Felipe Calderón respalda la intolerancia en Chamula

Si lo hizo por ignorancia, mal, si lo dijo a sabiendas de lo que afirmaba, peor. El presidente Felipe Calderón Hinojosa participó en una ceremonia en el municipio de San Juan Chamula, Chiapas, en la que públicamente elogió al sistema tradicionalista existente en ese poblado indígena tzotzil. Históricamente el cacicazgo chamula se ha valido de todo para desarraigar a sus críticos, la violencia incluida en grados extremos.

21 DE MAYO DE 2010 · 22:00

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El 7 de mayo, frente a un auditorio compuesto en su gran mayoría por indios e indias chamulas, algunos funcionarios del gobierno chiapaneco y el gobernador de Chiapas, Juan Sabines Guerrero, un emocionado Calderón Hinojosa (“ataviado con la indumentaria que cinco líderes indígenas le pusieron –el chuj de lana, sombrero con listones de colores, pañuelo y morral de cuero–“, como describió la nota de Claudia Herrera y Elio Henríquez en La Jornada) imploró la protección divina para los gobernantes. En San Juan Chamula, el municipio tzotzil de Los Altos de Chiapas, deseó que “el cielo y el dios que cuida y protege a San Juan Chamula pueda iluminarnos a los gobernantes para gobernar y trabajar siempre y especialmente en favor de los más pobres”. Ni una palabra le merecieron los chamulas protestantes/evangélicos que desde la década de los sesentas del siglo pasado han sido expulsados de sus tierras por los tradicionalistas, con cuyos sucesores y líderes actuales Calderón convivió tan alegremente. Distintas evaluaciones contabilizan entre 15 mil y hasta más de 50 mil expulsados chamulas durante las cinco décadas que se iniciaron a principios de los años sesentas del siglo pasado. La cifra varía según cómo se cuente a los desarraigados por el sistema tradicionalista. Algunos especialistas contabilizan solamente a la primera generación de expulsados, mientras que otros incluyen a los descendientes de éstos que sin haber vivido directamente la expulsión, sí se han visto obligados a desarrollar su vida en lugares distintos al originario de sus familias.
Ni los asesores del gobierno federal, y tampoco los funcionarios gubernamentales de Chiapas que tienen a su cargo la Subsecretaría de Asuntos Religiosos, le transmitieron información a Felipe Calderón sobre la prolongada historia de intolerancia contra los chamulas evangélicos por parte de la estructura caciquil del municipio. Pero si unos y otros entregaron las fichas informativas y en la presidencia de la República deliberadamente eludieron tener en cuenta los datos, entonces resulta más preocupante por la intención de marginar de la historia de Chamula, y del conjunto del país, a miles de indígenas que por propia decisión eligieron convertirse al cristianismo evangélico. Entre los miles de expulsados, rudamente golpeados, hostigados, sujetos de tortura y cruelmente asesinados por el poder tradicionalista en Chamula, se encuentra el líder histórico de los indígenas protestantes Miguel Caxlán. Cuando hace casi década y media conocí fragmentariamente su historia, me propuse investigarla más fondo con el fin de rescatarla de la memoria colectiva (predominantemente oral) de los chamulas protestantes. Cuando al fin consideré haber reunido suficientes materiales para escribir acerca del personaje, me di a la tarea de redactar la conmovedora vida del tzotzil que enfrentó, y pagó con su vida el hacerlo, la simbiosis religiosa/política que impedía ejercer en Chamula otra creencia que no fuera la católica tradicionalista. En Protestante Digital fue publicada una serie sobre Miguel Caxlán, de tal manera que el lector interesado puede acceder a ella y conocer a tan ejemplar dirigente. Con adiciones y correcciones a la serie antes mencionada, fue publicado un libro de mi autoría bajo el título El martirio de Miguel Caxlán: vida, muerte y legado de un líder chamula protestante (Editorial Cajica, 2008). No muy lejos del estrado desde el cual Felipe Calderón felicitó al cacicazgo chamula actual, se encuentra el sitio donde Miguel Caxlán fue bárbaramente torturado y asesinado por quienes en varias ocasiones habían intentado hacer desaparecer al pastor evangélico. La suya fue una muerte muchas veces anunciada por sus enemigos: “Primero lo secuestraron y lo empujaron hacia el interior de un automóvil, ya dentro lo amordazaron y atacaron con un picahielo, las muchas marcas del arma quedaron como indelebles huellas en su cuerpo. Los secuestradores se lo llevaron a San Juan Chamula”. Después de lo anterior, puede leerse en el libro que he mencionado sobre Caxlán lo siguiente: “Fue un 24 de julio de 1981 cuando el líder de la pujante Iglesia evangélica tzotzil ya no pudo escapar de sus perseguidores. Una vez ya en Chamula sus captores lo torturaron brutalmente, le arrancaron el cuero cabelludo, le desollaron el rostro, le extirparon un ojo, le arrancaron la lengua y la nariz. Después los llevaron al monte, ahí lo colgaron de un árbol. Sus hermanos evangélicos, que lo buscaban desde el primer momento que supieron de su secuestro, encontraron a Miguel Caxlán inerte, el vaivén del viento movía su cuerpo”. En un documentado y brillante ensayo escrito por el antropólogo Jan Rus, estudioso por décadas de la cultura tzotzil y particularmente de cómo se construyó el sistema caciquil tradicionalista que ha dominado en San Juan Chamula (“La lucha contra los caciques indígenas en Los Altos de Chiapas: disidencia, religión y exilio en Chamula, 1965-1977”, Anuario de Estudios Indígenas, vol. XIII, 2009), se dan pormenores de los esfuerzos de indígenas chamulas por diversificar su sociedad en distintos órdenes y las violentas reacciones de los privilegiados por la cerrazón económica, cultural y religiosa. Con su espaldarazo al sistema intolerante encargado de arrinconar la pluralidad por la que han pugnado chamulas contrarios a lo que en otro estudio Jan Rus ha denominado “la Comunidad Revolucionaria Institucional”, Felipe Calderón simplemente cerró ojos y oídos a los reclamos de uno de los grupos más hostigados por el autoritarismo que ha sentado sus reales en Chamula: el de los indígenas evangélicos, que aspiran a ser reconocidos como una expresión nueva de que se puede ser indio e india de manera distinta a la tradicional. El citado Jan Rus hace una pregunta y una observación que es necesario tener en cuenta. “¿Cuántos otros han peleado tan persistentemente, y a tal costo contra el corporativismo, el PRI [ahora hay que agregarle la panista —por ser él integrante del Partido Acción Nacional— bendición calderoniana] y el caciquismo como los miles de expulsados chamulas? En vez de ser partidarios monolíticos y represivos del sistema de partido de Estado, los indígenas de Chamula, vistos a través de sus disidentes religiosos, podrían ser percibidos como héroes de la lucha por una sociedad más abierta y plural”. Pero Calderón no lo concibe así, para él, lo dijo en su discurso, los chamulas intolerantes son sus amigos y hermanos.

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