La gestación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana: de Bogotá a Cochabamba, 1969-1970 (I)

Los orígenes de la Fraternidad Teológica Latinoamericana deben ser comprendidos, y analizados, a la luz del contexto histórico en que el movimiento vio la luz, y también por los frutos que ha producido.

21 DE FEBRERO DE 2021 · 21:00

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La Fraternidad Teológica Latinoamericana cumplió cinco décadas. En diciembre de 1970, en Cochabamba, Bolivia, se fundó la FTL. Las siguientes notas nada más pretenden ser estampas de un movimiento que, al pasar de los años, alcanzó difusión en y más allá de América Latina.

Los orígenes de la Fraternidad Teológica Latinoamericana deben ser comprendidos, y analizados, a la luz del contexto histórico en que el movimiento vio la luz, y también por los frutos que ha producido en continuidad con la agenda original acordada en 1970. Tal agenda se ha visto enriquecida debido a los nuevos retos que para la Fraternidad ha representado el dinámico contexto latinoamericano y la tarea de pensarlo teológicamente. Es precisamente el mencionado dinamismo el que deberá ser sopesado, y discernido desde la perspectiva bíblico/teológica, por las nuevas generaciones de la FTL.

Si en buena medida somos lo que recordamos, entonces tiene vital pertinencia recordar (traer al corazón) y rememorar (traer a la memoria) los inicios históricos de la FTL. En este ejercicio la historia no debe tenerse como un conjunto de reliquias a venerar, ni tampoco es un tópico de anticuarios y nostálgicos. Es un legado que alecciona y compromete por la entrega de los predecesores, quienes con su tenacidad abrieron sendas a sucesivas generaciones. Querámoslo o no somos productos históricos, o si la expresión suena muy mecanicista, frutos de la historia y la identidad subyacente que le acompaña.

De aquella génesis han trascendido los integrantes del grupo inicial que más producción escrita tienen: Samuel Escobar, René Padilla, Pedro Arana Emilio Antonio Núñez y Andrés Kirk. Otro personaje eligió la comunicación oral como vía preponderante para compartir con los demás sus proyectos y reflexiones teológicas para ejemplificarlas en la vida. Fue Pedro Savage, quien escribió poco, pero cuya influencia debiera rescatarse para las sucesivas progenies de la FTL. Varias generaciones de cristianos evangélicos iberoamericanos que nos esforzamos por hacer una reflexión teológica contextualizada hemos sido enriquecidos por su don de organizador y coordinador de esfuerzos colectivos. Pedro fue el motor de la primera, y fundadora, Consulta de la Fraternidad Teológica Latinoamericana.

En los primeros años de la FTL fue el incansable Pedro Savage quien impulsó, incluso presionó sin miramientos, para que los participantes en las consultas del movimiento escribiesen sus trabajos. Dicha labor le dejó casi nulo tiempo para plasmar su propia obra escrita. Esto en parte porque él era partidario de cultivar la conversación, al tiempo que tocaba cariñosamente a su contraparte. La FTL se consolidó en buena medida en el tiempo que Pedro fue secretario general (1970-1984)[1]. Recorrió toda América Latina, y no de manera figurada sino en agotadores viajes, desde el río Bravo hasta la Patagonia.

De los escasos escritos de Pedro Savage publicados en el Boletín Teológico, hay uno en el cual bosqueja las tareas próximas, que él denomina “la agenda teológica inmediata”, de la FTL, la que consiste en diez puntos: 1) Desarrollar un acercamiento hermenéutico y una postura teológica. 2) Partir de Dios, su Reino y la historia. 3) Ubicar al pobre, como un hecho sociológico o una clave hermenéutica. 4) Aclarar que el pecado no es un concepto anticuado. 5) Definir que la salvación es la liberación, ¿de qué y para qué? 6) Asentar que la nueva humanidad es en Cristo Jesús, el Nuevo Hombre. 7) Proclamar a Cristo Jesús al decir: ¿Quién dicen que soy? 8) Subrayar la naturaleza de la Iglesia como comunidad, misión y alabanza. 9) Identificar el papel de la Iglesia y el Estado. 10) Hacer hincapié en el pueblo global: la interdependencia de los seis continentes[2]. Las posteriores consultas de la FTL y los CLADE II al V se ocuparían de responder a la agenda bosquejada por Savage, pero además incorporarían nuevas inquietudes y cuestionamientos surgidos del agitado contexto de América Latina en las décadas finales del siglo XX y la primeras dos del XXI.

A finales de 1969, más adelante describo el acontecimiento, confluyeron voluntades y condiciones para explorar la creación del grupo de reflexión bíblico/teológica que sería la FTL. Antes ya se habían expresado inquietudes que mostraban necesidades sentidas sobre hacer viable un proyecto reflexivo. El 4 de marzo del año antes citado, en Buenos Aires, se reunieron “evangélicos progresistas” y dieron inicio a la Asociación Teológica Evangélica (ATE). Entre otros confluyeron René Padilla, principal promotor, José Míguez Bonino, Andrés Kirk y Plutarco Bonilla[3]. Samuel Escobar también participó en ATE[4].

Padilla inició ATE por su percepción de “un vacío en el pensamiento y liderazgo latinoamericano” en las filas evangélicas. En la primera reunión del grupo, Plutarco Bonilla señaló: “el Evangelio que comúnmente predicamos en América Latina es un Evangelio amputado. Necesitamos regresar al reconocimiento que la intención de Dios es salvar a los hombres, no a almas separadas del cuerpo”[5].

En julio del mismo año, del 13 al 19, en Buenos Aires, tuvo lugar la Conferencia Evangélica Latinoamericana III (CELA III). A la cual asistieron como observadores René Padilla (invitado por Emilio Castro) y Samuel Escobar, también participó en la reunión Orlando Costas[6]. El misionero norteamericano Pedro Wagner estuvo cubriendo el evento para la revista Christianity Today [7]. Los primeros tres, en términos generales, coincidían en la necesidad de trascender la dependencia reflexiva/teológica del evangelicalismo estadounidense, en tanto el misionero estaba más interesado en fortalecer un proyecto que contrarrestara la influencia del grupo Iglesia y Sociedad en América Latina. Dichas ópticas volverían a encontrase pocos meses después en Bogotá.  

Veinte años antes “Gonzalo Báez-Camargo y John A. Mackay estuvieron presentes en la Primera Conferencia Evangélica Latinoamericana llevada a cabo en Buenos Aires del 18 al 30 de julio de 1949, un año después que se había formado el Concilio Mundial de Iglesias”. Participaron “56 delegados oficiales y 47 visitantes, representando a 18 denominaciones, CELA I fue organizada por las entidades de cooperación interdenominacional que agrupa[ban] a la mayoría de las fuerzas evangélicas de la América Latina”[8]. 

Para Orlando Costas la CELA III “resultó ser un hito en la historia ecuménica del protestantismo latinoamericano […], reveló una nueva visión de la realidad social, de sí mismo y de la Iglesia Católica […] Había una conciencia general de la situación de subdesarrollo, de la necesidad de cambios estructurales ante la opresión y un compromiso para ponerse del lado de la libertad y la justicia”[9].

Para Samuel Escobar CELA III “no resultó tan explosiva como se esperaba y aunque reveló adecuadamente las tensiones, inquietudes y divisiones que caracterizan al protestantismo latinoamericano hoy en día, mostró también la existencia de ciertas convergencias en un sector vasto, pese a la diversidad denominacional y teológica”[10].

Medio año después de la CELA III se desarrolló el Congreso Latinoamericano de Evangelización I, hubo proximidad temporal pero no de intereses ni estrategias. Al respecto de la distancia entre ambas reuniones Plutarco Bonilla apuntó que “mientras CLADE [I] hizo caso omiso de la III CELA e intentó establecerse como conferencia rival, la III CELA también hizo claramente caso omiso de CLADE. Ambas fueron culpables de ‘el pecado metafísico’. La negación mutua de su existencia”[11]. 

Sobre los orígenes de la FTL es indispensable consultar y/o releer lo escrito por Samuel Escobar cuando el movimiento cumplió 25 años de vida[12]. En su ensayo histórico Escobar rememora lo acontecido durante el primer Congreso Latinoamericano de Evangelización, que tuvo lugar en Bogotá, Colombia, del 21 al 30 de noviembre de 1969. Entonces surgió en algunos de los asistentes la inquietud por reflexionar con mayor detenimiento sobre el futuro del protestantismo evangélico en Latinoamérica. Entre ellos estuvieron Plutarco Bonilla, Rubén Lores, Osvaldo Motessi, Orlando Costas, René Padilla, Emilio Antonio Núñez, Pedro Savage y Samuel Escobar, por mencionar algunos. 

En su ponencia Responsabilidad social de la Iglesia, Samuel Escobar representó las inquietudes de un sector que buscaba contextualizar su fe en tierras latinoamericanas[13]. Entonces se vivían momentos convulsos, que demandaban de las iglesias evangélicas tanto fidelidad a la Palabra como un testimonio encarnado en las especificidades cotidianas del Continente. René Padilla atestigua que el “discurso [de Escobar] fue recibido con una ovación de varios minutos. Su presentación fue una magistral síntesis del pensamiento social evangélico que a lo largo de la década del año sesenta había estado fraguándose en el contexto de la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos al calor de inquietudes estudiantiles relativas a la pertinencia del Evangelio a la realidad de nuestros pueblos”[14]. 

Emilio Antonio Núñez consideró que “la ponencia de Escobar en el congreso de Bogotá cae como una bomba para aquellos que no se han dado a la tarea de reflexionar sobre implicaciones sociales del Evangelio y que predican tan solo un evangelio de salvación individual”[15]. En CLADE I tuvo Sidney Rooy su “primer contacto con muchos líderes evangélicos latinoamericanos, especialmente del sector conservador (aunque no todos lo eran). Me impactó el mensaje de Samuel Escobar. Al final de su presentación el orador fue ovacionado por los congresistas, todos de pie”[16].

Es necesario detenerse en lo expuesto por Samuel Escobar, entonces tenía 35 años, y fue la voz de un grupo en busca de darle continuidad al esfuerzo de pensar la fe bíblica y contextualmente. El documento de toma de posición del que vino a ser conocido como Congreso Latinoamericano de Evangelización I muestra los puntos centrales que marcarían el ejercicio reflexivo y pastoral de quienes al año siguiente, en 1970, se darían cita en Cochabamba para forjar la Fraternidad Teológica Latinoamericana. 

El Congreso no tuvo “representación de ninguna iglesia en particular, pero logró movilizar a más de novecientos participantes y permitió que el movimiento evangélico conservador alcanzara resultados positivos”. Su lema fue “Acción en Cristo para un Continente en crisis”[17]. Tomás Gutiérrez apunta que la reunión tuvo “la dirección organizativa y el patrocinio de la Asociación Billy Graham, lo que dejó la agenda de trabajo en el país del norte”. Pese a ello otras perspectivas lograron abrirse camino.

En su exposición Samuel Escobar destacó aspectos del ser evangélico que habían sido relegados por enfoques netamente preocupados en alcanzar conversos, acercamientos que reducían la importancia de formar hombres y mujeres nuevos encarnados en un entorno social, político y cultural como el de finales de la década de los sesentas en América Latina.

En Responsabilidad social de la Iglesia, Escobar puntualizó que era un equívoco, y contrario al Evangelio, la posición de identificar “la preocupación por lo social con el liberalismo teológico, o con un enfriamiento en cuanto a la lucha evangelizadora”. El señalamiento de incurrir en liberalismo teológico por parte de quienes recordaban que la misión también debía incluir acciones por la justicia social era bandera del sector evangélico que enfatizaba como tarea principal la de “ganar almas para Cristo”. Escobar resaltó que era necesario “acabar con esta confusión lamentable”, ya que “existe suficiente base en la historia de la iglesia y en las enseñanzas de la Palabra de Dios para afirmar rotundamente que la preocupación por la dimensión social del testimonio evangélico en el mundo no es un abandono de las verdades fundamentales del evangelio, sino que es más bien llevar hasta sus últimas consecuencias las enseñanzas acerca de Dios, Jesucristo, el hombre y el mundo, que forman la base de dicho evangelio”[18].

En términos generales, argumentaba Escobar, la distancia evangélica de lo social era resultado de una herencia transmitida a nuestras iglesias por misiones “surgidas en el mundo anglosajón desde el siglo pasado, con un notable incremento luego del fin de la Primera Guerra Mundial. En algunos casos la teología o más bien la mentalidad pietista de estas misiones llevó a concebir la vida cristiana como separada del mundo”. Otro factor explicativo de la fuga del mundo fue el enfrentamiento, también surgido en el mundo evangélico anglosajón, del fundamentalismo con el llamado modernismo teológico y una de sus vertientes, el Evangelio social: “Se llegó a identificar toda preocupación por los problemas sociales y políticos como intento de introducir el evangelio social, y al final se llegó al punto en que se disculparon la falta de compasión y obediencia como actitudes de defensa de la fe”[19]. Contrastó la actitud de fuga con ejemplos de creyentes evangélicos que a lo largo del Continente tuvieron impacto social en las primeras décadas del siglo XX. Perfiló una posible alternativa ante el convulsionado entorno del Continente:

Los evangélicos latinoamericanos están mejor capacitados que nadie para juzgar con objetividad nuestro presente político si toman conciencia de las consecuencias de su fe. Sin apegarse idolátricamente ni al conservadurismo ni a cualquier revolución, puede el cristiano contribuir a determinar con claridad lo que hace falta cambiar y lo que hay que conservar. Porque América Latina debe buscar su propio camino con realismo y dignidad. También la presencia evangélica en tareas de servicio efectivo puede servir de correctivo a la verborragia y a la demagogia de la política latinoamericana[20].

La línea de pensamiento de su exposición para incomodidad, por decir lo menos, de la corriente evangélica predominante auspiciadora del Congreso, alcanzó resonancia en el documento oficial ya que Samuel Escobar fue uno de los cuatro redactores, los otros tres fueron Clyde W. Taylor, Santiago Villanueva Gudiel y Leslie Thompson[21]. 

La Declaración Evangélica de Bogotá hizo una afirmación sobre el afianzamiento del pueblo evangélico en la realidad latinoamericana. Entonces era evidente que las iglesias protestantes estaban alcanzando un buen grado de endogenización, y que el reto de sus liderazgos era trascender la idea y práctica de que el objetivo único de la evangelización estaba en el crecimiento numérico de las comunidades de fe. El sexto punto del documento manifestaba que la obra evangelizadora no debía eludir las condiciones opresivas en las que se desarrollaba la vida en Latinoamérica:

El proceso de evangelización se da en situaciones humanas concretas. Las estructuras sociales influyen sobre la iglesia y sobre los receptores del evangelio. Si se desconoce esta realidad se traiciona el evangelio y se empobrece la vida cristiana. Ha llegado la hora de que los evangélicos tomemos conciencia de nuestras responsabilidades sociales. Para cumplir con ellas, el fundamento bíblico es la doctrina evangélica y el ejemplo de Jesucristo llevado hasta sus últimas consecuencias. Ese ejemplo debe encarnarse en la crítica realidad latinoamericana de subdesarrollo, injusticia, hambre, violencia y desesperación. Los hombres no podrán construir el reino de Dios sobre la tierra, pero la acción evangélica contribuirá a crear un mundo mejor como anticipo de aquél por cuya venida oran diariamente[22].

Sin buscarlo, el misionero norteamericano Pedro Wagner contribuyó para que se unieran asistentes al Congreso identificados con la exposición de Escobar y, además, quienes en sus distintos ministerios e instituciones estaban intentando forjar una teología evangélica contextualizada y ya no dependiente de los postulados teológicos del evangelicalismo norteamericano. Wagner (misionero en Bolivia desde 1956, primero en zonas rurales y después en Cochabamba, era egresado de los seminarios Fuller y Princeton)[23]. Un libro suyo había sido recientemente publicado, Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica?, del cual se dio un ejemplar a cada inscrito en el Congreso[24]. La obra “simplificaba el cuadro eclesiástico latinoamericano, intentaba provocar una polarización más aguda entre ecuménicos y conservadores y bosquejaba una ‘posición evangélica’ en teología que resultaba vergonzosamente pobre e inadecuada por comparación […] No era un análisis teológico serio, sino un trabajo periodístico orientado por un criterio de rivalidad más que por un fundamento teológico”[25]. Entonces tenemos que Wagner, sin buscarla y menos desearla, estimuló la planificación de una reunión posterior en la que se fundaría, en diciembre de 1970, la Fraternidad Teológica Latinoamericana, y precisamente en la ciudad donde él era misionero, Cochabamba.

 

Notas

[1] Samuel Escobar, “A tribute to Peter Savage”, en Journal of Latin American Theology: Christian Reflections from the Latino South, (Estado Unidos de América), vol. 9, núm. 2, 2014, pp. 9-16. C. René Padilla considera que “Si algún día se escribiera la historia de la teología evangélica en América Latina, el nombre de Pedro Savage ocuparía un lugar prominente, no tanto por sus propios escritos (que hasta la fecha son pocos) sino por todo lo que ha hecho para estimular a otros que escriban”, “Pedo Savage: un reconocimiento”, C. René Padilla (editor), Hacia una teología evangélica latinoamericana, San José, Editorial Caribe, 1984, p. 11.

[2] Pedro Savage, “El quehacer teológico en un contexto latinoamericano”, Boletín Teológico, núm. 5, (México), enero-marzo de 1982, p. 3.

[3] David C. Kirkpatrick, A Gospel for the Poor. Global Social Christianity and the Latin American Evangelical Left, Philadelphia, University of Pennsylvania Pres, 2019, p. 58. Agradezco a Stephen Kriss el obsequio de esta obra. 

[4] Samuel Escobar, “La fundación de la FTL: breve ensayo histórico”, Boletín Teológico, núm. 59-60, (Lima), julio-diciembre de 1995, p. 18.

[5] David C. Kirkpatrick, opcit., p. 58.

[6] Ibid., p. 129.

[7] Orlando E. Costas, “Una nueva conciencia protestantes. La III CELA”, Pastoralia, núm. 2, (San José), noviembre 1978, p. 76.

[8] Daniel Salinas, Teología con alma latina. El pensamiento evangélico en el siglo XX, Lima, Ediciones Puma, 2018, p. 76. 

[9] Orlando E. Costas, “Una nueva conciencia protestantes…”, p. 52.

[10] Samuel Escobar, “Crónica de la Tercera Conferencia Evangélica Latinoamericana”, Pensamiento Cristiano, núm. 63, septiembre de 1969, p. 224.

[11] Orlando Costas, “Una nueva conciencia protestantes…”, pp. 71-72,

[12] Samuel Escobar, “La fundación de la FTL: breve ensayo histórico”, Boletín Teológico, núm. 59-60, (Lima), julio-diciembre de 1995, pp. 7-25. 

[13] El trabajo ha sido compilado en distintas publicaciones, aquí cito el incluido en Samuel Escobar, Evangelio y realidad social, Lima, Ediciones Presencia, 1985, pp. 9-42.1985.

[14] C. René Padilla, “La Fraternidad Teológica Latinoamericana y la responsabilidad social de la iglesia”, Boletín Teológico, núm. 59-60, (Lima), julio-diciembre de 1995, p. 89.

[15] Emilio Antonio Núñez, “Testigo de un nuevo amanecer”, en C. René Padilla (editor), Hacia una teología evangélica latinoamericana, San José, Editorial Caribe, 1984, p. 107. 

[16] Sidney Rooy, “Hijo de la Reforma”, en C. René Padilla (editor) Hacia una teología…, pp. 134-135.

[17] Tomás Gutiérrez Sánchez, “De Panamá a Quito: los congresos evangélicos en América Latina. Iglesia, Misión e Identidad (1916-1992)”, en Boletín Teológico, núm. 59-60, (Lima), julio-diciembre de 1995, p. 51.

[18] “Responsabilidad Social de la Iglesia”, en Evangelio y realidad social, ensayos, opcit., p. 11.

[19] Ibid., pp. 12-13.

[20] Ibid., p. 36.

[21] Clyde W. Taylor fue misionero en Perú y Colombia, director general de la estadounidense Asociación Nacional de Evangélicos, de 1963 a 1976, y simultáneamente director ejecutivo de la Evangelical Foreign Missions Association; y Randall Balmer, Encyclopedia of Evangelicalism, Waco, Baylor University Press, 2004, p. 673. Santiago Villanueva Gudiel, pastor y líder, fundador de la Alianza Evangélica de Guatemala. Leslie Thompson, nació y creció en Cuba, fundó Ministerios Logoi en 1968 y más tarde la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos (FLET).

[22] Declaración Evangélica de Bogotá, copia mimeografiada, 1969, p. 2. El documento ha sido reproducido en distintos volúmenes, entre otros Reflexiones para el cumplimiento de la misión. Congreso Latinoamericano de Evangelización (I, II, II y IV), San Salvador, Visión Mundial, 2001.

[23] C. Peter Wagner, “My Pilgrimage in Mission”, International Bulletin of Missionary Research, octubre de 1999, p. 164.

[24] Pedro Wagner, Teología latinoamericana: ¿izquierdista o evangélica? La lucha por la fe en una iglesia creciente, Miami, Editorial Vida, 1969.

[25] Samuel Escobar, “La fundación de la FTL: breve ensayo histórico”, opcit., pp. 15-16.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - La gestación de la Fraternidad Teológica Latinoamericana: de Bogotá a Cochabamba, 1969-1970 (I)