Quinto centenario del Nuevo Testamento de Martín Lutero 1522-2022 (II)

La traducción neotestamentaria de Lutero significó poner en manos de potenciales lectore(a)s un recurso imprescindible para que conociesen por sí mismo(a)s en qué consistía el cristianismo.

24 DE SEPTIEMBRE DE 2022 · 23:00

Portada de la traducción de la Biblia de Lutero. / Correogsk, Wikimedia Commons.,
Portada de la traducción de la Biblia de Lutero. / Correogsk, Wikimedia Commons.

Con Lutero, Wittenberg se convirtió en el principal centro impresor de Alemania. La pequeña ciudad tenía en los inicios del siglo XVI una población de dos mil habitantes. Carecía de prestigio académico porque su universidad tenía pocos años de vida (la fundó Federico el Sabio en 1502) al tiempo de la irrupción de Lutero contra la venta de indulgencias en octubre de 1517. El impacto editorial de Lutero y sus proposiciones teológicas, crecientemente contrarias a la Iglesia católica romana, atrajeron estudiantes de toda Europa y Wittenberg se transformó en un centro difusor de ideas que sacudieron todo el Viejo Mundo.

La primera edición del Nuevo Testamento traducido del griego al alemán por Lutero salió de la imprenta en septiembre de 1522, con un tiraje de 3 mil ejemplares que se agotaron en pocas semanas. La segunda edición, en la cual el traductor introdujo considerables correcciones, fue publicada en diciembre e igualmente la gran demanda hizo que las prensas de Wittenberg fueran insuficientes para satisfacer a quienes deseaban adquirir una copia, lo que resultó en impresiones piratas realizadas en distintas ciudades alemanas.

Desde fines de 1517 Lutero se perfiló como el escritor más conocida de Europa, de tal manera que para septiembre de 1522, al publicar la traducción del Nuevo Testamento, ya era un autor plenamente consolidado y seguido por más público que ningún otro. Para valorar el lugar que tuvo en el mercado editorial de la época es necesario tener en cuenta que más de la tercera parte de los libros comercializados en Alemania entre 1518 y 1525 fueron escritos por el ex monje agustino. Teófanes Egido menciona que el opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518), en el que defendió las 95 tesis de las críticas de sus adversarios, consiguió 22 reimpresiones en dos años. Fue tal la demanda del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) que los ejemplares se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó 18 ediciones en cinco años. 

Del cañonazo editorial representado por Lutero dan cuenta dos testimonios de quienes buscaban hacerse de sus obras. En 1519 un amigo de Agripa von Nettesheim (filósofo alemán) le escribió desde Basilea para hacer de su conocimiento que, tras haber buscado por toda la ciudad impresos de Lutero, los mismos “no estaban disponibles en ningún lado, porque todos habían sido vendidos”. Spalatino, consejero de Federico el Sabio y quien le recomendó proteger al rebelde, informaba que en la Feria del Libro de Frankfurt de 1520 “nada era comprado con más frecuencia y leído con mayor apetito” que las obras de Lutero.

La traducción neotestamentaria de Lutero significó poner en manos de potenciales lectore(a)s un recurso imprescindible para que conociesen por sí mismo(a)s en qué consistía el cristianismo. Un efecto no buscado por el traductor se manifestó en el ámbito cultural, ya que dio una expresión literaria al idioma alemán que no había tenido hasta entonces. Bien lo expresa Lyndal Roper: “En menos de once semanas, tradujo todo el Nuevo Testamento del griego original, no de la Vulgata, la traducción latina que había dominado la Iglesia hasta entonces. Fue la obra de un genio. El Nuevo Testamento de Lutero remodeló el idioma alemán, ya que el alemán de Lutero se volvió dominante, unificando lo que había sido una amplia gama de dialectos locales” (Martin Luther, Renegade and Prophet, Random House, 2016, pp. 195-196).

Si la traducción de Lutero fue ampliamente leída y funcionó como detonante para que otros trasladaran a distintas lenguas europeas los documentos griegos del Nuevo Testamento, en contraparte su trabajo fue criticado con dureza y él acusado de distorsionar y acomodar a sus intereses las enseñanzas del Evangelio. Hace notar Herón Pérez Martínez, en la introducción a la Misiva de Martín Lutero sobre el arte de traducir (septiembre de 1530), cómo el duque Jorge de Sajonia (1471-1539) “no bien salió a la luz pública la traducción del Nuevo Testamento al alemán hecha por Lutero […] se apresuró a prohibir en sus dominios, mediante decreto fechado en 1522, su compra o venta” (ver aquí). 

Las premisas que Lutero expuso en la carta sobre su traducción como necesarias para realizar un buen trabajo conforman, afirma Pérez Martínez “uno de los documentos más importantes para la historia occidental de la teoría de la traducción”, y al defender que “para traducir, no basta saber bien ambas lenguas implicadas en el proceso, hay que conocer el tema o asunto que trata el texto”, estaba sentando escuela en las características deseables en un buen traductor”.

En la carta sobre la traducción, del 12 de septiembre de 1530 a su amigo Wenceslao Link, Lutero aprovecha otro cautiverio para responder los señalamientos de haber deformado el sentido de algunos pasajes del Nuevo Testamento. La misiva es recibida e inmediatamente hecha imprimir por Link. Después del acostumbrado saludo, Martín Lutero va directo a defender su traducción de Romanos 3:28, la cual “los papistas recriminan aceradamente”. 

En la cita mencionada, la Vulgata decía: “arbitramur hominem iustificari ex fide sine operibus”, traducido por Lutero de la siguiente manera: “sostenemos que el hombre es justificado sin obras de la ley, sólo por la fe”. Afirma que su traducción es un esfuerzo por “ofrecer un alemán limpio y claro”. Más adelante confiesa que sabía muy bien la inexistencia de la palabra “sólo” en Romanos 3:28 en los textos latino y griego, lo cual “no me lo tenían que haber enseñado los papistas”. Enfatiza, “sin embargo estos cabezas de borrico las están mirando como mira una vaca a un pórtico nuevo. No se dan cuenta de que, no obstante, la intención del texto las contiene, y que es preciso ponerlas si se quiere traducir claramente y de forma que resulte eficaz. He intentado hablar en alemán, no en griego o latín, ya que mi empresa es la de alemanizar”. Abunda en la razón que le llevó a incluir la cuestionada palabra: “En todas estas expresiones, aunque el griego y el latín no lo hagan, el alemán recurre a la palabra ‘sólo’ para que el ‘no’ o ‘nada’ resulten más completos y claros. Porque incluso aunque yo diga ‘el campesino trae trigo y no dinero’, es evidente que el ‘no traer dinero’ no resulta tan claro y completo como cuando digo: ‘el campesino trae sólo trigo y no dinero’; el ‘sólo’ se encuentra aquí apoyando a la negación, para que el conjunto tenga claridad y sea alemán del todo”.

Al cumplir él mismo con el perfil que describió, es que su traducción de la Biblia pudo ser comprendida por un público amplio. La lengua de origen y la de destino tienen que conjuntarse para producir un texto fiel a la primera y pertinente a la segunda.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Quinto centenario del Nuevo Testamento de Martín Lutero 1522-2022 (II)