Cuando nadie me ve
De rodillas, me humillo ante Él y emito mi clamor. Expongo lo que hay en mí; ese pesar que me acobarda, esa angustia que me limita.
31 DE MAYO DE 2021 · 16:15
Irrumpo en la estancia. Me siento abatida, derrumbada, rumiando la derrota.
Tanteo con mis torpes manos una rendija de luz que no llega a aparecer.
Siempre acudo al mismo lugar, ese rincón de intimidad donde el Padre y yo solemos tener nuestras citas.
Podría elegir cualquier otro sitio, pero siempre acabo recluida en ese pequeño rincón, que, pese a no ser muy cómodo, es mi lugar de oración. Lugar donde vierto como agua mi corazón, donde desnudo mi alma, presento mi vida y espero.
De rodillas, inclinada cual flor marchita, náufraga en tierra hostil, me humillo ante Él y emito mi clamor. Expongo lo que hay en mí; ese pesar que me acobarda, esa angustia que me limita, esas dudas que me inquietan.
Derramo mi ser y tras ese desahogo pienso que con la misma actitud reverente he de volver a arrodillarme para dar las gracias.
Susurrar con tiernas palabras mi más ferviente gratitud. Declarar que Él es el único Dios, el que oye mi clamor y responde a la voz de mis súplicas.
Un mismo lugar donde rogar y agradecer.
Sentirme pequeña, excluida, angustiada y retornar sintiendo como su mano me levanta para hacerme sentar a su mesa forjándome distinta.
Cuando nadie me ve, en la soledad de la noche o a veces en las horas más claras del día recurro a ese rincón para decirle a mi padre cuanto lo amo y cuanto lo necesito.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Íntimo - Cuando nadie me ve