Núcleos luteranos en el centro histórico de la Ciudad de México, 1861-1863

Las células referidas en la obra puede considerárselas luteranas, porque guardaban algunos vínculos doctrinales con el movimiento de la Reforma Protestante.

25 DE NOVIEMBRE DE 2017 · 22:39

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Hay varios ángulos desde los cuales contar la historia del enraizamiento del protestantismo en México. Suele hacerse a través de los personajes pioneros en la obra. También es posible abordar el tema a partir de cómo fueron percibidos, y atacados, los primeros protestantes por las autoridades eclesiásticas católicas romanas y publicaciones oficiales y oficiosas. Otro acercamiento es intentar analizar el entorno social y cultural en el que se fue asentando la propuesta religiosa evangélica en un contexto históricamente monopolizado por la Iglesia Católica Romana. 

De alguna manera he intentado contar algunas historias de cómo se fue forjando el protestantismo mexicano en el siglo XIX a partir de alguno de los enfoques antes mencionados. Mis intentos han quedado registrados en artículos y libros publicados en los últimos años. Con la información recabada percibí que era posible explorar una nueva mirada al tópico de la vida y desarrollo de las células evangélicas en la capital mexicana, consistente en intentar localizar y describir los  lugares donde se reunieron y cómo desde ellos fueron diseminando sus creencias identitarias.

Hace tres semanas comenzó a circular mi libro Núcleos luteranos en el Centro Histórico de la Ciudad de México, 1861-1873, resaltando lo de luteranos en el título por lo que más adelante mencionaré. La obra dice en su dedicatoria: “A Óscar Jaime Domínguez y Manolo Zazueta, amigos y hermanos como los de Proverbios 17:17”, como una sencilla manera de reconocerles su apoyo y acompañamiento en mi oficio de investigar y escribir. Que dedique tiempo a leer y teclear ha sido posible por la solidaridad de muchos amigos y amigas, quienes de diversas formas me alientan y hacen posible mi personal, pero nunca solitaria, labor de escritura. Ellos y ellas han entretejido una red de protección, en cuya confección mi familia ha sido generosa y paciente por muchos años.

La obra narra cómo antes de la llegada denominacional organizada de los misioneros protestantes extranjeros (finales de 1872) se fue gestando en la ciudad de México un protestantismo endógeno. Este tuvo lugares donde se efectuaban sus reuniones, tanto en templos expropiados a la Iglesia Católica Romana por los gobiernos que encabezó Benito Juárez, como en salones rentados y en domicilios particulares. El volumen es un intento de ubicar algunos de esos lugares, los cuales deberían ser rescatados del olvido por parte de los herederos confesionales de la generación precursora del protestantismo en la capital mexicana. Está pendiente gestionar la colocación de una placa en cada uno de esos lugares que hoy tienen otros usos, para que se preserve la memoria de quienes se organizaron y transformaron espacios en lugares de reuniones para difundir el cristianismo evangélico en la antigua México-Tenochtitlan. 

Ninguno de los núcleos descritos en el libro fue estrictamente luterano. Es decir, ni los iniciaron misioneros luteranos y tampoco tuvieron ligas con iglesias luteranas europeas o norteamericanas. Quienes les llamaron luteranos fueron sus críticos católicos romanos, los cuales vieron amenazada la identidad y unidad nacional en el surgimiento de comunidades protestantes/evangélicas a las que genéricamente se referían como luteranas. Es en este sentido que las células referidas en la obra puede considerárselas luteranas, porque guardaban algunos vínculos doctrinales con el movimiento de la Reforma Protestante iniciado por Martín Lutero, cuyo centro de identidad puede resumirse así: Sola scriptura, Sola fide, Sola gratia, Solo Christo, Soli Deo gloria

Hubo más lugares de reuniones que los referidos en la obra. En otros trabajos he contado la historia de, por ejemplo, el templo de la Iglesia Metodista la Santísima Trinidad, en la calle de Gante número 5 y abierto al culto público el 25 de diciembre de 1873, que continúa hasta el día de hoy. Un capítulo de mi libro Albores del protestantismo mexicano en el siglo XIX se ocupa de narrar cómo fue que una parte del enorme conjunto que comprendía el Convento de San Francisco, cuyos orígenes son del siglo XVI, se transformó en foco de irradiación del metodismo en el corazón de la capital mexicana.

Estoy consciente que hace falta un estudio globalizador, en el cual se incluyan todos los espacios que fueron usados en el Centro Histórico de la Ciudad de México por los protestantes del siglo XIX como centros de culto, educativos y de venta de materiales para difundir sus creencias. Las páginas de mi libro son apenas una pequeña contribución a la tarea mencionada.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Núcleos luteranos en el centro histórico de la Ciudad de México, 1861-1863