El poder corroe la misión de la iglesia (I)

Es buena la laicidad para el Estado, pero es mejor para la Iglesia cristiana.

06 DE JUNIO DE 2021 · 10:00

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Imagen de Katie Moum en Unsplash.

Es buena la laicidad para el Estado, pero es mejor para la Iglesia cristiana. Esto visto a la luz de la forma en que Jesús llevó a cabo la misión y por las lecciones de la historia. Es central volver constantemente a la teología del poder de Jesucristo y el seguimiento, o no, que de ella hicieron subsiguientes generaciones de cristiano(a)s.

En mayo la revista Sociology of Religion publicó la investigación “Paradoxes of Pluralism, Privilege, and Persecution: Explaining Christian Growth and Decline Worldwide” (Paradojas del pluralismo, el privilegio y la persecución: explicando el crecimiento y el declive cristianos en todo el mundo). Uno de los autores, Nilay Saiya, el otro fue Stuti Manchanda, expusó y explicó los hallazgos del estudio en ChristianityToday. Reconociendo que el crecimiento y su contraparte, el decrecimiento, del cristianismo es multi factorial, Saiya afirma que la variante explicativa determinante “más importante para la vitalidad del cristianismo es el grado en el que los gobiernos le dan apoyo oficial a través de sus leyes y políticas […] Según aumenta el apoyo gubernamental al cristianismo, el número de cristianos desciende significativamente”.

Nilay Saya comenta que junto con Stuti Manchanda tiene en cuenta la teoría de la secularización, tal vez la de mayor auge entre los científicos sociales para describir la disminución paulatina del dominio religioso en las países occidentales. Sin embargo, no es ella la que explica suficientemente la “descristianización” de las sociedades. En términos generales la teoría de la secularización sostiene “que la ciencia, la tecnología y la educación darían como resultado el eventual descenso de la influencia social del cristianismo”.

Adicionalmente, o como derivación de la teoría secularizadora, está la explicación de la abundancia de bienes y servicios, cuyo resultante es que “al aumentar la prosperidad se libera a las personas de tener que buscar la provisión de sus necesidades diarias en un poder superior; es decir, que existe un vínculo directo entre la abundancia y el ateísmo”. La riqueza, el poder confiar en la autosuficiencia, incide en la disminución de vínculos con la fe cristiana, pero, apunta la investigación que nos ocupa, no son los altos estándares educativos alcanzados en una sociedad ni la riqueza los que provocan la “defunción del cristianismo”.

La línea afirmativa de Saya y Manchanda sobre el crecimiento/disminución del cristianismo va por otra vía: “En nuestro análisis estadístico de una muestra global de 166 países, entre 2010 y 2020, encontramos que el determinante más importante para la vitalidad del cristianismo es el grado en el que los gobiernos le dan apoyo oficial al cristianismo a través de sus leyes y políticas”. Agregan que “las numerosas pruebas estadísticas de los datos disponibles revelan que la relación entre el privilegio del Estado hacia el cristianismo y el descenso del mismo es una relación causal, en oposición a una mera correlación”.

La tesis central es desglosada en tres paradojas. La primera consiste en la paradoja del pluralismo, la diversificación religiosa de un espacio social dado. Al contrario de lo que muchos sectores cristianos creen sobre la necesidad de que el Estado adopte políticas de protección, y hasta de privilegio sobre otras creencias, “el cristianismo es a menudo más fuerte en países donde tiene que competir con otras tradiciones de fe, cuando las reglas del juego son equitativas […] Los contextos caracterizados por el pluralismo fuerzan a los cristianos a presentar los mejores argumentos posibles para sus creencias, mientras que otras tradiciones de fe se ven forzadas a hacer lo mismo […] Nuestro estudio muestra que cuanto más crece el compromiso de un país con el pluralismo, también lo hace el número de adherentes cristianos. Siete de los diez países que muestran el más rápido crecimiento de población cristiana ofrecen poco o nada de apoyo oficial al cristianismo. Paradójicamente, al cristianismo le va mejor cuando tiene que valerse por sí mismo”.

¿Cómo se explica la anterior paradoja, que en lugar de que el pluralismo sea una amenaza sea benéfico para el cristianismo? La explicación de Saya es que “En contraste con {lo sucedido históricamente en] Europa, el cristianismo en los países asiáticos no ha estado en una posición de recibir un trato preferencial del Estado, y esto ha dado como resultado impresionantes tasas de crecimiento. En realidad, la fe cristiana se ha beneficiado al no estar atada institucionalmente al Estado, alimentado su crecimiento y vitalidad […] El cristianismo en África, al igual que en Asia, está prosperando no porque se le apoye de parte del Estado, sino debido a que no se le apoya”.

La segunda paradoja es la del privilegio. Liderazgos y colectivos evangélicos integristas se afanan por ganar posiciones políticas en las instancias del Estado, para desde ellas impulsar la cristianización de estructuras y personas mediante legislaciones acordes, dicen, a la voluntad de Dios. La intención parece buena, pero es contraproducente porque, enfatiza la investigación, “cuando los cristianos perciben una amenaza de parte de las minorías religiosas, buscan al Estado para que les dé cierta ventaja. Ese privilegio puede incluir apoyo financiero para propósitos religiosos, acceso especial a las instituciones del Estado o exenciones de regulaciones impuestas sobre grupos religiosos minoritarios. Paradójicamente, sin embargo, privilegiar de esta manera al cristianismo desde el Estado termina no siendo de ayuda a la iglesia, según nuestros datos”. Si bien es posible que “las iglesias favorecidas utilicen sus posiciones de privilegio para ejercer influencia sobre el resto de la sociedad”; es observable que tal ventaja se implementa “principalmente a través de rituales y símbolos —la religión civil— en vez de a través del fervor espiritual. Por esta razón las iglesias apoyadas por el Estado a menudo carecen de la sustancia espiritual que la gente que practica la fe encuentra valiosa, llevando a los creyentes a marcharse”, o a no unirse a una comunidad cristiana. Sobre esta paradoja el estudio cita varios casos históricos, principalmente de gobiernos europeos que históricamente apoyaron al catolicismo romano, distintas ramas del protestantismo y cristianismo ortodoxo. Por lo que “en resumen, el cristianismo en Europa ha menguado no a pesar del apoyo del Estado, sino debido a él”.

Finalmente, la tercera paradoja es la de la persecución. En concordancia con Tertuliano, padre de la Iglesia en el siglo II, para quien “la sangre de los mártires es la semilla de la iglesia”, el estudio de Saya y Manchanda “señala que los contextos de discriminación contra los cristianos no suelen tener el efecto de debilitar el cristianismo; en algunos casos, la persecución incluso fortalece a la iglesia”. Los investigadores no romantizan la persecución, ya que en algunos casos cuando es intensa y por periodos largos de tiempo “ha hecho mucho daño al cristianismo, como ocurrió en el siglo VII en el Norte de África, en el siglo XVII en Japón, en el siglo XX en Albania y actualmente en Irak. No obstante, en muchos otros contextos de discriminación y persecución (salvo por la violencia genocida) la iglesia ha desafiado las probabilidades, no solo sobreviviendo, sino en algunos casos incluso prosperando”.

El giro constantiniano hizo que el cristianismo antes perseguido, pero floreciente y que estaba construyendo un nuevo piso cultural (ver la obra de Alan Kreider, La paciencia. El sorprendente fermento del cristianismo en el Imperio romano, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2017), mutara hacia una religión favorecida a cambio de ser domesticada por el poder político que paulatinamente edificó el régimen de cristiandad. Dicho régimen mediatizó las radicales enseñanzas del Evangelio. Hoy, como en el giro constantiniano, “en todo el mundo, cientos de millones de cristianos viven en países donde experimentan un nivel de persecución muy alto. Aun así, el cristianismo continúa demostrando una extraordinaria resiliencia, al igual que la iglesia primitiva bajo la espada del césar […] El cristianismo actual crece rápidamente en ciertos países musulmanes como Irán o Afganistán, donde la fe experimenta altos niveles de persecución”. Es notable que “fuera del mundo musulmán, la experiencia de la mayor iglesia perseguida del mundo —la iglesia china— refleja lo que sucedió con la iglesia primitiva bajo la espada del césar cuando también experimentó un crecimiento exponencial […] En resumen, la tentación del privilegio político y no la amenaza de la persecución parecen ser el mayor impedimento para la fe cristiana”.

La investigación hace reflexionar sobre la misión y eclesiología que impulsan quienes, amparándose en el creciente número de población evangélica en América Latina, se movilizan insistentemente para escalar posiciones en gobiernos nacionales para desde allí “hacer política cristiana”. Las lecciones muestran que no han cristianizado la política, sino que entraron en componendas y maniobras corruptas mundanas que tanto criticaban antes de postrarse ante los encantos del poder.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - El poder corroe la misión de la iglesia (I)