Vivir bajo el techo del cielo, dormir en el suelo

La vida en sus múltiples virajes hace que hoy estemos en lo alto y mañana la noria gire y sin darnos cuenta bajemos a otro nivel. Nadie está exento de verse doblegado a un azote violento.

16 DE DICIEMBRE DE 2024 · 10:26

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Imagen de Mark Williams, Unsplash.itco, Unsplash.

No sé qué le ha llevado a vivir en la calle, no le interpelo haciéndole un cuestionario para conocer su situación, tan solo me paro frente a él y antes de entrar a comprar en el supermercado le pregunto qué le hace falta. Está siempre ahí, con sus cuatro perros, se llama Pepe y es gallego. Es poco hablador y noto que se siente violentado cuando intento entablar una conversación. No quiero incomodarlo, le ayudo y poco más. Le doy algo de lo que me pide: un brik de zumo, pan, algo de chacina, unas manzanas…cuando deposito en sus manos la ofrenda comestible me mira respondiéndome con una mueca agradecida. 

 Ahora que comienza a hacer frío y que la lluvia vuelve a hacer su aparición, la imagen de Pepe, este sin techo que vive en la calle bajo el raso cielo, me golpea con dureza.

Los sin hogar han sido siempre una asignatura pendiente en nuestra sociedad. Seres que por diferentes circunstancias se ven obligados a subsistir en la mendicidad haciendo de cualquier rincón de la calle un improvisado hogar. Van de un lado para otro, a veces dejas de verlos por un tiempo, los echa en falta, pero en seguida algún otro ocupa el lugar desocupado y queda en el olvido aquel ser que antes lo ocupó. La ciudad simula ser un campo de batalla donde la lucha por sobrevivir es constante.

Tienen una historia, no siempre la cuentan. Poseen una pesada maleta que llevan de aquí para allá y de la que ignoramos su contenido.

Esa persona que reclama tu limosna es un hombre o una mujer con un pasado, con un currículum desconocido, es alguien que de seguro otro alguien echará en falta.

Vivir en la calle es una aventura peligrosa, un no saber qué va a pasar. 

La lluvia, el frío, el calor extremo. Deambular cargado de trastos. Miradas de soslayo, inquisitivas, despreocupadas, otras en cambio, compasivas, afectuosas.

Están expuestos en el escenario del mundo, poseen su guion pero no saben cómo representarlo.

La vida en sus múltiples virajes hace que hoy estemos en lo alto y mañana la noria gire y sin darnos cuenta bajemos a otro nivel, nadie está exento de verse doblegado a un azote violento que desplegando su sinrazón logre llevarte al desalojo y la vida nómada. Dios es la única esperanza que nos ayuda a mantener la cordura en este alocado circo, permanecer cogidos de su mano, aferrados a su amor, sabiendo que pese a las muchas adversidades que nos pueden acometer Él nunca nos dejará ni nos desamparará.

 

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