Sóstenes Juárez y los principios del protestantismo en México (III)

A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares del país.

11 DE ABRIL DE 2015 · 21:45

Iglesia Metodista Episcopal del Sur, México.,
Iglesia Metodista Episcopal del Sur, México.

Al vincularse con los trabajos misioneros exógenos, Sóstenes Juárez tenía casi una década de haber iniciado su compromiso con la creación de núcleos cristianos de perfil protestante/evangélico. A principios de 1873 el obispo John C. Keener, de la Iglesia metodista episcopal del sur, conoció a Juárez y le invitó a conjuntar esfuerzos en la ciudad de México. No era el primer contacto de Juárez con personajes extranjeros llegados al país con el objetivo de difundir el protestantismo.

Durante algunos meses, quizá poco más de un año, Sóstenes Juárez tuvo el apoyo del misionero Henry C. Riley. De enero a octubre de 1869, Riley contribuyó con el grupo que lideraba Sóstenes Juárez en San José el Real 21. Como se ha visto, el mismo mudó su domicilio al callejón de Betlemitas en octubre y la participación de Riley tuvo continuidad pero en menor grado, ya que el misionero decidió dedicar mayor esfuerzo a la tarea de hacer preparativos para publicar un periódico y abrir un lugar para las reuniones de la Iglesia de Jesús.

Hacia finales de 1872 Sóstenes Juárez seguía ministrando en el núcleo evangélico que se reunía en el callejón de Betlemitas. También allí desarrollaba su labor pastoral Arcadio Morales. En enero del año siguiente llegó a la capital mexicana John C. Keener, para iniciar obra de la denominación en la que era obispo.

Keener nació el 7 de febrero de 1819 en Baltimore, Maryland. Estudio en la Universidad Wesleyana de Texas. Su elección como obispo tuvo lugar en la Conferencia General de Memphis en 1870.1 En los días finales de 1872, el obispo Keener hizo el viaje de Nueva Orleáns a Veracruz en el “buque Tabasco”.2 Llegó al puerto mexicano el primero de enero de 1873 y a la ciudad de México el día 6 del mismo mes. Sobre la urbe a la que arribaba escribió: “El estilo de la arquitectura y la solidez de los edificios de la capital de México me asombraron. Al ir en coche de la estación [de ferrocarril] al hotel Iturbide [hoy Centro Cultural Banamex, en la calle Francisco I. Madero, Centro Histórico], me parecía una visión oriental, esa ciudad edificada en el interior del país, me traía a la memoria la ciudad de Florencia y la arquitectura de Miguel Ángel”.3

Antes que Keener había llegado el obispo Gilbert Haven, de la Iglesia metodista episcopal, quien desembarcó en Veracruz el 28 de diciembre de 1872 y para el 4 de enero del año siguiente estaba instalado en la capital mexicana, en el Hotel Gillow.4 Haven permaneció en el país tres meses, tras los cuales regresó a los Estados Unidos. Mes y medio después que John C. Keener, el 23 de febrero, arribó a la capital del país el obispó William Butler, quien al igual que Haven pertenecía a la Iglesia metodista episcopal.

En el buque Tabasco, Keener conoció a George W. Clarke, editor del semanario en inglés The Two Republics, que publicaba en la capital del país y cuyas oficinas estaban ubicadas en el número 5 de la primera calle de Plateros.5 Clarke puso en contacto a Keener con Christian Amadeus Breme (o Boheme), quien a su vez le presentó a Sóstenes Juárez. En el artículo anterior referí cómo y en qué circunstancias iniciaron amistad Breme y Juárez.

Durante su primera visita el obispo John C. Keener dedicó sus esfuerzos a establecer un lugar para las actividades de la Iglesia metodista episcopal del sur entre la población mexicana. También apoyó a las congregaciones de habla inglesa existentes en la capital. Keener predicó en la recien organizada Iglesia anglo-sajona de México, cuyo pastor electo era el reverendo William H. Cooper, y que se reunía en el “salon de San Juan de Letrán”.6 El salón citado era el del número 12, primera sede de la Iglesia de Jesús, que abrió cultos en ese lugar a fines de marzo de 1870.7 También Keener encabezó un servicio unido de oración de los distintos grupos protestantes de habla inglesa que fue convocado para efectuarse el 2 de febrero en el “salón de la calle San José el Real, cerca de Cinco de Mayo”.8

Por las modificaciones viales que tuvo la ciudad de México a finales de la década de los años sesenta del siglo XIX, el número 21 de San José el Real que había estado junto al templo de la Profesa para 1873 se ubicaba cruzando Cinco de Mayo, en contra esquina del Hotel Gillow, que fue inaugurado el 16 de junio de 1872.9 En 1873, cuando el obispo Keener acudió al 21 de la calle mencionada, es probable que lo haya hecho al sitio marcado en un plano comercial de la ciudad de México del año 1883 como Librería e Imprenta J. F. Jens (y por lo menos a partir de 1888 Hotel Colón10), y no al número 21 de San José El Real donde estuvo el grupo de Sóstenes Juárez de 1864 a 1869.

El obispo Keener no hablaba adecuadamente español y para comunicarse fue importante la ayuda de Sóstenes Juárez, quien dominaba el francés y posiblemente comprendía algo de inglés. John C. Keener muy pronto tuvo buenos resultados en su búsqueda de comprar una propiedad que fuera destinada a las actividades eclesiásticas metodistas del sur. El 27 de febrero de 1873 informaba los detalles de la operación:

Ayer pagué en efectivo y firmé los documentos para comprar la capilla [de San Andrés], con lo que ésta se constituye en el primer baluarte de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en el corazón de México. Tiene toda la apariencia de un Gibraltar cubierto de ceniza; acanterado y gótico que puede convertirse en un santuario para los tiempos de prueba […] Está situado en una esquina en la sección soleada de la calle […] Su costo real es lo doble de lo que pagué por la capilla y el lote adyacente juntos […] El terreno tiene paredes por los cuatro lados. Tan altos como la capilla, de modo que con una inversión mínima se techa, se pone piso y se anexa al santuario. La superficie total es de 55 por 66 varas [46 por 55 metros]. Desde que fue confiscada la propiedad ha estado a pueba. Su belleza se opacó un tanto, aunque conserva el mérito arquitectónico […] Ahora tendrá que repararse, se pintarán las paredes, se le pondrá piso nuevo, se arreglará el altar y se pondrá un púlpito adecuado. Todo de acuerdo con la fe de quienes vengan allí a adorar y a escuchar. Ahora sólo se necesita un predicador.11

La capilla estaba en la conocida como puerta falsa de San Andrés y el callejón de 1857. Hoy en ese lugar confluyen la calle de Donceles, Xicotencatl y la cerrada del 57. San Andrés sirvió como lugar de reuniones tanto para la misión de la Iglesia metodista episcopal del sur, la de Keener y Sóstenes Juárez, como de la Iglesia metodista episcopal, la de los obispos Gilbert Haven y William Butler, hasta que esta última tuvo su propio lugar, a partir del 25 de diciembre de 1873, para la realización de sus servicios.

Tras un rápido acondicionamiento en la capilla de San Andrés iniciaron cultos metodistas el 30 de marzo de 1873. En el acto participaron líderes y feligresía de las dos denominaciones, las que después tendrían en el lugar servicios dominicales matutinos para los de la Iglesia metodista episcopal del sur, y vespertinos para los de la Iglesia metodista episcopal.12

Poco antes de salir del país, el obispo Keener escribió (28 de marzo de 1873) algunas de sus impresiones acerca de los pobladores de la capital e hizo una comparación de la misma con urbes estadounidenses: “Me hallo a mí mismo, al abandonar esta tierra y gente, con ideas inmensamente corregidas y diferentes de aquellas con las que llegué”. Al adentrarse en el país imaginaba que “la gente sería ruda, pendenciera, mitad negra, turbulenta, incapaz de desarrollarse excepto lo más rudimentario a menos que fuera ayudada por medio de un proceso cristiano, y que el territorio estaría envuelto en incesantes revoluciones”.13

Al salir estimó que “en cuanto a la gente, 7 de cada diez personas tienen sangre indígena, uno de cada diez son de pura sangre española y no encontré un solo mulato o negro en la capital a no ser dos sirvientes importados por el cónsul americano, ni tampoco en el camino, excepto unos pocos en el puerto de Veracruz”. Y sobre la ciudad de México observaba que “en cuanto a capacidad y civilización, las cuales en muchos aspectos son altamente valoradas, esta gente puede sobrepasar a Boston en música, a Filadelfia en librerías y a Nueva York en bellas artes. Me duelo decirlo, pero es la verdad”.14

Al dejar el país, John C. Keener confío la obra en Sóstenes Juárez, pero unos meses más tarde enviaría para que estuviese al frente del trabajo a un personaje que había conocido en diciembre de 1872 en la Conferencia Anual del Oeste de Texas, y de quien líderes metodistas norteamericanos daban muy buenas referencias.

La persona recomendada fue Alejo Hernández, liberal que se enlistó en las filas combatientes contra la Intervención francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Tras ser encarcelado por su oposición a la invasión extranjera, iniciar la lectura de literatura protestante durante su cautiverio y salir de este, Alejo Hernández viajó a Estados Unidos. En Brownsville, Texas, leyó la Biblia y tuvo nexos con una Iglesia presbiteriana. Ya converso al cristianismo evangélico, Hernández regresó a México por poco tiempo. De nueva cuenta volvió a Texas, y en Corpus Christi comenzó a congregarse en una Iglesia metodista.15

En 1871 la Conferencia Anual del Oeste de Texas, de la Iglesia metodista episcopal del sur, ordenó diácono a Hernández. Después fue nombrado pastor asociado para ministrar en Laredo. Al año siguiente recibió la encomienda de ampliar sus trabajos entre la población texana de habla española. En la Conferencia eclesiástica metodista del oriente texano de 1872, Alejo Hernández conoció al obispo John C. Keener, quien estaba ultimando detalles para viajar a México.

Comisionado por Keener, Alejó Hernández se hizo cargo de la capilla de San Andrés a partir del 29 de junio de 1873.16 El pastor Hernández predicó en el cuarto (28 de diciembre de 1873) de los seis servicios especiales que con motivo de la apertura del templo metodista la Santísima Trinidad se realizaron a partir del 25 de diciembre de aquel año.17 En un nuevo viaje a México el obispo John C. Keener, de cuyo arribo dio noticia el periódico en francés editado en la capital,18 ordenó presbitero a Alejo Hernández el domingo 8 de febrero de 1874, en un servicio programado para iniciar a las tres de la tarde.19 Acerca de otro culto dominical, realizado una semana después de la ordenación de Hernández, Keener escribió que

Esta tarde celebramos la Cena del Señor en la Capilla de San Andrés. Había presentes una buena compañía de mexicanos y persona de habla inglesa. El hermano [Alejo] Hernández predicó un sermón basado en Marcos [14:24]: “Esta es la copa del nuevo pacto en mi sangre”. Todos los ministros de las diferentes misiones (de la ciudad) estuvieron presentes. El señor Parkes, el señor Carter, el doctor Cooper, el doctor Butler, el hermano Daves, el hermano [Sóstenes] Juárez y el obispo Simpson se acercaron a la mesa. Yo consagré los elementos en inglés. Fueron administrados en español y la oración final fue en español, así como la alabanza congregacional. Muchos de los mexicanos se arrodillaron muy devotos en el altar y recibieron los sacramentos con mucha emoción, fue una ocasión quieta y bonita. Yo estaba gozoso de ver a los protestantes puestos de pie uno junto a otro en unidad […] Ellos están haciendo una buena obra, tienen largas audiencias para gente pobre, yo creo, la más pobre que haya visto en una iglesia en cualquier país.20

 

Alejo Hernández era el pastor de la capilla de San Andrés y Joel T. Daves el super intendente de la misión en México de la Iglesia metodista episcopal de sur.21 Daves también apoyaba a las congregaciones de habla inglesa, como a la que se reunía en el número 12 de San Juan de Letrán.22 Entre tanto Sóstenes Juárez continuaba colaborando para fortalecer la obra de los metodistas del sur, facilitando contacto con la red que lideraba desde los tiempos de la Sociedad Evangélica.

En el verano de 1874, solamente seis meses después de haber sido ordenado presbítero, Alejo Hernandez tuvo un ataque de parálisis. Salió del país hacia Texas, donde murió el 27 de septiembre de 1875, “sus restos descansan en el cementerio de Corpus Christi”.23 A la salida de Hernández se hizo cargo de las responsabilidades pastorales Sóstenes Juárez. Por su parte el misionero Joel T. Daves debió regresar con todo y familia a Estados Unidos a finales de 1875, “porque en especial su esposa no pudo adaptarse a las condiciones climáticas del Valle de Anáhuac”.24

En junio de 1874 surgió un punto a dirimir entre líderes protestantes mexicanos y los representantes de las misiones extranjeras. “Sóstenes Juárez y sus colegas decidieron formar una junta para ejercer control general sobre los intereses de las misiones”. Su objetivo “era proteger a los predicadores mexicanos de sus empledores, de tal manera que éstos no pudieran selecconar ni despedir a nadie sin antes presentar el caso a la junta, que sería la que decidiera en última instancia”.25 Por lo menos hubo una reunión para tratar el asunto:

Los misioneros William Butler [metodista episcopal], James [Joel] T. Daves [metodista episcopal del sur] y Merril N. Hutchinson [presbiteriano], encargados de las tres sociedades misioneras con sede en la ciudad de México, se presentaron puntualmente cuando fueron convocados por la junta encabezada por Sóstenes Juárez […] No obstante, Daves y Hutchinson, atemorizados por la confrontación, dejaron que Butler, que había adquirido una larga experiencia [misionera] en la India, dirigiera el debate. Éste contraatacó duramente el proyecto, subrayando que, a su juicio, era absurdo e impracticable desde el punto de vista de los intereses particulares de cada empresa misionera, ya que, por ser independientes unas de las otras, se encontraban en imposibilidad de aceptar el que cualquier institución decidiera por todas ellas. Al parecer, Juárez y sus colegas no tuvieron respuesta para oponerla al argumento y, así, propusieron sustituir la junta por una reunión periódica de todos en la que se buscara la edificación mutua.26

 

El obispo Butler, cita Bastian, consideró que con su intervención puso fin “al intento de [Sóstenes] Juárez de habilitarse como arzobispo de las misiones evangélicas en México”. Es oportuno señalar que hubo otros líderes protestantes mexicanos que manifestaron incomodidad con algunos pareceres de los misioneros. Fue el caso de Benjamín Pascal, ministro de la Iglesia de Jesús, quien señaló a Joel T. Daves desatinos en carta remitida al Christian Advocate y reproducida en parte en La Voz de México.27 Daves alegó que porciones y expresiones de su misiva fueron mal interpretadas, al reproducirlas fuera del contexto general del escrito.28 Por su parte Pascal arguyó que al hacer las aclaraciones, “debo decirle que no trato de elevarme a mí mismo y a lo que llama mi partido, porque no tengo pretensiones de ninguna clase ni existe antagonismo alguno entre nosotros, puesto que somos hermanos en una misma religión; también le diré que debí rechazar sus apreciaciones, porque tendían nada menos que a poner en duda nuestra sinceridad como protestantes, y nuestra dignidad como mexicanos”.29

Sóstenes Juárez combinaba labores eclesiásticas con las de su profesión como educador. Decidió darle más tiempo a las primeras, ya que problemas físicos le impedían continuar con ambas tareas. En junio de 1875 la Sociedad Lancasteriana le concedió una licencia de seis meses como director de su biblioteca, “con objeto de atender a su quebrantada salud”.30

En el tiempo de Joel T. Daves como superintendente de la misión fue remozada la capilla de San Andrés, y se hizo una rededicación del lugar el 22 de agosto de 1875.31 Asistieron al acto 400 personas, mexicanas en su gran mayoría. Un buen grupo de asistentes debió quedarse fuera del recinto porque ya no había cupo dentro. El sermón fue predicado por Santiago Pascoe, “quien fue asistido en el servicio por el reverendo Sóstenes Juárez y el reverendo [José Elías] Mota”.32 La dedicación de la renovada capilla la realizó el pastor Joel T. Daves, que “predicó su primer sermón en español”.33 Sóstenes Juárez y J. E. Mota quedaron nombrados como pastores de la capilla, a la que desde entonces se le llamó El Mesías.34 Otra versión sostiene que fue tres años después cuando le pusieron al templo el nombre antes citado.35

El obispo John C. Keener visitó por tercera ocasión la capital del país en febrero de 1876.36 Los pastores de la capilla de San Andrés/templo El Mesías, Sóstenes Juárez y Elías Mota informaron a Keener sobre el estado de la obra: “70 miembros, 30 discípulos en la Escuela Dominical y 65 educandos en las dos escuelas de niños y niñas establecidas en la ciudad de México”.37

Sin tener superintendente general propio, la supervisión de los trabajos de la Iglesia metodista episcopal del sur quedó provisionalmente en manos del obispo William Butler, de la Iglesia metodista episcopal. Sóstenes Juárez continuó su pastorado en condiciones difíciles, y los resultados que de la obra había presentado en febrero de 1876 se modificaron dos años después.

La Iglesia metodista episcopal del sur envió a un nuevo superintendente general, “el reverendo William M. Patterson, de la Conferencia de Memphis, arribó a la capital con su esposa y tres niñitas el siete de febrero de 1878”.38 Las “revoluciones políticas que azotaban al país, el fanatismo y la escasez de elementos dispuestos para el servicio mermaron seriamente a la obra durante esos veinticinco meses [sin superintendente propio]. De los halagüeños datos reportados en 1876 [por Sóstenes Juárez y José Elías Mota], sólo quedaban: siete miembros, dos ministros mexicanos (los antes mencionados) y las dos escuelas con muy poca población”.39

Por la reorganización de la misión metodista episcopal del sur, Sóstenes Juárez fue enviado a León, Guanajuato; Elías Mota a Cuernavaca, Morelos, y quedó Francisco Escobar y Villegas como pastor en la ciudad de México. El primero de enero de 1879 vio la luz la publicación oficial creada por Patterson, El Evangelista Mexicano.40

A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares del país. Por casi tres décadas, desde sus años de liderazgo en San José el Real, el traslado del grupo al callejón de Betlemitas y su vinculación con la Iglesia metodista episcopal del sur a partir de enero de 1873 y hasta mayo de 1891, Sóstenes Juárez fue un personaje central para los inicios del cristianismo evangélico en, por ejemplo, la capital del país y distintas poblaciones del estado de México, Morelos, Puebla, Guanajuato y Aguascalientes.41 Su deceso tuvo lugar el 25 de mayo de 1891, en Aguascalientes, donde era pastor.42

Arcadio Morales, quien conoció a Sóstenes Juárez el 26 de enero de 1869 (la noche que aquel consideró la de su conversión), como líder de la Sociedad Evangélica de San José del Real, escribió una semblanza sobre su compañero de labores. En ella precisó información acerca de Juárez y su importancia como pionero del protestantismo mexicano. En la parte final quiso “hacer constar tres cosas”:

1ª. Que los primeros años que [Sóstenes Juárez] trabajó en plantar en México el culto evangélico, no percibía ninguna remuneración, se sostenía de su trabajo, aunque muy pobre, pero con suma honradez. 2ª. Que la piedad cristiana del señor Juárez se fue evidenciando más y más, a medida que se acercaba el final de su carrera, perdiéndose enteramente en él aquellos aranques de incredulidad que algunas veces nos disgustaron. 3ª. Que Juárez fue fiel hasta el fin, según dicen los testigos oculares de sus últimos momentos, y descendió al sepulcro en los brazos de Jesús, el único Salvador que por tantos años había predicado. La muerte sólo pudo bajarlo del púlpito para sentarlo en el lugar que Cristo le había ido a preparar diez y nueve siglos antes, y allí esperamos encontrarlo cuando entremos a la Jerusalén celestial.43

 

Notas

1 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 43-44.

 

2 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 18.

 

3 Ibíd.

 

4 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 37; Gilbert Haven, Our Next-Door Neighbor: A Winter in Mexico, New York, Nelson and Phillips, 1875, p. 89.

 

5 The Two Republics, 4/I/1873, p. 1.

 

6 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.

 

7 La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 6.

 

8 The Two Republics, 1/II/1873, p. 3.

 

9 El Siglo XIX, 18/VI/1872, p. 4.

 

10 El Diario del Hogar, 13/I/1888, p. 3.

 

11 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 20-21.

 

12 Ibíd., p. 21

 

13 The Two Republics, 24/V/1873, p. 1.

 

14 Ibíd.

 

15 Gustavo A. Velasco, op. cit., pp. 51-54.

16 Ibíd., p. 53; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 21.

 

17 El Siglo XIX, 21/XII/1873, p. 4 y 29/XII/1873, p. 4.

 

18 Le Trait d’Union, 27/I/1874, p. 2. En la edición del 22 de febrero de 1874, p. 3, La Voz de México notificó la salida del país por parte de Keener.

 

19 The Two Republics, 8/II/1874, p. 3.

 

20 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.

 

21 El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.

 

22 The Two Republics, 12/IV/1874, p. 3.

23 Gustavo A. Velasco, op. cit., p. 54.

 

24 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.

 

25 Jean-Pierre Bastian, op. cit., p. 59.

 

26 Ibíd.

 

27 La Voz de México, 24/V/1874, p. 3.

 

28El Monitor Republicano, 3/VI/1874, p. 3.

 

29 El Monitor Republicano, 6/VI/1874, p. 3.

 

30 El Siglo Diez y Nueve, 8/VII/1875, p. 3.

 

31 El Monitor Republicano, 21/VIII/1875, p. 4.

 

32 The Two Republics, 1/IX/1875, p. 3.

 

33 Ibíd.

 

34 The Two Republics, 8/IX/1875, p. 3; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 22.

 

35 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., pp. 22-23.

 

36 El Monitor Republicano, 23/VI/1876, p. 2.

 

37 Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 23.

 

38 Ibíd., p. 24.

 

39 Ibíd.

 

40 Ibíd.

 

41 El Faro, 1/XI/1893, p. 166; El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/VI/1887, p. 87.

 

42 El Faro, 1/VII/1891, p. 104; Carlos Suárez Ruiz, op. cit., p. 27.

 

43 Arcadio Morales, “Datos para la historia”, El Faro, 1/XI/1893, p. 166. 

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