Lodebar
Ese sitio de desazón en el que me hallaba lejos de la Palabra, ajena a la gracia del Rey.
18 DE MAYO DE 2021 · 17:58

Absorta, inmóvil. El corazón golpeteando en el pecho preso de un sentimiento de inusitada alegría.
Pienso en el pasado y vislumbro los días de soledad, de triste aflicción en terreno hostil.
Atrás quedaron las lágrimas derramadas frente a la incomprensión, mojando la árida tierra. Lejanos quedan los recuerdos de Lodebar; lugar del que he sido rescatada.
Distantes y casi translúcidas aparecen las estampas de quien fui en el ayer: un ser lisiado, dependiente, incapacitado para las tareas más nimias, desprovisto de fe, carente de gozo.
¡Cuán pronto me he acomodado a la vida en palacio! A comer a la mesa del Rey ocupando un inimaginable lugar al que he tomado querencia. Amoldada a la placentera manera de habitar en la heredad real he olvidado mi pasado en Lodebar, ese sitio de desazón en el que me hallaba lejos de la Palabra, ajena a la gracia del Rey. Un rincón apartado que he omitido de mis recuerdos para hacerme copartícipe de un reino del que puedo disfrutar gracias a la gran compasión del Padre.
Es importante, oportuno, otear el pasado para comprobar que soy el resultado de una mano misericordiosa. Que investida de inefable piedad no soy merecedora del privilegio de alojarme en palacio. Lodebar ha de ser parte de mis credenciales, pues regresando con la mente a ese lugar árido, encontraré más fresco el nuevo hogar.
He de caminar hacia adelante con la mirada puesta en todo lo que el futuro me depara, sin dejar de recordar que soy el resultado de un amor sin límites, de un perdón que solo Dios puede ofrecer, de una redención que ha fraguado en mí a una mujer ataviada de esperanza, un ser libre que reconoce en Dios su verdadera libertad.
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