El Reino de Dios, política y ciudadanía. Entrevista con César García (III)

Del modelo político de Jesús conversamos, en esta tercera parte de la entrevista, con el secretario general de la Conferencia Mundial Menonita, César García.

04 DE ABRIL DE 2021 · 19:25

Carlos García. / Mennonite World Conference,
Carlos García. / Mennonite World Conference

Jesús practicó y ha legado a sus seguidores un modelo político. Es importante conocerlo para no incurrir en la “despolitización” de su vida y ministerio.

¿Cuál es el mencionado modelo? Del tópico conversamos, en esta tercera parte de la entrevista, con el secretario general de la Conferencia Mundial Menonita, César García.

Así como él lo hizo, Jesús comisiona a mujeres y hombres que le siguen para encarnarse en la realidad de su tiempo. ¿Cuál encarnación política es la modelada por Jesús?

La política del exilio es otro término para hablar sobre el tipo de influencia social que se practica desde abajo, desde la base de la sociedad o desde los márgenes, en contraste con la influencia de un liderazgo de arriba hacia abajo, poderoso y coercitivo.

Como dije antes, la transformación social no se puede lograr imponiendo la ética de gobernantes cristianos o mediante la tiranía de la mayoría cristiana, o incluso una mayoría dominante. Esta idea surge de la forma en que Jesús desarrolló su ministerio. En palabras de John Driver: “

En el Nuevo Testamento el evangelio de salvación nos llega desde una posición de debilidad socioeconómica y política, hablando humanamente, más que desde una posición caracterizada por el poder humano”. Jesús no buscó la conversión del emperador romano. No buscó posiciones de gobierno humano como una forma de implementar el reino de Dios.

En tiempos de Jesús había proyectos políticos dominantes, también aspiraciones a regresar a “tiempos dorados” y, supuestamente, esplendorosos en la historia del pueblo judío. ¿Cuál fue la posición de Jesús al respecto?

Mientras Jesús desarrollaba su ministerio enfrentó dos paradigmas diferentes de liderazgo judío. Ambos se basan en el Antiguo Testamento: primero, el paradigma del reino de Israel (David), y segundo, el paradigma de Israel en el exilio (Daniel).

Jesús elige solo uno de estos. El paradigma del reino de Israel: el título "Hijo de David" aparece en los Evangelios menos de veinte veces. Siempre es un título dado a Jesús por otros y nunca lo usa el mismo Jesús.

Dicho título se asoció con la jerarquía y la realeza, como se entendía en el reino de Israel. Este paradigma percibía a David como un héroe, un líder nacional a imitar en su poder y en la forma violenta en que venció a sus enemigos.

Las narraciones de David lo muestran como un hombre apuesto, amado por muchas mujeres, en posesión de mucha sabiduría, un excelente estratega militar, exitoso en su profesión, un poeta y músico, un pastor, un valiente soldado y un hombre de profunda espiritualidad, a pesar de sus pecados.

Ante la visión idílica de la monarquía en Israel es importante conocer el origen de la misma. En este sentido el Señor permitió la instauración de un régimen, pero ello no implica, necesariamente, aceptación plena de cómo ejercieron el poder los reyes israelitas.

Es fundamental precisar que no todas las voces amaban ese tipo de monarquía en Israel. El Antiguo Testamento incluye textos que muestran la desaprobación de Dios hacia ese tipo de liderazgo:

Te están tratando del mismo modo que me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses. Así que hazles caso, pero adviérteles claramente de cómo el rey va a gobernarlos. Samuel comunicó entonces el mensaje del Señor a la gente que le estaba pidiendo un rey. Les explicó: —Así es cómo el rey va a gobernarlos: Les quitará a sus hijos para que se hagan cargo de los carros militares y de la caballería, y para que le abran paso al carro real. Los hará comandantes y capitanes, y los pondrá a labrar y a cosechar, y a fabricar armamentos y pertrechos. También les quitará a sus hijas para emplearlas como perfumistas, cocineras y panaderas. Se apoderará de sus mejores campos, viñedos y olivares, y se los dará a sus ministros, y a ustedes les exigirá una décima parte de sus cosechas y vendimias para entregársela a sus funcionarios y ministros. Además, les quitará sus criados y criadas, y sus mejores bueyes y asnos, de manera que trabajen para él. Les exigirá una décima parte de sus rebaños, y ustedes mismos le servirán como esclavos. Cuando llegue aquel día, clamarán por causa del rey que hayan escogido, pero el Señor no les responderá. El pueblo, sin embargo, no le hizo caso a Samuel, sino que protestó: —¡De ninguna manera! Queremos un rey que nos gobierne. Así seremos como las otras naciones, con un rey que nos gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra (1 Samuel 8:7-20).

¿Puedes comentar las implicaciones de este pasaje bíblico anti monárquico?

Las personas que no están de acuerdo con el paradigma del reino de Israel ven la monarquía humana en Israel como una desviación de la voluntad de Dios de tener a Dios mismo como el rey exclusivo de Israel. Al perseguir el deseo de ser como otras naciones, Israel pierde gradualmente su papel de comunidad alternativa a los reinos del mundo.

El establecimiento de un ejército, el desarrollo de la esclavitud y la implementación de impuestos no son parte del plan original de Dios para Israel. Incluso la idea de construir un templo surge como una estrategia política para unificar el reino, y no por iniciativa de Dios (2 Samuel 7: 5-7; 1 Crónicas 22: 7-8

Has referido el paradigma del reinado, ¿cuál es el otro paradigma que se le antepone?

El paradigma del exilio de Israel. Entre todos los diferentes títulos dados al Mesías en el Antiguo Testamento, Jesús elige usar el término "Hijo del Hombre". Ese título aparece alrededor de ochenta y cinco veces en el Nuevo Testamento, la mayoría de esas veces en boca de Jesús.

Es el título preferido que usa para sí mismo. “Hijo del Hombre” vincula a Jesús con Daniel, quien usa el término para un gobernante celestial que gobernará sobre toda la creación.

Junto con Mardoqueo (en el libro de Ester), Daniel es un líder judío que hace que el sistema imperial pagano existente sea más habitable para los judíos. Estos hombres entienden que un gobierno formado por la voluntad de Dios está reservado para el pueblo de Dios. No tienen la intención de construir un imperio mejor.

Aunque el profeta Jeremías invita a sus lectores a buscar el bienestar de la ciudad donde viven los israelitas durante el exilio (Jeremías 29: 7), eso no implica convertirse en gobernantes del imperio para forzar la transformación social.

Este paradigma deja a Israel sin nacionalismo. La identidad judía formada en este momento se basa en la ética dada en las Escrituras y compartida en las sinagogas.

Los judíos están unidos en torno a una identidad común como personas desplazadas, como personas en los márgenes del imperio. En ese contexto, Israel se convierte en una comunidad resistente pero vulnerable que sirve como una alternativa social real al imperio.

Entonces Jesús no buscaba restaurar la monarquía, sino subvertirla, modelar un reino al revés, como afirma Donald Kraybill en su libro, y tú identificas la opción de Jesús como la del paradigma del exilio.

A través de su ministerio Jesús se identifica con el sabio liderazgo de Daniel en un contexto de imperio opresivo, más que con el tipo de poder ejercido por el rey David. Jesús establece una comunidad de seguidores que —desde los márgenes de la sociedad— influirá en los demás.

La práctica de diferentes políticas resultaría lo suficientemente fuerte como para ayudar a sus seguidores a resistir las costumbres paganas y las demandas del Imperio Romano.

El paradigma político de Jesús tiene relevancia y debiera ser central para la comunidad de sus seguidores.

 Hoy, los seguidores de Jesús, no podemos identificarnos con un gobierno en particular o un imperio moderno, porque somos una comunidad transnacional.

Como embajadores del reino de Dios, podemos resistir las fuerzas de las sociedades humanas que nos empujan a los dioses paganos del nacionalismo y la lealtad a los sistemas políticos esclavizantes.

El paradigma del exilio nos ayuda a lograr un cambio social a través de movimientos pacíficos que desafían las estructuras pecaminosas. Lo hacemos desde los márgenes de la sociedad y no desde los centros del poder político.

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