El martirio de Miguel Caxlán (II)

El atroz asesinato de Miguel Caxlán, como vimos en mi artículo anterior, conmovió a la opinión pública de San Cristóbal de las Casas y dio un ejemplo de valor a la creciente iglesia evangélica de Los Altos de Chiapas. A partir de la muerte del líder los creyentes se organizaron más, tanto para seguir dando testimonio de su fe como para defender sus derechos humanos vulnerados por sus perseguidores, quienes contaban c"/>

La herencia de Miguel Caxlán

El martirio de Miguel Caxlán (II)

El atroz asesinato de Miguel Caxlán, como vimos en mi artículo anterior, conmovió a la opinión pública de San Cristóbal de las Casas y dio un ejemplo de valor a la creciente iglesia evangélica de Los Altos de Chiapas. A partir de la muerte del líder los creyentes se organizaron más, tanto para seguir dando testimonio de su fe como para defender sus derechos humanos vulnerados por sus perseguidores, quienes contaban c

23 DE SEPTIEMBRE DE 2006 · 22:00

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Tras su conversión al Evangelio, Miguel Caxlán desarrolló esfuerzos para iniciar iglesias en el territorio de San Juan Chamula. El férreo dominio de las autoridades tradicionales hizo que las reuniones de los pequeños grupos de evangélicos tuvieran que realizarse clandestinamente. Cuando esas células eran detectadas por el liderazgo chamula hostil a los conversos, primero les advertían de que cesaran los cultos y después desataron las expulsiones contra los indígenas protestantes. Por tal razón, desde mediados de la década de los 60´s del siglo pasado, los cristianos evangélicos tuvieron la necesidad de organizar sus reuniones en el exilio. Desde distintos parajes del municipio de Chamula se concentraban en San Cristóbal de Las Casas, en lugares que solidariamente les facilitaban los evangélicos criollos y mestizos. Una adolescente tzotzil, Pashcu (Pascuala) López Hernández, por invitación de su hermana llegó a una de las reuniones en la que fuera la antigua capital de Chiapas, ciudad erigida por los colonizadores españoles. Su testimonio nos da pistas muy importantes para adentrarnos en cómo desarrolló su ministerio Miguel Caxlán: “”Desde el primer día que asistí a la reunión ¡me gustó mucho! Todo lo que hacían me parecía muy bonito; los cantos, el mensaje, la comunión, los consejos, todo me gustó mucho. El hermano que explicaba la Biblia era Miguel Caxlán, originario del paraje Yalhuacash, municipio de San Juan Chamula; él hablaba el mismo idioma que nosotros (tzotzil), por lo que podíamos entender claramente el mensaje que él impartía. Me gustó tanto el Evangelio que a partir de la primera ocasión que lo escuché seguí asistiendo a las reuniones cada domingo, aunque mi paraje estaba a tres horas de camino de la ciudad. En la iglesia aprendimos que Jesús había muerto en la cruz por nuestros pecados, porque nos amaba mucho. Yo experimenté un cambio en mi vida, sentía que todo lo que me rodeaba era nuevo y veía todas las cosas de diferente manera. Dejé de tomar posh (bebida embriagante) aprendí que no debería tener temor del Ac’chamel (brujo) y dejé de consultar al J’ilol (curandero) porque Jesús podía sanar todas nuestras enfermedades… los sábados el hermano Miguel nos enseñaba a leer y me quedaba en la ciudad para estar en la reunión del domingo”. Como Miguel Caxlán ya había experimentado represalias en Chamula por su conversión al cristianismo evangélico, tuvo cuidado de preparar a sus congregantes sobre la posibilidad de que lo mismo les sucediera a ellos y ellas. Así lo recuerda Pashcu: “El hermano Miguel nos decía que era posible que la gente de Chamula no nos quisiera por ser evangélicos y que posiblemente se desataría persecución en nuestra contra e intentarían matarnos o hasta quemarnos. También nos enseñó que si Dios no lo permitía, la gente no nos podría hacer daño. A pesar de la advertencia, sentía un gran deseo de contarle a la gente lo que Cristo había hecho en mi vida y siempre que tenía la oportunidad lo hacía sin temor”. No pasó mucho tiempo para que Pashcu comprobara por sí misma lo anunciado por el pastor indígena. El 2 de agosto de 1967, cuando se encontraba en su casa, en el paraje Zactzú, cuidando a cuatro de sus pequeños sobrinos, la propiedad fue incendiada por indígenas anti evangélicos. En el despiadado ataque murió quemada una niña, otra más junto con un niño perdieron la vida a machetazos. Quedaron mal heridas Pashcu y su sobrina Angelina, de siete años. Paschcu se salvó porque pudo huir en la oscuridad de la noche y ante la confusión que se desató en el lugar mientras la casa ardía en llamas. Acudió para recibir ayuda de otros creyentes y tras una penosa travesía lograron llegar a la ciudad coleta. Ella así lo recuerda. “Como a las cinco de la mañana decidieron llevarme a San Cristóbal cargándome con mecapal; pero no quise que me cargaran y les dije que iría caminando. Caminamos por tres horas. A las 8 de la mañana llegamos a San Cristóbal a la casa del hermano Miguel Caxlán, quien ya vivía en esa ciudad. Cuando llegamos ya me sentía muy mal, se me había hinchado la cara y casi no podía ver y me seguía saliendo sangre. El hermano Miguel Caxlán me llevó primero al Ministerio Público, para hacer la denuncia porque también estábamos preocupados por los cuatro niños que habían quedado dentro de la casa. En el Ministerio me hicieron muchas preguntas y después de haberme tomado mi declaración me internaron en el hospital, como a las 4 de la tarde. Al revisarme los doctores encontraron que tenía 21 municiones alojadas en mi cara, cuello y brazos”. GENUINA FE CRISTIANA INDÍGENA Del testimonio de Pashcu se desprenden varias lecciones misiológicas del ministerio de Miguel Caxlán. Las reuniones por él dirigidas eran atractivas para los asistentes, de ahí que desearan regresar para participar de los cantos, testimonios y exposición de la Palabra. La comunión entre los congregantes era parte importante de la liturgia. Los indígenas vieron cómo uno de ellos, y no un “fuereño”, era quien tenía a cargo la predicación bíblica y lo hacía en su propia lengua, en tzotzil. Para quienes todavía hoy sostienen que la obra evangélica es obra de misioneros blancos y occidentales, testimonios como los de Pashcu, uno de los miles que podríamos citar (que conocemos por investigaciones propias y de otros), muestran fehacientemente que la expansión protestante entre los indígenas es resultado del trabajo de creyentes indígenas. La cristología de Miguel Caxlán enfatizaba la causa de la crucifixión y muerte de Jesús, por amor y redención de pecado. Comprender este énfasis es muy importante para explicar la expansión evangélica entre los pueblos indios. La cosmovisión de éstos es animista, con gran dosis de fatalismo, en ella, y para tener el favor de las deidades, es necesario hacer constantes ofrendas de todo tipo. Los seres divinos están permanentemente molestos y enojados, por lo cual hay que llevarles presentes y hacerles fiestas. En esta concepción no tiene lugar la imagen de un Dios que les ama y reconcilia con él. Por lo tanto la predicación que enfatiza la encarnación amorosa de Jesús causó un impacto tremendo en los indio(a)s. Esto responden cuando uno les pregunta sobre las razones de tantas conversiones en unas cuantas décadas. A la conversión le sigue un cambio de vida, el que experimentó Miguel Caxlán y por lo mismo enseñaba que era necesario como manifestación externa de seguir a Jesús. Pashcu menciona tres áreas de ese cambio: 1) Renunciar al flagelo del alcoholismo (que muchas veces tiene que ver con rituales tradicionalistas), 2) Dejar de sentir temor al dominio del brujo(a), personaje omnipresente en la realidad indígena, 3) Confiar en el poder sanador de Jesús, por encima del curandero(a) cuyos servicios son costosos para los indígenas. Los cambios éticos y espirituales van junto con otros logros, como dar herramientas a las personas para que comprendan tanto su nueva fe como estén mejor preparadas para enfrentar la vida cotidiana. De ahí que Miguel Caxlán desarrollara un programa de alfabetización, en el que participaban por igual mujeres y hombres. Consciente de los costos que podrían pagarse a causa de un contexto sumamente hostil, Miguel Caxlán tuvo el cuidado responsable de dar enseñanza sobre los peligros latentes que rodeaban a los conversos. Es decir, les habló con la verdad, puso ante ellos y ellas un panorama posible pero al mismo tiempo enfatizaba la providencia de Dios en todas las circunstancias. Las palabras del líder y pastor reconfortaban a la congregación y la animaban a continuar con las tareas de evangelización por parte de cada creyente. En la práctica estaba diciéndoles que la obra es responsabilidad de todos y no solamente de unos cuantos que controlan a los demás. A la lectura de la Biblia los líderes indígenas, Miguel Caxlán uno de ellos en forma destacada, le agregaron el estudio de la Constitución mexicana. De ahí que él haya decidido llevar a Pashcu para que presentara una denuncia penal por los ataques recibidos. Ante la cerrazón de las autoridades tradicionales (y la complicidad con éstas de las mestizas y/o criollas estatales y federales), los indio(a)s evangélicos reivindicaron sus derechos humanos y constitucionales, que les garantizaban la libertad de creencias y sus ejercicio. Dieron la batalla por la legalidad, una y otra vez denunciaron la opresión de que eran víctimas y evidenciaron la inoperancia de un sistema judicial que se negaba a hacerles justicia. Antes que nadie en tierras de población predominantemente indígenas los evangélicos fundaron una organización que los defendiera de la persecución y sus agresores. En 1984 un grupo de indígenas y mestizos protestantes crearon el Centro Estatal de Defensa Evangélica de Chiapas, con el objetivo de “asesorar jurídicamente a los evangélicos del estado de Chiapas que desde hace 30 años han sido reprimidos y hasta expulsados de sus comunidades por su fe”. Diez años después el mundo conoció la ominosa realidad indígena mexicana por el levantamiento del Ejército Zapatista de Libración Nacional. La historia de Miguel Caxlán se sigue contando en las iglesias tzotziles, su recuerdo y obra son resguardados y transmitidos a las nuevas generaciones de líderes que se preparan en el Seminario Bíblico que lleva su nombre, el cual se localiza en la colonia Nueva Esperanza, en San Cristóbal de Las Casas. En esa colonia, la primera creada por los expulsados de Chamula, saben que uno de sus principales fundadores murió martirizado por causa del Evangelio.
Artículos anteriores de esta serie:
1El martirio de Miguel Caxlán

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - La herencia de Miguel Caxlán