Siglo y medio de la muerte de Manuel Aguas

Con Aguas un ciclo se cierra y abre otro en la historia del protestantismo mexicano.

23 DE OCTUBRE DE 2022 · 23:00

Manuel Aguas.,
Manuel Aguas.

Su ruptura con el catolicismo causó gran escándalo en la primavera de 1871, al hacer pública su conversión al protestantismo. La conmoción entre las cúpulas eclesiásticas católicas de la Ciudad de México se originó porque Manuel Aguas, fraile dominico, había ocupado varios lugares de relevancia en el clero. El último de ellos fue el de confesor del cabildo de la Catedral de México.

El 16 de abril del año mencionado Manuel Aguas dirige una carta al superior de los dominicos, Nicolás Arias, en la cual explica que cuando todavía fungía como párroco de Azcapotzalco, primeros meses de 1868, se inicia un proceso de revisión de sus creencias católicas romanas. Llegan a sus manos folletos protestantes distribuidos por núcleos de creyentes evangélicos, particularmente del principal de ellos: el liderado por Sóstenes Juárez en la calle San José el Real, número 21 (junto a la Profesa, en las actuales calles de Isabel la Católica esquina con Madero), en la Ciudad de México. Sóstenes era un liberal que combatió a las fuerzas de ocupación francesas y alcanzó el grado de mayor.

El caso de Manuel Aguas trasciende los círculos eclesiásticos, porque la misiva de su ruptura con el catolicismo es reproducida en El Monitor Republicano. De ahí la toman diversas publicaciones periódicas del país y la dan a conocer a sus lectores. La pieza escrita provoca polémicas entre conservadores y liberales. Los primeros expresan sus enconadas críticas al nuevo ministro protestante, sobre todo en el diario La Voz de México. Los segundos concuerdan en que Aguas tiene el derecho, protegido por las Leyes de Reforma, para elegir y practicar su nueva identidad religiosa. Las tribunas en que se manifiesta esta postura son, principalmente, El Monitor Republicano, El Siglo Diez y Nueve y El Federalista.

El siempre atento a lo que sucedía en la sociedad mexicana, para entonces en la cúspide de su fama, Ignacio Manuel Altamirano asiste a la apertura de San José de Gracia (Mesones 139) como lugar de cultos protestantes. El domingo 23 de abril de 1871 la llamada Iglesia de Jesús, movimiento en el que Aguas desempeña un papel preponderante, tiene actividades en San José de Gracia que Altamirano consigna de la siguiente forma: “La concurrencia era inmensa, hasta el punto de llenar completamente la nave del templo durante todo el día. Sabemos que se colocaron mil 500 sillas, las cuales no bastaron, y numerosos fieles quedaron en pie […] La concurrencia era compuesta de todas clases, sexos y edades: señoritas, caballeros, artesanos, numerosos indígenas. Todos estaban confundidos en un solo sentimiento de verdadera fraternidad, según el espíritu del Evangelio, y todos leían en sus rituales y cantaban sus himnos”.

Un acontecimiento que cimbró a la opinión pública se verificó el 2 de julio de 1871. Entonces Manuel Aguas expuso públicamente sus razones para romper con la Iglesia católica romana e integrarse al movimiento de la Iglesia de Jesús.

Inicialmente, sin saberlo, siguió la senda de Martín Lutero. Como el teólogo alemán, Manuel Aguas leyó la Biblia y sus descubrimientos le convencieron de separarse de la institución eclesiástica en la que había desarrollado su ministerio. En respuesta, la institución eclesiástica lo excomulgó. A su vez, Aguas desconoció la excomunión y encaminó sus pasos a la consolidación de una opción eclesial libre del dominio católico romano. Caminó la misma senda que Lutero en el siglo XVI.

El teólogo católico Javier Aguilar y Bustamante retó a Manuel Aguas para debatir con él. El ex dominico aceptó de inmediato y las partes dieron inicio a los preparativos del encuentro, que se fijó para el domingo 2 de julio. Pocos días antes del evento la prensa difunde la noticia de que el arzobispo de México, Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, le había prohibido al doctor Aguilar asistir al debate. Ésta fue la razón por la cual quedó vacía la silla que ocuparía Aguilar y Bustamante en el templo de San José de Gracia. 

En la fecha y lugar acordados, ante más de mil quinientas personas que se apretujaban en el templo (El Monitor Republicano, 7/VII/1871) Aguas expuso el sermón que había preparado, el que inició así: “¿Quién no ha visto, hermanos míos, que en la cuestión para la que se nos ha invitado, este día, la orgullosa Roma ha huido despavorida y espantada? Ciertamente que esta fuga no ha sido por mi insignificante persona, pues careciendo de talento y conocimiento superiores, ningún temor podría infundir mi presencia en este lugar. Soy el último y el más moderno [en el sentido de más reciente] de los ministros de la Iglesia de Jesús, que es una, Santa, Católica, Apostólica y Cristiana; que se halla esparcida por todo el Universo, y que cuenta con más hijos en su seno que la secta Romana”.

Aguas refirió que en el pontificado de León X tuvo lugar “en un oscuro rincón de Alemania” la rebelión de Lutero, a quien las autoridades eclesiásticas romanas hicieron varios intentos de llamar a la disciplina. Ante tales intentos, remarcó, Lutero decidió seguir los preceptos bíblicos antes que someterse a las autoridades romanas. Exalta la postura de Lutero, quien “siempre que se pone frente de la tiranía papal, la avergüenza, la humilla y la confunde, demostrando con toda claridad que las máximas romanas modernas están diametralmente opuestas a las verdades evangélicas”.

El predicador ahondó en el caso de Lutero y la comparecencia de éste ante la Dieta de Worms (16-17 de abril de 1521), presidida por el emperador Carlos V: “Comprendo, hermanos míos, que los romanistas estaban seguros de su triunfo en esa ocasión; pero se engañaron miserablemente. Lutero, sin orgullo, con calma, contesta victoriosamente a los que le interrogan; pronuncia un elocuente y sentido discurso, en el que pone de manifiesto los extravíos de la secta romana. La orgullosa Roma, ve, a su pesar, que allí es vencida por un sólo hombre, que si alcanzó tan brillante victoria fue porque se apoyaba en el libro de la revelación, que es el libro de Dios. ¿Cuáles fueron las consecuencias de tan decisiva batalla religiosa? Ya lo están mirando: la separación de Roma de casi la mitad de Europa. Yo mismo, si en estos momentos estoy hablando con la libertad de un cristiano, es debido a ese triunfo glorioso”. En el sermón, Aguas reivindicó e hizo suya la causa de Lutero. Nunca antes en México se había hecho una defensa pública, y desde un templo que antes había sido propiedad de la Iglesia católica, del reformador Martín Lutero.

La sentencia de excomunión en contra de Aguas es breve pero saturada de estigmatizaciones. Además de apóstata, hereje y errático, se le tiene por cismático, contumaz, obstinado, extraviado, criminal, ofensor, inmoral, en ruina espiritual, destructor, heterodoxo, irrespetuoso, desobediente, temerario, pernicioso, rebelde y falto de gratitud a la Iglesia católica.

El ex dominico responde a Pelagio Antonio de Labastida y desde las primeras líneas muestra la posición frontal que asume contra el eclesiástico católico que se opuso férreamente a la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma; promotor principal del Imperio de Maximiliano. Se refiere al clérigo como “señor obispo de la secta romana establecida en México”, la que considera contraria a las enseñanzas del Evangelio. Aguas explica las razones para salir del catolicismo: “Plenamente convencidos los protestantes de que vuestra iglesia no es una, ni santa, ni católica, ni apostólica, creemos que es una secta herética, sacrílega e idólatra, y por esto nos hemos apresurado a separarnos de ella”.

En la capital del país y entidades circundantes la Iglesia de Jesús, informa Aguas, da forma o se adhieren a ella células prexistentes y juntas suman 60 congregaciones. En la calle Mesones 139 se reúnen en los tres servicios dominicales más de 3 mil personas. La prensa refiere lo que ahí acontece, unas veces para denostarlo sin ambages y otras con simpatía, porque va conformándose una alternativa religiosa al catolicismo romano.

El caso de Manuel Aguas deja plena constancia de una vertiente del protestantismo decimonónico mexicano que arroja fuertes evidencias sobre su carácter endógeno. El enraizamiento del protestantismo en el país no puede explicarse exclusivamente por los esfuerzos misioneros exógenos que promovieron esa creencia. Junto con Aguas, antes y después, hubo hombres y mujeres nacionales que por distintas vías y esfuerzos inician y/o consolidan comunidades protestantes, en las cuales el rol de los misioneros extranjeros es inexistente o mínimo.

Manuel Aguas muere de gastroenteritis el 18 de octubre de 1872, hace 150 años. Un concurrido cortejo fúnebre recorrió las calles desde el Centro Histórico hasta el Panteón Americano, donde le fueron rendidos honores.

La muerte de Manuel Aguas acontece cuando los misioneros denominacionales comienzan a llegar a México en octubre de 1872, caso de los presbiterianos. Con Aguas un ciclo se cierra y abre otro en la historia del protestantismo mexicano. Si bien es cierto que antes existieron esfuerzos misioneros extranjeros, estos tuvieron un carácter casi personal y pocos recursos humanos y financieros si se les compara con lo que comienza a suceder a la llegada de personas enviadas por denominaciones protestantes históricas, que trajeron bienes considerables y desarrollaron proyectos de largo plazo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Siglo y medio de la muerte de Manuel Aguas