Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (9)

04 DE JULIO DE 2020 · 23:00

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A Samuel Escobar, C. René Padilla, Pedro Arana 

y Pedro Savage (in memoriam), con profundo agradecimiento.

 

En 1974 René Padilla criticó sin ambages los postulados de Iglecrecimiento. Lo hizo en su exposición ante los asistentes al Congreso Internacional de Evangelización Mundial, en Lausana, Suiza. La reunión tuvo “2,500 participantes y unos 1,000 observadores de 250 países y 135 denominaciones protestantes, resultó ser un paso definitivo en la afirmación de que la responsabilidad social y política es un aspecto esencial de la misión de la Iglesia”.[1]

Tanto Samuel Escobar como René Padilla fueron invitados para hacer presentaciones en el foro mundial que después fue llamado Lausana I. El trabajo escrito de Padilla, titulado “El Evangelio y la evangelización” circuló previamente al evento en inglés, español francés, alemán e indonesio.[2] La idea de los organizadores era que los asistentes a la reunión conocieran de antemano el contenido de la ponencia, hiciesen llegar comentarios al ponente y éste diera respuesta de los interrogantes en el Congreso. 

El trabajo preparatorio de Padilla exponía que el Evangelio y la evangelización debían ser comprendidos en toda la riqueza contenida en el Nuevo Testamento. Era necesario regresar a las raíces y hacer de lado la idea, y práctica, que el Evangelio es meramente un mensaje de salvación espiritual. En contraste con tal reduccionismo, el teólogo ecuatoriano/argentino remarcaba que aceptar a Cristo, como se dice en la jerga evangélica, no es, necesariamente, un signo de compromiso ético con las enseñanzas de quien se hizo carne para reconciliar a los seres humanos con Dios y conformar una nueva humanidad en la cual el reinado de Jesús era visibilizado mediante la conducta personal/comunitaria de los creyentes. En consecuencia, enfatizaba René Padilla:

El mensaje del Evangelio, desde el comienzo de su proclamación por parte de Jesús, involucra un llamado al arrepentimiento (Mt. 4:17). El arrepentimiento es mucho más que un asunto privado del individuo con Dios; es la reorientación total de la vida en el mundo –en medio de los seres humanos– en respuesta a la acción de Dios en Cristo Jesús. Cuando la evangelización no toma en serio el arrepentimiento, es que no toma en serio al mundo, y cuando no toma en serio al mundo tampoco toma en serio a Dios. El Evangelio no es un llamado al quietismo social. No está para sacar al ser humano del mundo, sino para insertarlo en él, ya no como esclavo sino como hijo de Dios y miembro del cuerpo de Cristo.

Si Jesucristo es el Señor, las personas deben ser confrontadas con su autoridad sobre la totalidad de la vida. La evangelización no es, no puede ser, la mera oferta de beneficios logrados por Jesucristo. La obra de Cristo es inseparable de su persona: el Jesús que murió por nuestros pecados es el Señor de todo el universo, y el anuncio del perdón en su nombre es inseparable del llamado al arrepentimiento, el llamado a volverse “de los señores de este siglo” al Señor de la gloria. Pero “nadie puede decir: ‘Jesús es el Señor’ sino por el Espíritu Santo (1 Co. 12:3).[3]

En Lausana el ponente se ocupó de responder las preguntas que los lectores de la versión escrita le hicieron llegar previamente. Los planteamientos de René levantaron fuertes cuestionamientos de quienes consideraban que la evangelización era exitosa en la medida de las conversiones o profesiones de fe obtenidas mediante distintos esfuerzos evangelísticos. Padilla inició afirmando que no estaba contra el crecimiento de las comunidades de fe, pero, advertía, el crecimiento debe sujetarse al ethos del Evangelio y no al empleo de métodos y estrategias que inducen a “una experiencia subjetiva de la salvación futura del alma”.

René Padilla reiteró lo que había escrito y causó escozor en el establishment misionero estadunidense más identificado con el American Way of Life y su expansionismo cultural. Para el ponente asimilar o diluir la fuerza del Evangelio al ceñirlo a la cultura gerencial norteamericana era una señal clara de amoldamiento al mundo y sus valores, cuando lo conducente era seguir el modelo de Jesús y transformar el status quo. En el Congreso estaban los promotores de Iglecrecimiento y las palabras que siguen debieron incomodarles, ya que diseccionaron el corazón de las premisas que tanto divulgaban como sinónimo de una evangelización bíblica:

Cuando la Iglesia se ajusta al molde del mundo pierde la capacidad de ver y, aún más, de denunciar los males sociales de su medio ambiente. Como la persona que por deficiencia visual puede distinguir ciertos colores pero no otros, la iglesia mundana reconoce los vicios personales tradicionalmente condenados en sus filas, pero no puede ver los aspectos negativos de su propia cultura.[4]

Tras hacer visible el daltonismo de la escuela misionera que propugnaba apropiarse de conductas sociales analizadas y justificadas por la sociología funcionalista, es decir, hacer normativas valoraciones y tendencias conductuales notoriamente contrarias al paradigma del Evangelio en lo tocante a la interculturalidad de la Iglesia, Padilla nítidamente señaló:

A mi parecer, esta es la única explicación de cómo es posible que el cristianismo-cultura en mención haya hecho de la segregación racial y la distinción de clases parte de su estrategia para la evangelización mundial. La idea es que “a los hombres les gusta ser cristianos sin tener que cruzar barreras” de raza o clase; debemos entonces plantar iglesias segregadas que indudablemente crecerán más rápidamente. Se nos dice que el prejuicio racial “puede entenderse y utilizarse en la cristianización” No hay gimnasia exegética que logre cuadrar esta línea de pensamiento con la enseñanza explícita del Nuevo Testamento en cuanto a la unidad de los seres humanos en el Cuerpo de Cristo: […] “Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo” (Gá. 3:28). ¿Cómo puede una iglesia que por causa de la expansión numérica, deliberadamente opta por la segregación, hablar a un mundo fragmentado?[5]

Entre los comentarios escrito que le hicieron llegar a René Padilla por la versión de su trabajo que circuló antes del Congreso, hubo coincidencia con sus planteamientos y también abierto desacuerdo porque llamó conversiones espurias a las obtenidas por el abaratamiento del Evangelio, acomodándolo al gusto de los consumidores ya que “un evangelio truncado tiene como resultado iglesias que son una negación del Evangelio, al hablar de la expansión numérica de la iglesia no está fuera de foco preguntar qué clase de iglesia es la que se multiplica: puede ser que tal multiplicación no sea más que una multiplicación de la apostasía”.

La vigorosa exposición de René Padilla tuvo distintas recepciones. Para el sector tradicional del evangelicalismo empeñado en sembrar iglesias y multiplicar conversos, sin mayor preocupación por la contextualización del Evangelio y el discipulado de los nuevos creyentes, fue una pieza incendiaria que no debía contaminar las tareas de aplicar la tecnología en la empresa misionera. Para otro sector de los congresistas, Padilla se hizo eco de inquietudes existentes y les dio forma expresiva en un foro global. Esta ala del nuevo evangelicalismo concebía la misión como transformación de personas mediante el seguimiento de Cristo, al igual que hacía énfasis en la encarnación de las comunidades de creyentes para, también, involucrarse en la renovación de estructuras económicas y sociales opresivas. 

La ponencia de René Padilla en Lausana I, así como la de Samuel Escobar[6], fueron definitorias para que se abriera paso un cambio de paradigma en el mundo evangélico.[7] El cambio consistió en recuperar, restituir, como parte indisoluble de la misión cristiana la evangelización al estilo de Jesús y el involucramiento en construir entornos sociales justos y dignos para los seres humanos.

Notas

[1] C. René Padilla, “De Lausana I a Lausana III. La Fraternidad Teológica Latinoamericana y la misión integral”, Misión Integral: ensayos sobre el Reino de Dios y la Iglesia, tercera edición, Ediciones Kairos, Buenos Aires, 2014, p. 15.

[2] El texto de la ponencia en C. René Padilla, Misión integral, pp. 57-85. 

[3] Ibíd., p. 80.

[4] Ibíd., p. 91. 

[5] Ibíd., pp. 91-92.

[6] Samuel Escobar, “La evangelización y la búsqueda humana de libertad, justicia y realización”, Evangelio y responsabilidad social, ensayos, Ediciones Presencia, Lima, 1985, pp. 77-112.

[7] Ramez Atallah, “A Tribute to René Padilla and Samuel Escobar”, Journal of Latin American Theology: Christian Reflections from the Latino South, núm. 2 de 2010, p. 18.

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