Conjugando el verbo amar

La recompensa a esa abnegación no la hemos de esperar en el agradecimiento ajeno; que a veces no llega, si no en saber que todo lo que hacemos por el bien de otros es mandamiento Divino.

14 DE JULIO DE 2025 · 19:45

Foto: <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@fan11">Fa Barboza</a>, Unsplash CC0.,
Foto: Fa Barboza, Unsplash CC0.

Si me ciñera una toalla y me inclinara a lavar pies, estaría conjugando el verbo amar, pero no es fácil.

Si pudiera mirar a los ojos omitiendo críticas, tan sólo acariciando corazones con los dedos del afecto, estaría tendiendo un puente que uniría con amor una vida con la mía, pero realmente, no es fácil.

Enmudecer en vez de hablar, callar cuando las palabras atropelladamente urgen por brotar al exterior y hacer notorio su fútil volumen.

Cerrar los ojos, respirar profundamente, contar hasta diez antes de emitir un desacertado juicio, sería una práctica correcta, pero, no es fácil.

No resulta fácil desprendernos de nuestro orgullo y despertar en otros el asombro que suele provocar lo inusual. Extender la mano hacia alguien que nunca supo ofrecerla y encontrar en el receptor una muestra de perplejidad y fastidio.

Resulta ingrato mantener las manos en los bolsillos cuando hay necesidad de cooperación, de solidarizarnos con aquel que se muestra poco solícito hacia el favor.

No resulta fácil dar amor al enemigo, sonreír al recio que malhumorado expresa su descontento sin razón aparente.

No resulta fácil pasar página cuando no consigues asimilar que el capítulo se ha acabado.

Omitir deseos propios para poder satisfacer los de otros sigue siendo una asignatura pendiente, un peldaño costoso de subir.

La recompensa a esa abnegación no la hemos de esperar en el agradecimiento ajeno; una gratitud que a veces no llega, si no en saber que todo lo que hacemos por el bien de otros es mandamiento Divino.

Ello, ha de ser razón más que suficiente para sentirnos comprometidos en la tarea de amar, labor nada sencilla.

Soy prójimo, por ello he de mostrarme hermano con los prójimos amigos y con aquellos que no lo son.

Sigue sin resultar fácil, pero nadie nos dijo que esta aventura iba a serlo, por ello, enarbolando una vez más una bandera de amor, intento derramar con mis palabras ese ingrediente; cada vez más escaso, con el cual sazonar la tierra.

No siempre consigo estar a la altura de lo que se me demanda, aun así, quiero esforzarme cada día por conseguir acercarme a la lumbre de vida que calienta mi frío corazón y lo vuelve más sensible al sonido de su voz.

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