Protestantismo y formación del Estado en Oaxaca después de la revolución mexicana (3)

Los bautistas de San Jerónimo Tlacochahuaya simpatizaron con la política agraria del régimen posrevolucionario y ello fue un elemento más en la conflictividad con el tradicionalismo contrario a tal política.

24 DE OCTUBRE DE 2020 · 22:00

Samuel Juárez García, el primero a la derecha.,
Samuel Juárez García, el primero a la derecha.

La endogenización del protestantismo oaxaqueño experimentó una nueva etapa hacia fines de la segunda década del siglo XX. Tras haber surgido por trabajos internos del núcleo que se vinculó en 1871 a la Iglesia de Jesús, cuya sede estaba en la Ciudad de México, y cuando la misma no pudo continuar apoyando al grupo, misioneros nacionales de la Iglesia metodista del sur se hicieron cargo de los trabajos. En esta labor destacó Sóstenes Juárez, quien tenía casi una década de realizar obra evangélica cuando, en 1873, se unió a los metodistas.

En 1887 tomó responsabilidad del campo misionero oxaqueño la Iglesia metodista episcopal del norte, encabezando las actividades Lucius C. Smith. Los metodistas traspasaron la obra, apunta Kathleen M. McIntyre, (Protestantism and State Formation in Postrevolutionary Oaxaca, University of New Mexico Press, 2019), a la Iglesia presbiteriana como resultado de los acuerdos del Plan de Cincinnati

En el verano de 1914 ocho denominaciones protestantes con labores en el país decidieron en Ohio reorganizar territorialmente sus esfuerzos, consideraron era pertinente no duplicar actividades en una misma zona/región. Participaron en el proyecto la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (Sur), la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos de América (Norte), la Iglesia Congregacional, la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, la Iglesia Metodista Episcopal, la Iglesia de los Amigos (cuáqueros) la Iglesia de los Discípulos, y la Iglesia Presbiteriana Asociada y Reformada. Fue así que, por ejemplo, los metodistas salieron de Oaxaca y entregaron el trabajo a los metodistas del norte. Lo mismo pasó en otras partes del país, las distintas iglesias intercambiaron campos y así se reconfiguró la confesionalización protestante.

En el segundo capítulo de su libro Kathleen M. McIntyre narra cómo se solidificó la presencia de la Iglesia bautista en Oaxaca, la cual no signó el Plan de Cincinnati y, por lo tanto, se sintió en libertad de iniciar obra en un territorio que las antes mencionadas denominaciones acordaron sería para los presbiterianos. Éstos sí laboraron sobre lo realizado en las décadas anteriores y buscaron ampliar la presencia protestante entre los diversos grupos étnicos de la entidad.

Por su parte los bautistas, cuyo trabajo organizado en México databa de 1864, en Monterrey, consideraron que el camino más seguro para fructificar en Oaxaca sería mediante creyentes y liderazgos locales. Los esfuerzos rindieron mayores frutos cuando a partir de 1920 el converso zapoteco, Samuel Juárez García, dio comienzo a la misión bautista en su pueblo natal San Jerónimo Tlacochahuaya. Samuel entonces tenía 25 años.

El poblado, localizado veintiún kilómetros al este de la Ciudad de Oaxaca,  celebraba a su santo patrono, San Jerónimo, el 30 de septiembre con procesiones y concurrida fiesta. Menciono que Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo y griego al latín a fines del siglo IV. Entre los materiales evangelísticos distribuidos por Samuel Juárez García no estaba la Vulgata Latina de San Jerónimo, sino la traducción realizada al español por un ex monje jerónimo del siglo XVI: Casiodoro de Reina, converso al protestantismo, causa por la que huyo de España a finales del verano de 1557 y en 1569 publicó su traducción en Basilea. Una nueva edición de la Biblia traducida por Reina la hizo, Cipriano de Valera, también ex monje jerónimo, en 1602. La Biblia conocida como Reina-Valera tuvo en distintos años varias adecuaciones de términos e históricamente ha sido la más usada por las comunidades protestantes de habla española. Esta Biblia fue la difundida por Juárez García en Tlacochahuaya.

El misionero zapoteco informaba en el otoño de 1921 al organismo que le apoyaba, la Convención Nacional Bautista de México (CNBM), que ya tenía un grupo de 50 conversos, quienes se reunían en su casa para enseñanza bíblica. Él instó a que la CNBM pudiese recaudar fondos para la construcción del templo y así fortalecer a la célula bautista en Tlacochahuaya. El requerimiento encontró receptividad en un sector de la CNBM que decidió movilizarse para hacer realidad la propuesta de Juárez García.

Protestantismo y formación del Estado en Oaxaca después de la revolución mexicana (3)

El Atalaya Bautista, 29 de julio 1926
 

La autora hace notar que las mujeres evangélicas en distintas denominaciones han sido claves para la extensión de la obra, aunque casi de manera generalizada el liderazgo lo tienen los varones. En el caso oaxaqueño la Unión Nacional Femenil Bautista (UNFB) tenía “más de veinticinco capítulos, mayormente distribuidos en el norte y centro de México”. La Unión se interesó particularmente en las acciones de Samuel Juárez García entre los zapotecos e inició campañas de levantamiento de fondos para la construcción de la capilla en Tlacochahuaya. La construcción fue pagada por la UNFB y se inauguró el 30 de mayo de 1926. El hecho tuvo difusión en El Atalaya Bautista, donde la fotografía de la fachada del templo apareció en la portada.

La obra bautista en Tlacochahuaya se consolidaba en un contexto nacional y regional en el que el régimen posrevolucionario mantenía disputas con la jerarquía católica romana. Kathleen M. McIntyre refiere lo que podemos llamar la batalla por las conciencias e ilustra que en 1926, año de la inauguración del templo bautista en Tlacochahuaya es el del inicio de la conocida como Guerra Cristera, el cruento enfrentamiento entre fuerzas federales y cristeros que se levantaron en armas por la defensa de la Iglesia católica que consideraban era perseguida por el gobierno nacional. Por su parte los evangélicos resultaron mucho menos perjudicados por las leyes anti clericales y que reservaban la dirección de los servicios religiosos a los nacionales. Los misioneros extranjeros se vieron presionados para entregar/delegar las responsabilidades clericales evangélicas en manos de mexicanos.

Samuel Juárez García y la comunidad bautista en Tlacochahuaya debieron enfrentar oposición a su enraizamiento en el poblado por parte de párrocos católicos y la población tradicionalista que percibía a los “extraños” amenazantes de la unidad cívico/política/religiosa que descansaba en la identificación de los usos y costumbres como nucleante de la identidad indígena. Al ya no querer participar ni cooperar en fiestas y otras actividades estrechamente vinculadas a la religiosidad tradicional, los bautistas eran señalados de atentar contra la unidad comunitaria. El señalamiento ha sido una constante en otras partes de México con características similares a las vividas por los bautistas de Tlacochahuaya. En poblaciones donde existe la simbiosis tradicionalismo religioso con organización cívico/comunitaria, cuestionar la identidad religiosa tradicional y elegir una identidad alternativa necesariamente significa disentir del sistema organizativo social dominante. Esta cuestión es analizada por Kathleen M. McIntyre y da cabida a los puntos de vista de tradicionalistas y quienes comenzaron a construir otra identidad indígena articulada a su nueva fe elegida.

Los bautistas de San Jerónimo Tlacochahuaya simpatizaron con la política agraria del régimen posrevolucionario y ello fue un elemento más en la conflictividad con el tradicionalismo contrario a tal política. En el volumen que comentamos se destaca que el grupo de Samuel Juárez García se identificó con el reparto agrario del presidente Lázaro Cárdenas (quien inició su sexenio en 1934), mientras los católicos de San Jerónimo se opusieron a la medida porque la consideraban de corte socialista.

En los primeros días de octubre de 1935 el pastor Samuel Juárez García y otros cinco evangélicos fueron asesinados en casa del primero por católicos tradicionalistas. Para la pequeña comunidad bautista las muertes estaban ligadas a su confesión religiosa disidente de la dominante en Tlacochahuaya. En tanto para sus adversarios los crímenes estuvieron relacionados con la militancia agrarista de los bautistas. Las dificultades para los bautistas iniciaron previamente a su apoyo al agrarismo cardenista, casi década y media antes que tuviera lugar el proyecto de distribución de tierras impulsado por el presidente Lázaro Cárdenas. La diferenciación religiosa de Juárez García fue el detónate de la conflictividad desatada en su contra a partir de que inicio labores para organizar el núcleo bautista en Tlacochahuaya, y su agrarismo le ganó más animadversión entre los tradicionalistas.

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