Conversos evangélicos y líderes antes de la llegada de los misioneros extranjeros a México (VI)

Jesús Medina era discípulo y amigo de Manuel Aguas. Conoció y leyó la carta de Aguas en la que externa a su ex-superior en los dominicos, su renuncia a la fe católica.

05 DE SEPTIEMBRE DE 2021 · 17:00

Edificio de la Iglesia Metodista Episcopal en Apizaco, Tlaxcala. / Alejandro Linares García, Wikimedia Commons,
Edificio de la Iglesia Metodista Episcopal en Apizaco, Tlaxcala. / Alejandro Linares García, Wikimedia Commons

Antes de que a principios de 1871 Manuel Aguas se integrara a la Iglesia de Jesús en San Juan de Letrán 12, ya formaba parte de tal agrupación Jesús Medina. Éste, junto, entre otros, Arcadio Morales, Hexiquio Forcada y Arcadio Sánchez conformaban un grupo de estudios bíblicos y teológicos encabezado por el ex fraile dominico Ignacio Ramírez Arellano[1]. Una vez que Aguas se unió al movimiento, y sobre todo a partir de que su principal sede es el templo de San José de Gracia, Jesús Medina comenzó a seguir muy de cerca el ministerio evangélico del ex sacerdote católico.

De oficio comerciante, Jesús Medina es discípulo y amigo de Manuel Aguas[2]. Conoció y leyó la carta de Aguas en la que externa a Nicolás Arias, su ex-superior en los dominicos, su renuncia a la fe católica. También presenció el histórico sermón que Manuel Aguas predicó el 2 de julio de 1871 en San José de Gracia, y al cual nos hemos referido con anterioridad.

Meses después que Manuel Aguas fallece, Jesús Medina paulatinamente busca cercanía con la congregación que encabeza Arcadio Morales en el callejón de Betlemitas. Recordemos que este grupo tiene su primer culto como Iglesia Presbiteriana el 23 de julio de 1873 y permanece en el mencionado lugar hasta que se traslada al número 35 de la 3ª calle de San Juan de Letrán, el 25 de febrero de 1877[3].

Un paso importante es dado el 24 de mayo de 1874. En tal fecha son examinados doctrinalmente por el misionero M. N. Hutchinson, y recibidos como miembros de la Iglesia Presbiteriana Arcadio Morales, J. Escobar, Jesús Medina y Francisco D. Villegas[4]. En noviembre del mismo año el grupo de trece jóvenes que conformaban un grupo de preparación ministerial, entre ellos Arcadio Morales y Jesús Medina, tienen una experiencia que les lleva a comprometerse en tareas evangelísticas y pastorales

Como sucede casi siempre, la oración fue el medio de que Dios se valió para darnos una prueba rica, magnífica, de la presencia de su Espíritu que como una luz divina penetraba hasta lo íntimo de nuestra alma, ya con dolor de la vida pasada, con la plena seguridad en la clemencia y misericordia divinas o bien con la preciosa paz del amor de Dios y la certidumbre de la salvación por Cristo. En un momento parecíamos todos locos, como borrachos, llorando, riendo, abrazándonos unos a otros, olvidando enteramente las formalidades, olvidándonos de la mesa, del sueño y todas las cosas, pudiendo en el acto orar, testificar y predicar con un poder avasallador hasta entonces desconocido.[5] 

Cada uno de los trece se involucra en tareas difusoras de la fe protestante. Jesús Medina permanece en la ciudad de México y desarrolla tareas en distintas congregaciones. Tres años después encontramos a Medina involucrado como ministro metodista. En ese mismo 1877 se funda el Abogado Cristiano Ilustrado, órgano de la Iglesia Metodista Episcopal, que dirige el misionero Guillermo Butler, y son colaboradores José María González, Juan Wesley Butler, Carlos G. Drees, Samuel P. Craver (Arminius), Samuel W. Siberts y Germán Lüders. El tiraje inicial de la publicación es de 1,750 ejemplares[6]. Sobre el seudónimo Arminius el autor de la relatoría histórica recién citada, Samuel P. Craver, consigna que él era el autor detrás de aquel nombre. Años después Pedro Flores Valderrama consignaría que Arminius era el ex sacerdote católico romano José María González. Posiblemente los dos, Craver y González, hicieron uso del  mismo seudónimo para firmar algunos de sus escritos[7].

Poco tiempo después de que la Iglesia Metodista Episcopal y la Iglesia Metodista Episcopal del sur iniciaran labores formales en México (en 1873), representantes de éstas y de otras iglesias protestantes asentadas en la ciudad de México deciden elaborar un himnario para el conjunto de las comunidades evangélicas. En la comisión para conformar dicho material participa Jesús Medina, junto con Francisco Díaz Villegas, Elías Mota y Arcadio Morales. Encabeza al grupo el misionero presbiteriano M. N. Hutchinson.[8]

Bajo la responsabilidad como redactores de Jesús L. Pérez y Jesús Medina el primero de enero de 1877 ve la luz el semanario El Mensajero Cristiano. En su número inicial los responsables de la publicación manifiestan: “Venimos al estadio de la prensa, para coadyuvar con nuestras humildes producciones, al progreso de la grande obra de regeneración de México, por medio de las sabias y sublimes doctrinas de nuestro Señor Jesucristo”[9]. Pérez y Medina dirigen el periódico hasta el número 8, de fecha 18 de febrero. A partir del número 9 dirige el impreso Antonio López y la publicación cambia su periodicidad, de los domingos a miércoles y sábados. En el número correspondiente al sábado 24 de marzo, el 18, se anuncia que el periódico “no se publicará en la Semana Mayor. Nos despedimos de nuestros lectores hasta la Pascua”[10]. Parece que El Mensajero Cristiano ya no volvió a publicarse, no hay en la Hemeroteca Nacional más ejemplares después del mencionado número 18.

En 1883 Medina fue pastor de la Iglesia Metodista El Mesías, localizada en la ex capilla de San Andrés (confluencia de las actuales calles de Donceles, Xicotencatl y cerrada del 57)[11]. A fines de 1884 Jesús Medina es el editor de un periódico llamado El Ortodoxo, órgano de la Convención Evangélica Mexicana. El número inicial incluye los artículos “Nuestras ideas”, “El respeto de la verdad”, “La Revolución de agosto” (escrito por Medina) y la sección “Miscelánea”[12]. El primer número del periódico oficial de la Iglesia Presbiteriana en la República Mexicana saldría un año después. El directorio de la publicación consigna como editores y redactores a Henry C. Thomson, J. Milton Greene y Pedro Aguirre[13].

En 1896, a pocos días de cumplirse 24 años de la muerte de Manuel Aguas, su condiscípulo Jesús Medina hace circular unas tarjetas luctuosas que contienen una frase suya: “Valiente y leal como Lutero, en la Dieta de Worms”. Hace una “invitación personal para asistir y honrar la memoria del reformador mexicano Manuel Aguas, la noche del 18 del presente, a las 8 p. m. [en] 1ª de Mixcalco, 1528, vivienda 14”. El mensaje final de la tarjeta es otra frase del mismo Jesús Medina. “No contemporizó ni transigió con la Iglesia Romana”[14].

Promotor de trabajos conjuntos de las iglesias protestantes de la época, Jesús Medina impulsó las sociedades juveniles de Esfuerzo Cristiano. En 1900 es parte de la directiva de una de ellas en Ozumba, estado de México[15]. Su interés en cuestiones educativas le lleva a involucrarse en actos organizativos como la Convención Nacional de Escuelas Dominicales y Sociedades Cristianas de Jóvenes, en Puebla del 5 al 9 de julio de 1911[16].

Al cumplirse casi cuatro décadas de la muerte de Manuel Aguas, su discípulo Jesús Medina es el principal orador en un acto conmemorativo que tiene lugar en el templo metodista de Gante núm. 5. Medina tiene a su cargo el panegírico del señor Aguas. Julián Castro, de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, desarrolla el tema de los primeros misioneros llegados a México. A. Carrión, de la Iglesia Episcopal (sucesora de la Iglesia de Jesús), improvisa algunas palabras sobre Manuel Aguas y su obra. Epigmenio Velasco, de la Iglesia Metodista Episcopal, expone acerca de los mártires de la Reforma[17].

La participación de Jesús Medina es amplia y documentada. Refiere tres momentos importantes en el corto ministerio de Manuel Aguas. Sintetiza la respuesta del ex sacerdote dominico a Nicolás Arias. Después resume la predicación que Aguas hiciera el 2 de julio de 1871 en San José de Gracia. Comenta el escrito de Aguas en el cual éste niega autoridad al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos para excomulgarlo. Concluye su pieza oratoria entremezclando en ella palabras del homenajeado:

Obreros evangélicos que nos escucháis, no ceséis de trabajar. No ceséis de luchar como si fueseis como los macabeos del Anáhuac. El clarín de la Reforma religiosa está tocando a fuego porque en las alturas del Vaticano no se ve la bandera blanca y todavía no suena la hora de la paz. Os recordamos que los caballeros cruzados de la Edad Media sabían batirse por la honra y gloria de Dios. Empuñad vuestros estandartes y la espada apocalíptica de dos filos. Manuel Aguas, aunque está muerto, todavía habla: escuchad su grito de guerra y lanzaos como centellas al combate: “Roma sigue la religión del sacerdote y no la de Dios, y nosotros debemos seguir la religión de Dios, que fue, es y será la religión de Jesucristo”.[18]  

Antes del acto conmemorativo que hemos glosado hubo una ceremonia, por la mañana, la cual se desarrolla en el cementerio donde fue enterrado Manuel Aguas, el panteón americano. Allí hacen uso de la palabra el misionero John Wesley Butler, José Antonio Carrión y dos personas más de las que solamente se proporcionan sus apellidos: Williams y Paniagua. El grupo también visita el panteón inglés, y coloca una ofrenda floral en la tumba de Henry C. Riley, quien fuera primero mentor de Aguas y después compañero en el liderazgo de la Iglesia de Jesús[19]. Cabe señalar que el misionero Riley había fallecido el 13 de marzo de 1904, en la ciudad de México, “en su residencia de Tacubaya”, a causa de “una infección intestinal complicada por congestión de los pulmones”.[20]

El pastor Medina hace un interesante paralelismo entre fray Servando Teresa de Mier y Manuel Aguas. El primero nace el 18 de octubre de 1765, el segundo muere el 18 de octubre de 1872. Ambos fueron dominicos, estudiantes y catedráticos en el Colegio de Porta Coeli en la ciudad de México. Los dos padecen persecuciones por sus creencias que retan las enseñanzas oficiales del catolicismo. Por haber predicado (12 de diciembre de 1824) fray Servando 

 […] que la imagen de Guadalupe no se estampó en la tilma de Juan Diego, sino en la capa de santo Tomás, apóstol y patrón de los indios, sufrió una injusta y cruel persecución, consistiendo principalmente en prisiones y destierros a España, donde fue recluido en varios conventos: en el de Caldas, en Santander, en los de San Pablo y San Francisco de Burgos y en el de Salamanca.[21]

El autor de la comparación subraya que “se siente, se extraña, la falta de hombres, que sin andar con rodeos, ataquen de frente con sinceridad y franqueza, al catolicismo”. Hace un llamado para no olvidar “a los hombres del pasado, que por su conducta viril y reformadora, despertaron conciencia para realizar su emancipación”. De aquí pasa al testimonio personal: “Manuel Aguas fue para mí uno de esos hombres, y naturalmente no puedo olvidarlo y me siento obligado a regar en su tumba las flores de mi gratitud”.[22]

Jesús Medina falleció a mediados de diciembre de 1916. Dos de sus escritos son republicados posteriormente. Uno es el titulado “Hidalgo heterodoxo”, donde concluye que el padre de la Independencia nacional “si no era un protestante nicodémico oculto, al menos era un católico liberal, como pudiéramos llamarle ahora; pero de cualquier manera que sea, y si en artículo de muerte se prueban los sinceros sentimientos religiosos, es indudable que murió imitando a Cristo, esto es, encomendándose a Dios”. Aporta como prueba de lo anterior que sobre Hidalgo “todos nuestros historiadores nos refieren que marchó al patíbulo rezando el Miserere [Salmo 51], ese salmo divino, que ha henchido de contrición corazones a millares, arrancando lágrimas de arrepentimiento y arrojando almas al cielo”.[23] 

El otro artículo de Medina que es rescatado tras su deceso, es uno que su autor originalmente elige firmar con el seudónimo de Nicodemus. Quien hace la presentación del escrito, Manuel Zavaleta, menciona que Jesús Medina era “doctísimo”. El ensayo tuvo varias publicaciones en distintos órganos informativos protestantes y, finalmente, fue impreso como folleto. El nombre del material es “La Biblia sin notas”, donde Jesús Medina defiende la lectura de Las Escrituras sin las explicaciones doctrinales exigidas por la Iglesia Católica.[24]

 

Notas

[1] Autobiografía de Arcadio Morales, p. 3; y “La Escuela Dominical en México, antecedentes”, loccit., p. 122.

[2] Arcadio Morales, “Cómo Dios conjuró una crisis” en Alberto Rosales Pérez, opcit., p. 53; y Jesús Medina, “El 38º aniversario de la muerte del reformador mexicano D. Manuel Aguas”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 27/X/1910, p. 679.

[3] El Faro, 15/I/1899, p. 9; Apolonio Vázquez, opcit., p. 130 y Alberto Rosales Pérez, opcit., p. 61.

[4] Alberto Rosales Pérez, opcit., p. 52.

[5] Arcadio Morales, “Cómo Dios conjuró una crisis”, loccit., p. 54. Los nombres de los otros once que compartieron la experiencia son: Daniel Rodríguez, Elías Clemente Salazar, Enrique Bianchi, Juan Moya, Pedro Trujillo, Carlos Ruiz, Francisco F. Villegas, Hexiquio Forcada, Francisco Escobar, Hipólito Quesada y Francisco Aguilar, Ibíd., p. 53.

[6] El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/I/1893, p. 6, y Penélope Ortega Aguilar, El Abogado Cristiano Ilustrado y El Farola prensa protestante de la época ante el Porfiriato, tesis de licenciatura en historia, UNAM, 2011, p. 2. 

[7] El Abogado Cristiano, 5/I/1928, p. 3.

[8] Arcadio Morales, “La himnología evangélica de México”, loccit., p. 57.

[9] “Una palabra”, El Mensajero Cristiano, 1/I/1877, p 1.

[10] El Mensajero Cristiano, 24/III/1877, p. 4.

[11] Gustavo A. Velasco, opcit., p. 48.

[12] El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/II/1884, p. 86.

[13] El Faro, 1/I/1885, p. 8.

[14] El Tiempo, 14/X/1896, p. 3.

[15] El Faro, 15/V/1900, p. 80

[16] El Abogado Cristiano, 30/III/1911, 197.

[17] Jesús Medina, “El 38º aniversario de la muerte del reformador mexicano D. Manuel Aguas”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 27/X/1910, p. 679.

[18] Ibíd., p. 681.

[19] Ibíd.

[20] El Abogado Cristiano Ilustrado, 24/III/1904, p. 96.

[21] Jesús Medina, “Servando Teresa de Mier y Manuel Aguas”, El Abogado Cristiano Ilustrado, 28/X/1915, p. 340.

[22] Ibíd.

[23] El Abogado Cristiano, 20/IX/1917, p. 607.

[24] El Abogado Cristiano, 14/III/1918, pp. 165-166. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Conversos evangélicos y líderes antes de la llegada de los misioneros extranjeros a México (VI)