia de nuestro local, se han abierto como seis. A mí me gusta que haya competencia buena, porque sabemos que no siempre comemos en el mismo lugar. Si la competencia es buena, nos ayuda a todos, porque el concepto de restaurante mexicano atrapa así nuevos clientes, que están dispuestos a repetir la experiencia.

 

“No solo es importante tu producto o tu cocina. El cliente valora mucho la atención”

P. Sabemos que el de la restauración es un sector muy competitivo, donde la valoración del cliente es clave. ¿Cómo lo manejáis?

R. Es algo que ha pasado por etapas. El móvil nos permite valorar inmediatamente dónde estamos y cómo es la experiencia. Hace unos años, si tenías una valoración mala de un cliente, las reservas caían durante un par de días. Pero ahora ya no ocurre. La gente ha aprendido que no importa tanto una mala valoración, sino que haya muchas, cientos o miles de valoraciones, que dan una opinión global, que es más importante que la opinión de una persona descontenta. Algo que hemos aprendido es que si el servicio es malo, si los camareros no atienden de forma óptima, la valoración cae. Por tanto no solo es importante tu producto o tu cocina, sino la atención. La experiencia del restaurante no es solo comer, sino tener una atención dedicada.

 

P. Este es un sector donde muchas veces se cuestiona las horas de trabajo, los salarios… ¿Cómo operáis en vuestros negocios?

R. Tengo un amigo cristiano que dirige una cadena de restaurantes inmensa en México, y me decía: “nosotros, como política de Reino, tenemos que establecer que nuestros trabajadores sean los mejor pagados del mercado”. Nosotros queremos que nuestros trabajadores ganen bien. Al que está respondiendo y lleva un tiempo con nosotros, le hemos subido el sueldo. Damos la oportunidad de hacer horas extra si quieren ganar más dinero. Si tienen un problema de salud, les damos flexibilidad.

Recuerdo que en los años 90 se extendió la moda de las pulseras “WWJD”, es decir ¿qué haría Jesús? Y esta es la filosofía que aplicamos. No se trata de ser más laxos en el trato, sino pensar en cómo aplicamos este lema, con profesionalidad y excelencia.

“Iglesia y negocio son distintos, pero la búsqueda de excelencia debe ser la misma”

Alberto Matíes, en una entrevista/ YouTube.

P. ¿De qué manera se muestran los valores del cristianismo en el negocio?

R. En el equipo no tenemos muchos cristianos trabajando, porque lamentablemente, la gente que contratamos porque los conocemos del contexto cristiano, a veces defrauda. Hay gente que quiere ser contratada solo por ser cristiana, y no da su mejor esfuerzo. Pero todos los cristianos que trabajan con nosotros, los recomendó su trabajo, no su creencia. No contratamos gente de nuestra propia iglesia, porque nos ha tocado gente que llegaba y quería ocupar el lugar de trabajo como si fuera un espacio de consejería pastoral. Así que no contratamos a personas de la iglesia. No tenemos una preferencia de contratar a gente cristiana, en cambio, lo que sí hacemos es compartir que somos cristianos, y que vean que somos diferentes. Por ejemplo, algo que hacemos es reconocer los errores, no mentir. La honestidad que practicamos es una filosofía que luego se aplica en todas las áreas del negocio, con el ejemplo.

 

“En la empresa inviertes dinero para ganar dinero, pero en la iglesia invertimos esfuerzo para ganar almas”

P. ¿Cómo integráis la relación entre negocio e iglesia?

R. Para nosotros es natural y normal. Vivimos el cristianismo, y muchos se sorprenden que seamos pastores y tengamos a la vez restaurantes. Es verdad que trabajamos mucho, tanto en el trabajo como en la iglesia. Y el trabajo en la iglesia nos ayuda a desarrollar pautas en el negocio, y la empresa también nos ayuda a establecer dinámicas útiles en la iglesia. El llevar la iglesia es, en cierto modo, una empresa, porque emprendes algo. Hay una diferencia grande en que en la empresa inviertes dinero para ganar dinero, pero en la iglesia invertimos esfuerzo para ganar almas y por tanto perder dinero. Esto es porque en la iglesia lo que queremos es ganar personas, no dinero. Todos los pastores que conozco invierten más dinero en la iglesia para que las cosas salgan adelante, para que lo que se necesite, se supla. En la iglesia no esperamos que entre más dinero, sino que entre una persona nueva y conozca a Jesús. En la empresa, queremos que la gente venga para que la cuenta de resultados sea positiva económicamente. En la iglesia, queremos ganar más almas. Lo que sí es similar es la búsqueda de la excelencia.

Si en el restaurante no tienes la cebolla cortada, todo se retrasa. Cuando vas tarde con el primer plato, acabas afectando a todo el proceso. En la iglesia pasa igual. Si no hemos preparado cada elemento, la alabanza, el sermón, etc, la reunión no funciona, hay distracciones, hay retrasos… Y no podemos funcionar de esta manera si queremos ser efectivos.

Otro ejemplo: escuché decir a un predicador que cuando mejor está el sermón, es cuando lo predicas la tercera vez. A la tercera, ya has pulido las ilustraciones, has quitado lo que sobra o has entendido qué énfasis son los adecuados. Así que este predicador decía: si en lugar de preparar el mensaje el sábado por la noche, lo tienes preparado el lunes, puedes “predicártelo” a ti mismo dos veces y llegará el domingo pulido. Eso es productividad. Quizá a algún pastor le cuesta entender el concepto, pero es algo que funciona tanto en el negocio como en la iglesia.

 

“Dios nos invita a ponernos manos a la obra”

P. ¿Cómo defines el éxito, ya sea en la iglesia o en el negocio?

R. En la Palabra encontramos la parábola de los talentos. Es interesante notar que el señor les da los talentos, y les dice a sus siervos que los trabajaran, pero no cómo. Creo que Dios quiere que nos pongamos manos a la obra. Si queremos que las cosas sean justas, debemos hacer cosas honrosas, para que funcione. Hay que dar la honra a todo lo que hacemos, sea en el puesto o la responsabilidad que tengamos. Es importante considerar que no deberíamos medir las iglesias por el número de personas, pero no es eso lo que Dios hace. Si vemos a Jeremías, Dios le manda hablar, advirtíendole que nadie le iba a hacer caso. Si lo viéramos con nuestro criterio, diríamos que fue un predicador fracasado. Pero en realidad, fue un predicador exitoso, porque cumplió con lo que debía hacer. Hoy, Dios está llamando a predicar para traer almas. Vemos que la gente tiene necesidad, así que simplemente poniéndonos en marcha, estando dispuestos a abrir la puerta, encontramos respuesta.

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