Mirando a través de ti

Quiero tener una mirada limpia, con el brillo ingenuo que poseen los ojos que aún no han percibido la maldad.

10 DE ABRIL DE 2015 · 16:34

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Y El, llamando a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mt18:3

Algo que me sorprende y que envidio es la forma de mirar que tienen los niños.

Me gusta cómo observan, cómo ven la vida.

Los niños tienen una mirada limpia, libre de prejuicios, una mirada sincera.

Sus ojos se detienen a observar cosas nimias que para los adultos pasan desapercibidas.

Yo anhelo mirar así, tener una mirada liberada, pura.

A Dios le agrada esa forma de mirar.

Jesús pone como ejemplo a un niño para ayudar a discípulos a captar una idea que no parecían tener clara. Pone a un niño como ejemplo para que sus discípulos comprendan que hay lugares a los que no podremos acceder si no tenemos un corazón sincero, humilde.

La forma de ver la vida que posee un niño nos muestra a un Jesús que busca en nosotros esa misma mirada.

 

¿Cómo es la mirada de Jesús?

Una de las cualidades que tiene su mirada es que es una mirada compasiva.

Este mirar con compasión de Jesús le hace ver una realidad vedada en otros. Su sensibilidad se detiene ante: los ciegos, el leproso, la viuda, la muchedumbre hambrienta, los niños, los enfermos… Él posee una mirada compasiva para con cada uno de ellos.

Mirando así es como podremos evangelizar.

Jesús ha tenido para con cada uno de nosotros una mirada compasiva. Una mirada que nos penetra para sentirnos perdonados.

Es una mirada de misericordia. Es una forma de mirar plagada de ternura. La mirada de Jesús tiene una capacidad transformadora.

 

No es tarea fácil. Nuestra mirada es tan plana que no somos capaces, o si lo somos nos cuesta mucho, apartarnos del plano horizontal y extender nuestra mirada a un plano más vertical.

A veces nos cuesta enfrentarnos a ciertos retos, dificultades, frustraciones, enfermedades, porque seguimos mirando esta morada terrestre cómo única morada. No discernimos que estamos de paso, que somos flores de un día, peregrinos en esta tierra. Nos aferramos a nuestro presente y perdemos de vista la esperanza de una vida eterna junto a Dios.

Nuestra mirada ha de ser pulida por Dios, lamida por su sabiduría, instruida por él.

Cuando dejo que mis ojos sean limpiados con su colirio santo, todo mi ser cambia.

Quiero que mis ojos sean transformados, quiero ver la vida a través de los ojos de Dios.

Quiero tener una mirada limpia, con el brillo ingenuo que poseen los ojos que aún no han percibido la maldad.

Una mirada en la que esté impreso el amor y pueda destilar amor.

 

Cuando miro la paja en el ojo ajeno, no estoy dándome cuenta de la viga que tengo en el mío.

Quiero dejar de ver la mancha, el fallo, el interés retorcido, la imperfección en los demás y limpiar mis ojos para poder ver lo que Dios me desea mostrar.

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