Cuando nadie me ve

De rodillas, me humillo ante Él y emito mi clamor. Expongo lo que hay en mí; ese pesar que me acobarda, esa angustia que me limita.

31 DE MAYO DE 2021 · 16:15

Foto de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/@alecthenomad?utm_source=unsplash&utm_medium=referral&utm_content=creditCopyText">Alec Douglas</a> en Unsplash CC.,
Foto de Alec Douglas en Unsplash CC.

Irrumpo en la estancia. Me siento abatida, derrumbada, rumiando la derrota.  

Tanteo con mis torpes manos una rendija de luz que no llega a aparecer. 

Siempre acudo al mismo lugar, ese rincón de intimidad donde el Padre y yo solemos tener nuestras citas.  

Podría elegir cualquier otro sitio, pero siempre acabo recluida en ese pequeño rincón, que, pese a no ser muy cómodo, es mi lugar de oración. Lugar donde vierto como agua mi corazón, donde desnudo mi alma, presento mi vida y espero.  

De rodillas, inclinada cual flor marchita, náufraga en tierra hostil, me humillo ante Él y emito mi clamor. Expongo lo que hay en mí; ese pesar que me acobarda, esa angustia que me limita, esas dudas que me inquietan.  

Derramo mi ser y tras ese desahogo pienso que con la misma actitud reverente he de volver a arrodillarme para dar las gracias.  

Susurrar con tiernas palabras mi más ferviente gratitud. Declarar que Él es el único Dios, el que oye mi clamor y responde a la voz de mis súplicas.  

Un mismo lugar donde rogar y agradecer. 

Sentirme pequeña, excluida, angustiada y retornar sintiendo como su mano me levanta para hacerme sentar a su mesa forjándome distinta.  

Cuando nadie me ve, en la soledad de la noche o a veces en las horas más claras del día recurro a ese rincón para decirle a mi padre cuanto lo amo y cuanto lo necesito.  

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Cuando nadie me ve