La Palabra: vida de la Iglesia

El libro más reciente de Samuel Escobar es un vigoroso llamado a revalorar la Biblia en el seno de las comunidades protestantes/evangélicas. El volumen es de pocas páginas (127), pero en ellas sintetiza una riqueza de conocimientos y experiencias tras varias décadas de ministerio por todo el mundo. Para quienes conocemos a Escobar y hemos convivido con él beneficiándonos de su mentoría, esta nueva obra escrita es oportunidad para dialogar con él y escuchar con atención sus enseñanzas.

07 DE OCTUBRE DE 2006 · 22:00

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La Palabra: vida de la Iglesia. Reflexiones bíblicas sobre el ministerio cristiano (Editorial Mundo Hispano, 2006), tiene un enfoque pastoral. El autor hace reflexiones bíblico teológicas, echa manos de ejemplos históricos, sociológicos y culturales; pero su evidente preocupación es trazar líneas pastorales para las iglesias de habla castellana, en las cuales se enfatiza la evangelización pero se descuida el cuidado discipulador de los nuevos creyentes e incluso de quienes ya son integrantes de una iglesia por varios años. En Samuel Escobar se combina una alta preparación académica con la pasión por comunicar sus descubrimientos de formas entendibles para la audiencia evangélica promedio. Como buen maestro se preocupa de conectar con la inteligencia y emociones de sus lectores. En otros escritos suyos, como el todavía inédito en castellano The New Global Mission: The Gospel from Everywhere to Everyone (IVP, Downers Grove, 2003), Escobar ha llamado la atención al hecho de que el protestantismo popular –las iglesias de corte pentecostal y carismático- tiene lecciones misiológicas para el llamado protestantismo histórico así como para el pentecostalismo clásico. Porque es un error mirar con desdén, ya sea desde los centros académicos o espacios denominacionales respetables, el explosivo crecimiento de aquellas iglesias. Frente a estas actitudes, Samuel Escobar nos llama a desarrollar una comprensión sensible del protestantismo popular que “Está marcado por la cultura de la pobreza, una liturgia oral, predicación narrativa, emocionalismo sin inhibiciones, máxima participación en la oración y la alabanza, sueños y visiones, sanidad por fe, una intensa búsqueda de comunidad y pertenencia. Los líderes evangélicos que por largo tiempo han enfatizado la clara y correcta expresión intelectual de la verdad bíblica y la racionalidad de la fe cristiana, necesitan ser sensibles a esta nueva expresión del cristianismo”. Pero embarcarse en un ejercicio de comprensión, obteniendo a la vez pistas que nos lleven a sacar lecciones de lo analizado, conlleva poner en práctica el don del discernimiento. Por tal dirección va Escobar cuando en su reciente libro subraya los criterios que, desde la Palabra, nos ayudan a evaluar las constantes propuestas renovadoras que al amparo de los más diversos personajes y movimientos surgen por todas partes en el mundo de habla castellana. Cerrarse de entrada a lo que han dado en llamar el mover del Espíritu, arguyendo fidelidad a una determinada ortodoxia y tradición eclesiástica, es olvidar que la tradición de hoy fue la renovación de ayer. Pero ir de moda en moda pretendidamente espiritual, sin tener claridad con qué se le va a medir para saber si a eso se le puede llamar espiritualidad cristiana (cuando en más de las veces corresponde a una especie de espiritismo posmoderno), significa dejarse llevar por todo tipo de vientos que en no pocas ocasiones terminan en naufragios. Entra las valías del libro de Escobar está la de leer los textos bíblicos en su contexto, para de ahí construir puentes con las situaciones actuales que confrontan las iglesias evangélicas. Entonces y ahora las comunidades cristianas enfrentaron, y hoy enfrentan, propuestas que desplazaban la Palabra para poner por encima de ella otras filosofías o revelaciones particulares llenas de artilugios pseudo espirituales. Ante tal realidad, nos dice Escobar, tenemos en las Escrituras medios evaluadores objetivos: “En la centralidad de Jesucristo captamos la unidad de la Biblia… Si un movimiento que se dice espiritual hoy en día lleva a las personas a una relación más profunda con Jesucristo, si produce cristianos y cristianas más parecidos a Jesucristo en su práctica del amor, y si glorifica a Cristo, ese movimiento viene del Espíritu. Esa es la regla de discernimiento, no importa dentro de qué cultura o en qué circunstancias se desarrollen estos movimientos. Por muy espiritual que parezca un movimiento, si al final lo que crea es un espíritu sectario, una actitud de superioridad espiritual que desprecia a los demás, el endiosamiento de ciertas personas carismáticas, una serie de experiencias espectaculares que no llevan a las personas más cerca de Cristo en creencia y práctica, tengo derecho a dudar de su autenticidad. También en la época de Juan (Escobar se refiere a la primera carta de este personaje) había movimientos de este tipo y esta regla cristológica era el criterio de discernimiento: el que conoce a Dios nos oye; el que no es de Dios, no nos oye” (1 Juan 4:6). El autor está en lo justo cuando una y otra vez se ocupa de esa falsa disyuntiva en que nos buscan colocar los que se preocupan y esmeran en construir cuerpos doctrinales muy bien sistematizados; al igual que aquellos seguidores incesantes de experiencias que consideran toda doctrina (término que por cierto es de raigambre neotestamentaria) como algo ajeno a la fe cristiana. No se dan cuenta que tienen la doctrina de no tener doctrina. Ambos proponentes de disyuntivas fatales, es mi lectura del libro que estamos comentando, pierden de vista que la cristiana es una fe (una doctrina, un cuerpo de creencias explicables) viva y en virtud de ello demanda de nosotros conocimiento de Jesús, una nueva relación espiritual con Dios hecha posible por reconocer a Cristo como Señor y Salvador y una conducta permeada por los valores del Reino. La intensa experiencia religiosa extática no es sinónimo de que en quienes la viven se haya anidado el Paracleto, el Espíritu Santo. Escribe Escobar que “Ese tipo de experiencia religiosa sin transformación ética, propio del paganismo, es totalmente diferente de lo que… toda la Biblia enseña. No debemos olvidar que lo distintivo de la experiencia espiritual en la Biblia es que tiene esa dimensión de redención moral. ‘Si me amáis, guardad mis mandamientos’, dice Jesús”. Se puede tener la experiencia extática, o se puede no tenerla, pero ella no es el criterio único que valida la pertenencia al cuerpo de Cristo. Varios comentarios se nos quedan en el teclado. Nada más agrego que un muy digno acompañante de este libro del doctor Escobar, sería que viera la luz editorial el material fotocopiado que él mismo diseñó para adentrar a los interesados en esa aventura vital que es estudiar la Biblia y captar en poco tiempo sus líneas generales. Me refiero a Visión Panorámica de la Biblia, bello periplo por la Palabra que es más dulce que la miel.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - La Palabra: vida de la Iglesia