Sobre el ministerio de sembrar libros: Samuel Vila y Clie

Vila fundó Clie con el fin de dotar, inicialmente, a los creyentes españoles de literatura para educarse y ahondar en la fe evangélica.

15 DE MARZO DE 2020 · 12:30

Aarón Cortés, Eliseo Vila, A. Cortés Herrera y Carlos Martínez García durante el homenaje en la librería Papiro 52.,
Aarón Cortés, Eliseo Vila, A. Cortés Herrera y Carlos Martínez García durante el homenaje en la librería Papiro 52.

Escribir libros conlleva algo de sufrimiento. Y que halla quién tome en sus manos lo escrito para publicarlo debiera revertirse en agradecimiento al editor por parte del escritor y los lectores. Cuidar el proceso editorial que transforma un conjunto de hojas redactadas, antes a mano, después a máquina y desde hace algunos años en ordenador/computadora, para darle formato de libro con el fin de entregarlo a la imprenta y posteriormente iniciar la distribución es tarea imbuída de convicción y esperanza.

El miércoles 11 de marzo tuvo lugar en la Librería Papiro 52, Ciudad de México, un acto conmovedor y edificante. Gracias a la iniciativa del director del mencionado lugar, Aarón Cortés Herrera, se llevó al cabo un reconocimiento a don Samuel Vila y la editorial fundada por él, CLIE (Comité de Literatura para las Iglesias Evangélicas). Ante casi un centenar de asistentes participamos en la conversación acerca del personaje y la casa publicadora, Aarón Cortés Herrera (coordinando la actividad), Eliseo Vila (compartió sobre su padre, don Samuel y la continuación del ministerio de CLIE), Aarón Cortés Hernández (director nacional de la Iglesia Cristiana Interdenominacional, quien charló acerca de los primeros libros de CLIE que leyó en su infancia y juventud), y el redactor de estas líneas mencionó la importancia de los sembradores de libros en algunos momentos de la historia del cristianismo.

El formato códice, consistente en hojas de papiro o pergamino atadas por un lado y con cubiertas de madera o piel, comenzó a usarse cada vez más en el primer siglo de nuestra era. Si bien es cierto que anteriormente ya se conocía el formato aludido, fueron los cristianos quienes impulsaron el libro tipo códice porque representaba ventajas ante el rollo. Del códice podían usarse sus dos caras para escribir en él, además era más facil transportarlo y localizar determinado contenido para leerlo en voz alta en las comunidades reunidas en casas o al aire libre. El códice resultó más económico que los rollos y paulatinamente se impuso como formato favorito entre los lectores individuales y los grupos que escuchaban la decodificación que hacían en voz alta quienes sabían leer, entre 5 y máximo diiez por ciento de la población. Los cristianos no inventaron el formato códice, pero fueron sus máximos usuarios para transmitir materiales doctrinales, educativos y apologéticos.

Clie y Samuel Vila enfrentaron a la neo Inquisición española que quiso mantener la pureza católica durante el franquismo.

En las centurias posteriores a la Iglesia primitiva y hasta la invención de la imprenta de tipos móviles realizada por Joannes Gutenberg (inició en 1452 el proceso de impresión de la Biblia en la versión de la Vulgata Latina y produjo 180 ejemplares), los volúmenes escritos eran copiados uno a uno por especialistas que prestaban su habilidad a los autores. Producir las copias era una labor que llevaba mucho tiempo y considerables recursos. Los editores antiguos, copistas que reproducían lo escrito por otros y así diseminaron ideas, eran consumados artistas, cuya labor ha quedado en el anonimato. Hicieron luz a las obras de otros, en tanto ellos han quedado en algún rincón oscuro de la historia.

En el siglo XVI, con la Reforma protestante, los autores usaron intensamente los libros para difundir sus creencias. La imprenta de tipos móviles ya estaba bien asentada y sirvió para producir, por primera vez en la historia, millares de copias de un solo volumen. Lutero consideró a la imprenta como un “regalo divino […] el más grande, el último don de Dios”. Más de la tercera parte de los libros comercializados en Alemania entre 1518 y 1525 fueron escritos por Lutero. El opúsculo Sobre las indulgencias y la gracia (1518), en el que defendió las 95 tesis de las críticas de sus adversarios, tuvo 22 reimpresiones en dos años. Fue tal la demanda del Discurso a la nobleza de la nación alemana (1520) que los ejemplares se agotaron en una semana. Otro escrito de 1520, La libertad del cristiano, alcanzó 18 ediciones en cinco años. Los anteriores y otros datos los consigna Teófanes Egido en la introducción a Lutero, obras (Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977). 

Mario Miegge, sostiene, con justa razón, que el movimiento de Lutero al recurrir a la imprenta para difundir masivamente sus escritos y hacer uso de las lenguas vernáculas al traducir la Biblia logró que la reforma religiosa se convirtiera en una revolución cultural (Martín Lutero: La Reforma protestante y el nacimiento de las sociedades modernas, CLIE, 2106). En dicha revolución tuvieron rol fundamental los editores e impresores que hicieron posible la circulación de los planteamientos no solo de Lutero, sino de reformadores de distintas tendencias teológicas dentro del movimiento de Reforma o renovación/restitución del cristianismo.

En España los libros hicieron significativo aporte para que se vislumbrara otro horizonte distinto al de la religión dominante. En 1529 Juan de Valdés publicó Diálogo de doctrina cristiana en el cual incluyó el Sermón del Monte (Mateo 5-7), traducido del griego al castellano. Francisco de Enzinas tradujo del griego al castellano el Nuevo Testamento, que publicó en 1543. Juan Pérez de Pineda hizo una revisión del Nuevo Testamento de Enzinas y lo imprimió en 1556. Tanto Enzinas como Pérez de Pineda debieron efectuar sus labores fuera de España. Lo mismo que Casiodoro de Reina, quien trabajó incansablemente en la traducción de la Biblia y, finalmente, logró que se publicara en Basilea, en 1569.

Enzinas, Pineda y Reina también escribieron obras para denunciar a la Inquisición y sus cruentas acciones represivas contra los españoles protestantes. La silenciosa labor de los editores puso en circulación las obras de ellos y otros que debieron huir de España por la represión que desataron las fuerzas inquisitoriales. En el caso de Pérez de Pineda él editó en Ginebra distintos libros, además del Nuevo Testamento, con el fin de introducirlos clandestinamente en España. Un colaborador suyo, Julián Hernández (Julianillo) incursionó en territorio ibérico con los libros prohibidos en julio de 1557. Agentes de la Inquisición supieron de Julianillo y sus libros heréticos, lo apresaron en octubre y estuvo encarcelado tres años. Finalmente lo llevaron a la hoguera en el Auto de Fe que tuvo lugar en Sevilla, el 22 de diciembre de 1560 (más información aquí).

A mediados del siglo XIX Luis Usoz y Río inició la publicación de libros que rescató en distintos lugares y circunstancia. Se trataba de obras del siglo XVI escritas por protestantes españoles exiliados en diversos lugares de Europa porque en su nación de origen no podían vivir públicamente la fe que descubrieron leyendo la Biblia. Usoz contó para la titánica empresa con la colaboración del inglés Benjamin B. Wiffen. Ambos lograron publicar veinte volúmenes de la valiosísima colección Reformadores Antiguos Españoles.

Samuel Vila, además de prolífico autor, fundó la Editorial CLIE con el fin de dotar, inicialmente, a los creyentes españoles de literatura para educarse y ahondar en la fe evangélica. Su proyecto fructificó y la siembra de libros llegó a Latinoamérica y las comunidades evangélicas de habla castellana en Estados Unidos. En mi caso, durante la adolescencia junto con un grupo de amigos, descubrí los libros de CLIE y varios títulos me fueron de ayuda para comprender la nueva fe adquirida. Uno de esos títulos, escrito por don Samuel Vila, El cristianismo evangélico a través de los siglos, significó iluminar mi precario conocimiento de la marcha histórica del cristianismo. El libro disolvió un mito: que a la Iglesia primitiva le siguieron quince siglos de oscuridad hasta que nuevamente se hizo la luz con el movimiento de Reforma protestante en el siglo XVI. Con los años he estudiado otros libros académicos sobre el tema, pero guardo especial cariño a la obra de don Samuel.

Editorial CLIE y don Samuel enfrentaron a la neo Inquisición española que quiso mantener la pureza católica romana de España durante el franquismo. Sobre el tema es aleccionador el libro de David Muniesa, Samuel Vila: una fe contra un Imperio, Editorial CLIE, 1979. Eliseo Vila ha continuado el esforzado ministerio editorial de don Samuel. La estirpe Vila ha sumado una generación más al oficio editorial: Ana, nieta de don Samuel e hija de Eliseo. Proveer libros a la creciente población evangélica iberoamericana, sembrarlos aquí y allá, con la esperanza de que lleven mucho fruto es ministerio esencial cuando lo que predomina es la superficialidad en el conocimiento de las creencias bíblico teológicas identitarias del cristianismo evangélico. 

Algo de lo anterior expuse, y un poco más, en la gratísima velada auspiciada por Papiro 52. Además de los Vila, recordé a otros editores españoles protestantes, como José Grau (Ediciones Evangélicas Europeas) y Emilio Monjo (Centro de Investigación y Memoria del Protestantismo Español), que se han esforzado en editar libros para reforzar la memoria de quiénes somos y la misión que nos corresponde encarnar en nuestros tiempos. Fueron palabras de un lector agradecido.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Sobre el ministerio de sembrar libros: Samuel Vila y Clie